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“A nuestros hijos no les podemos quitar las piedras del camino para que no tropiecen, les tenemos que enseñar a saltarlas”, Begoña Ibarrola

Cómo enseñar a nuestros hijos a gestionar las emociones

Las madres y padres siempre buscamos que nuestros hijos sean felices, que estén bien, y muchas veces nos preguntamos cómo se puede conseguir esto. Para Begoña Ibarrola, psicóloga y experta en educación emocional, la clave está en cómo enseñar a nuestros hijos a gestionar las emociones. En este taller Begoña habló de la importancia de las emociones, de su origen, del bienestar, y de cómo alcanzar este a través de la educación emocional.

El origen de las emociones

La importancia de educar las emociones se sabe de siempre porque como comienza Ibarrola citando a Aristóteles, “educar a la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto”, pero en el día a día parece que se nos olvida que es importante enseñar a nuestros hijos a gestionar las emociones como les enseñamos otras cosas.

Señala la experta que “ya en la semana 22 de gestación se empieza a desarrollar una parte del cerebro que va a ser la responsable de las emociones. Primero somos seres emocionales, y en segundo lugar, seres que aprendemos y pensamos. Y hasta el séptimo mes, sentimos lo mismo que siente nuestra madre”.

Luego, cuando nacemos, todavía no sabemos hablar y “la expresión gestual y emocional es la que nos permite comunicarnos con los adultos”, añade. Son los adultos los que tienen que descubrir por qué lloro, si es por hambre o por miedo, y como aclara Begoña, “en esa empatía del adulto hacia el bebé se construye la futura empatía de ese niño o niña hacia los demás”. “Por desgracia, cuando empezamos a hablar, nos olvidamos de la comunicación no verbal. Por eso Goleman (psicólogo) dice que hay personas que son ‘patosas sociales’, metepatas sociales, porque son incapaces de darse cuenta de que una persona no está en un buen momento para que le hables o le des esa noticia”, añade Begoña.

“Una emoción es una reacción”, dice la psicóloga. “Algo de repente ha entrado en mí y me puede provocar alegría, tristeza… pero hay una reacción dentro de mí que puedo expresarla o no. Una de las cosas importantes de la educación emocional, que además es clave para el bienestar, es comprender (y hacérselo comprender a nuestros hijos y alumnos) que todo lo que sientes no lo tienes que expresar, no es obligatorio. Una cosa es sentir y otra es expresar. La educación emocional encaminada al bienestar se centra en cómo se expresa. El sentir no lo puedes prever, lo sientes, pero sí qué vas a hacer cuando sientas tal cosa”, añade.

Las emociones tienen dos tipos de orígenes:

  • Estímulos externos, y pone de ejemplo Begoña cuando alguien me quita la plaza de aparcamiento justo cuando iba a aparcar, o que un niño insulte a otro. “Provocan respuestas emocionales. Hasta los 6 años, prácticamente casi todos los estímulos que provocan las emociones son externos”, dice.
  • Estímulos internos. “Pero cuando tienen más de 6, cuanto mayores son, hay una parte de ellos que les provoca emociones y se las provocan ellos solos: pensamientos y recuerdos. A partir de los 7-8 años, nuestros hijos adolescentes, y nosotros adultos también, a veces nos comemos el coco literalmente y nos provocamos emociones nosotros solitos”, señala Begoña. Aclara que las emociones ya no son provocadas exclusivamente por las cosas que nos pasan, sino por la interpretación que hacemos de las cosas que nos pasan y por la actitud que tomamos frente a las cosas que nos pasan. Y eso es muy personal. Cada uno reacciona de una manera. Por eso, cuando cumplen una determinada edad tenemos la sensación de no saber qué les pasa, porque cuando sus recuerdos y pensamientos empiezan a provocar emociones, entramos en un terreno donde muchas veces nos perdemos.

