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¿Qué podemos aprender de la película “Tenemos que hablar de Kevin”?

Esta película, muy dura, nos cuenta la historia de Eva, una mujer que empieza la aventura de ser madre muy desbordada, sola y preocupada por la salud mental de su hijo, Kevin. Cuando este crece, comete un acto terrible que hace a Eva sentirse profundamente culpable. Basada en un libro del mismo nombre, producida en 2011 y protagonizada por Tilda Swinton, esta película fue alabada por la crítica y valió a su actriz principal nominaciones a los BAFTA y los Globos de Oro. María Soto, responsable de Educa Bonito, considera que “esta es una película demasiado dura para ver más de una vez, pero quizás deberíamos “sufrirla” de vez en cuando para no olvidarnos de las posibles consecuencias de crecer sin sentirse querido”. Y , sobre todo “para asegurarnos de que las madres recientes reciben apoyo y se cuida su estabilidad emocional”. Os contamos, de la mano de María Soto, las lecciones que podemos aprender de la película Tenemos que hablar de Kevin.

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Tenemos que hablar sobre la salud emocional de la madre

En la película vemos a Eva desbordada desde el principio con su bebé, con el que parece pasar las 24 horas del día sin apoyo o compañía de nadie. Y le resulta una tarea desquiciante, porque el bebé no para de llorar (hasta el punto de relajarse con el ruido de una taladradora).

Para María Soto,  tenemos que “poner todo de nuestra parte para asegurarnos de que las madres recientes reciben apoyo y se cuida su estabilidad emocional. Hasta hace pocos años la depresión post parto era un tabú, y el puerperio aún es una etapa llena de renuncias y soledad para la gran mayoría de madres. Es justo en los primeros momentos, en los instantes de piel, en los minutos de oro, en el contacto de olor a vida en el que la madre debe poder acoger a su pequeño en un entorno seguro, libre de juicios, rodeada de respeto, calma y comprensión ante cualquier sentimiento o reacción. Son los primeros meses de vida del niño en los que las madres deberían de recibir apoyo de la sociedad, y más adelante, no tener que escoger entre desarrollarse personalmente y criar a sus hijos. Si pudiéramos atender a la persona, la persona podría crecer como madre, y ese niño crecería con ella de una forma segura”.

Cabe preguntarse qué habría pasado si Eva, en lugar de ser criticada de histérica, hubiera recibido apoyo de su marido o de los doctores ante los que se mostraba desesperada. La propia Lucía Galán, la famosa pediatra, confiesa en una charla que cuando tuvo su primer hijo “me caí del guindo porque nadie me había contado la tristeza del postparto”.

Tenemos que hablar del deseo de pertenecer y el daño que produce no conseguirlo

“Uno de nuestros más potentes instintos es el de la pertenencia. Necesitamos encontrar nuestro lugar en el grupo y para ello, establecer una conexión segura con nuestras figuras de apego y protección”, nos dice María Soto. Por eso, “si las personas que deben cuidarnos no están emocionalmente estables o no son capaces de transmitirnos que nos tienen en cuenta y van a ocuparse de nosotros, creceremos intentando por todos los medios hacernos visibles, pero sin habilidades para ello”. Por eso, si un niño no siente que pertenece “hará todo lo que puede para captar nuestra atención y satisfacer sus necesidades de pertenencia. Eso se traduce generalmente, en comportamientos molestos para el adulto si no está conectado con dichas necesidades”. El niño que cree que no es tenido en cuenta en el grupo “va a sentir mucho dolor. Un dolor que necesita transmitir. No sabrá expresarlo, así que lo proyectará en los demás. Es se llama VENGANZA. Pasará a hacer sentir al otro lo que a él le atormenta. Es una reacción al rechazo”, señala María, que subraya que una lectura de la película es entender que “el que daña está dolido. Mucho”. Por eso considera que la situación trágica “podría evitarse si en lugar de aislar o castigar al rechazado, al marginado, al que molesta…les convencemos de que son también importantes, de que la sociedad les necesita”.

Begoña Ibarrola nos contaba en una ponencia sobre la actualidad que a personas como Kevin, que hacen muchísimo daño a su alrededor, “tendríamos que verlas con cierta compasión y decirles a nuestros niños que realmente el ser humano no es así. Si actúa violentamente es fruto de un problema que él tiene, que no saben amar, no les han amado o no pueden, tienen un problema que les impide ser amables, que es nuestra forma connatural de ser”, indica Begoña.

Tenemos que hablar de cómo fomentar la salud mental de nuestros hijos

Una de las preguntas que nos podemos plantear con la película es si Kevin nació enfermo o enfermó por sus experiencias vitales. Lo cierto es que su salud mental estaba lejos de ser óptima. Mar Romera nos advertía en una ponencia que “las estadísticas nos dicen que uno de cuatro niños en la próxima década sufrirá un trastorno de salud mental, así que algo no estamos haciendo bien”. Y esto tiene mucho que ver con enseñar a gestionar las emociones de manera positiva, señalaba Mar.

Pepa Horno señalaba en una entrevista con UNICEF que “tenemos un problema claro en España con la salud mental infanto-juvenil. Es una dimensión que no se está abordando. La psiquiatría infanto-juvenil no existe como tal en varias comunidades autónomas. Las carreras de Psicología, Trabajo Social, Educación, Medicina no tienen dentro de su currículo el tema de maltrato o de violencia. Los médicos, que verán casos de violencia por pura estadística, no lo ven en su formación. Tenemos un sistema de salud mental absolutamente sobrecargado y falto de recursos. Hay muchos chavales con problemas de salud mental que no están siendo atendidos ni diagnosticados ni tratados con terapia, que es como se solucionan estos temas, sino medicados”.

Lo cierto es que, si Eva hubiera acudido a servicios de salud mental y Kevin hubiera sido atendido, tal vez la historia habría circulado por otros derroteros. Que la salud emocional y mental sea una prioridad en las casas y en la sociedad es uno de los más potentes mensajes que nos deja esta película

Tenemos que hablar de la necesidad de pedir ayuda y crear una red de apoyo

Al menos en la película, vemos que Eva sufre sus sospechas y su temor hacia su hijo en silencio. Y es que cuando vivimos un problema grave en casa es habitual sentirse avergonzado y culpable, lo que impide que lo comuniquemos y, por tanto, lo podamos resolver. Porque lo cierto es que Eva no parece pertenecer a ninguna red de apoyo, así que de nuevo nos encontramos con una necesidad real (la pertenencia) insatisfecha en el caso de la madre. En este sentido, recordamos las palabras de Pepa Horno: la base de la protección está en saber pedir ayuda pero  “a nosotros no nos han enseñado a pedir ayuda, nos han enseñado a defendernos, a ocultar nuestras debilidades, a no mostrar que estábamos mal o que teníamos miedo”.

Tenemos que hablar de la exaltación y la naturalización de la violencia y sobre la ternura

No queremos destripar la película, pero la buena conexión que Kevin establece con su padre (que afirma que solo es un chico, que no hay nada raro en él y que la que necesita ayuda es la madre) se basa en buena medida en una exaltación de la violencia (videojuegos de matar, tiro con arco con flechas que son armas de verdad, juguetes pensados para dar puñetazos).

Por supuesto que la historia, como nos dice María Soto, ” parece lejana y exagerada”, pero lo cierto es que en la casa no parece haber mucha ternura hacia Kevin. Y no podemos estar más de acuerdo con Pepa Horno, la ternura es “la mayor prevención de la violencia. En la medida en que yo enseño al niño o niña a relacionarse de una manera afectiva, cálida y cercana con los demás eso hace imposible la violencia. En la medida en que yo promuevo la ternura (de mí hacia mi hijo, de mi hijo hacia otras personas, la ternura como forma de relacionarme en mi familia) estoy previniendo que mi hijo o hija pueda agredir a otras personas”.

En nuestra plataforma, Carmen Cabestany nos decía que a menudo nuestros hijos juegan a juegos violentos o ven programas de televisión en los que se normaliza e incluso ensalza la agresión. Si queremos educar con el ejemplo y si nos preocupa transmitir ciertos valores a nuestros hijos, tal vez sea positivo preguntarnos si los mensajes (y por tanto, ejemplos) que reciben nuestros hijos por múltiples medios son los adecuados. Y en este caso, más que prohibir, sería interesante reflexionar con ellos para desmontar algunos discursos que no queremos que calen en su forma de actuar. Se trata, nos dice esta experta, de “orientar a nuestros hijos en sus lecturas, sus juegos y sus películas”.

Aquí os dejamos el tráiler de la película:

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