Cómo enseñar a nuestros hijos a gestionar las emociones

“Todas las emociones sirven para algo. Se suelen distinguir entre emociones positivas o negativas en función de cómo nos hagan sentir, pero no porque sean buenas o malas”, señala Begoña Ibarrola.

Asociadas a unas experiencias o recuerdos, las emociones pueden ser difíciles de cambiar. En el taller, la experta en educación emocional pone el siguiente ejemplo: Si una persona se ha estado a punto de ahogar en el mar, si la invitas mañana al mar, es posible que no vaya, si no ha superado ese miedo. Ha grabado mar con miedo. “Para cambiar una asociación entre una experiencia y una emoción, tenemos que provocar otra emoción con la misma experiencia”, subraya.

Esto da paso a hablar del bienestar, este entendido como una mezcla de felicidad y satisfacción. Como decíamos al principio, siempre decimos que queremos que nuestros hijos sean felices, y en este punto Begoña nos recuerda lo siguiente: “La felicidad no se compra ni se vende. Tampoco nadie te la puede quitar, ni tú se la puedes regalar a tus hijos”. Pero entonces nos da la alternativa: “Lo que podemos hacer los padres es ayudarles a potenciar y valorar las vivencias positivas, sin evitar las negativas, que tarde o temprano llegarán. No les podemos quitar las piedras del camino para que no tropiecen, les tenemos que enseñar a saltarlas. Les tenemos que enseñar a afrontar las dificultades”.

Según estudios, aclara Ibarrola, el 50% depende de la genética. “Hay familias positivas y familias que donde ven algo negativo, le ponen la lupa. Pueden estar viviendo lo mismo pero su interpretación es distinta”. Las circunstancias personales solo representan el 10%. ¿Y el 40% restante? Ese es la educación emocional, las herramientas para hacer frente a los problemas de la vida, no evitarlos, pero para enfrentarnos a ellos. Según esto, y confirmado por muchos médicos (según cuenta en la conferencia Begoña Ibarrola), “la gestión emocional les va a ayudar a prevenir muchos problemas (depresión, bullying, problemas de salud física, de falta de autoestima…) y les va a llevar al bienestar”.

Después de hacer un repaso por las emociones básicas (alegría, tristeza, miedo, enfado, sorpresa y asco), Ibarrola concluyó el taller con estas 8 lecciones esenciales de una buena educación emocional para lograr el bienestar:

  1. Enséñales a nombrar las emociones.
  2. Enséñale a conocerse y a quererse. Una buena autoestima es necesaria para crecer feliz.“ La autoestima se empieza a construir a partir de los 6 años. Hasta entonces, voy sumando todo lo que los adultos hablan de mí (eres un patoso, eres tal… ese soy yo)”, señala.
  3. Enséñale a tolerar la frustración. Begoña dice que en este sentido vamos a peor porque hay baja tolerancia a la frustración. “Hay que hacerles ver que todo no depende de nosotros, que no podemos elegir todo, hay que aguantarse. Muchos niños no están acostumbrados a escuchar que todo no lo pueden controlar. Y muchos se creen que el esfuerzo garantiza el éxito. Pues no. El esfuerzo garantiza la satisfacción, nada más”, explica con mucha gracia.
  4. Enséñale a regular sus emociones. No puedes expresar las emociones de cualquier manera, en cualquier lugar.
  5. Enséñale a entrar en calma. “La sociedad está normalizando el estrés y las prisas. El ser humano tiene que actuar y después relajarse, no podemos actuar, actuar y actuar”.
  6. Enséñale a pensar en positivo. Si tú le enseñas a ser optimista y a buscar soluciones frente a los problemas, cuando tenga un problema va a ver cómo solucionarlo, no se va a quedar dándole vueltas al problema”.
  7. Enséñale a ser empático. Previene la violencia y es una de las habilidades más valoradas en entornos sociales y laborales.
  8. Enséñale a ser asertivo. Habilidad para expresar lo que quiera y piense sin herir los sentimientos de los demás.

 

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