El duelo de las madres y los padres: ¿por qué necesitamos también una adaptación escolar?

Han pasado ya varias semanas desde que nuestros hijos comenzaron un nuevo curso escolar. Ya fuera en la escuela infantil, en el colegio o en el instituto, ellos poco a poco se han ido adaptando a la rutina, no sin dificultades en muchos casos. Pero, ¿qué pasa con nosotros? Muchos padres aún sentimos una punzada en el estómago al llevarles cada mañana a su centro, nos sentimos tristes cuando les dejamos y ponemos rumbo a nuestro lugar de trabajo. Sentimos, incluso, una leve culpabilidad.

Y estas sensaciones se agudizan si es la primera vez que vivimos esta etapa escolar con nuestros hijos. Hemos tenido que hacer, en ocasiones, una adaptación no adecuada a las necesidades de nuestros pequeños, ni a las nuestras. Un espacio desconocido, con personas hasta ahora extrañas en las que tenemos que confiar, todo ello provoca un llanto que la sociedad suele minimizar. “Ya se acostumbrará. Todos lo hemos hecho”, hemos tenido que escuchar en ese momento, como si esas inoportunas palabras fueran a justificarlo todo.

“Si partimos de que las necesidades de la infancia no son tenidas en cuenta, ¿cómo entonces poder hablar de manera natural de la adaptación de las madres y padres a la separación de sus hijos? No hay cabida. No podemos expresarlo. Nuestras emociones deberán ser ocultadas, minimizadas y no expresadas, no vaya a ser que seamos unos exagerados”, lamenta Ana León, psicóloga experta en duelo, perinatalidad e infancia, además de directora de En Madrid Psicólogos.

No tenemos espacio como adultos para esa adaptación. No se lo dan a nuestros hijos, por lo que a nosotros tampoco. Y nuestras emociones acaban siendo ocultadas, minimizadas y no expresadas.

“Nuestra adaptación también debería darse. Dejar a los niños en la puerta del colegio, sin casi despedirnos y continuar con nuestra vida, pero ¿quién puede hacer algo así y no sufrir las consecuencias. La realidad es que no tenemos espacio como adultos tampoco para esa adaptación. No se lo dan a nuestros hijos, por lo que nosotros no tenemos ese espacio tampoco”, nos revela antes de hablarnos de un concepto inusual: el duelo de los padres.

 

¿En qué consiste ese duelo?

 

Tenemos que tener en cuenta que partimos de un vínculo con nuestros hijos tan fuerte que nos lleva a inundarnos de temores cuando nos toca separarnos de ellos. ¿Estarán bien? ¿Cómo se sentirán? ¿Le sabrán acompañar cuando lo necesite? ¿Cómo le estarán tratando? Todas estas dudas se suman a las que nos planteamos acerca de nuestras decisiones: si nos habremos equivocado de centro, de momento, a que le ocurra algo y no estar ahí

“Son miedos totalmente lícitos porque tenemos la expectativa de que estén tranquilos y así estarlo nosotros también, pero nada más lejos de la realidad. Lo esperable es que teniendo en cuenta la naturalización que se hace del llanto, la normalización dela separación, los gritos de nuestra criatura nos encojan y las lágrimas broten por nuestro rostro. Y encima trataremos de esconderlas porque parece que tenemos que ser fuertes, pero estamos sintiendo dolor, miedo a lo desconocido y esa ‘no adaptación’ duele muchísimo“, explica Ana León.

Parece que tenemos que ser fuertes, pero estamos sintiendo dolor, miedo a lo desconocido y esa ‘no adaptación’ duele muchísimo. Pero las emociones están para darnos información, nos permiten entendernos y adaptarnos.

Con todo, no debemos flagelarnos porque, tal y como nos cuenta la psicóloga, es completamente normal sentirse así. “Nos abordarán las dudas y la insidiosa culpa, la misma que se instala cuando nos convertimos en padres. Esa presión de hacerlo bien, de no equivocarnos, de llegar a todo y de proteger. Pero hemos de saber que las emociones están para darnos información, nos permiten entendernos y adaptarnos y nos conectan con los demás“, comenta. Por eso, sentir ese malestar nos indica lo importantes que son nuestros hijos y lo poco que nos gusta no estar a su lado en momentos como ese.

 

Y ¿qué podemos hacer para afrontarlo?

 

Lo cierto es que, como nos confiesa Ana León, la sociedad adultocentrista “prioriza casi siempre las necesidades del adulto sobre las del menor. Al desconocer las fases evolutivas de nuestras criaturas acabamos reduciendo el proceso o las emociones de nuestros hijos. Ellos crecen y nosotros somos testigos de ello, de que necesitan ir a la escuela infantil, al colegio o al instituto. El problema no es el cambio, sino la forma en la que este tiene cabida“. De ahí que la psicóloga nos dé unas claves para poder transitar esta adaptación y este duelo con algo menos de culpa y, por tanto, de sufrimiento.

 

  • Que el sistema educativo contemple las necesidades de la infancia y de las familias con protocolos de adaptación adecuados a todas las partes. Así se pasaría de un estado a otro con el menor impacto emocional posible para todos.
  • Tenemos que tener paciencia, no solo con nuestros hijos, también con nosotros. Una vez que veamos cómo acontece el proceso, podremos respirar tranquilos. Porque en muchos casos será cuestión de tiempo que entren con una sonrisa y entonces nos convenceremos de que no ha sido tan mala idea.
  • Permitirnos expresar nuestras emociones, igual que permitimos las de nuestros hijos. Aceptarlas y validarlas como hacemos con ellos.
  • Conocer las fases evolutivas de nuestros hijos para ampliar el proceso todo lo que podamos.

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Lara Fernández

Periodista especializada en Educación y maestra de Educación infantil. Esta periodista que lleva ejerciendo 21 años en diferentes medios de comunicación escritos y audiovisuales cumplió en 2021 su principal sueño: convertirse en mamá. Fue también su gran lección de vida al darse de bruces con la AD y la AS. Tres años antes se había graduado como maestra de Educación Infantil y se había especializado en crianza y actividades sensoriales para niños. Todo ello le ha permitido desarrollar tres de sus grandes pasiones: la comunicación, la infancia y la educación. Tres pilares básicos porque, como ella misma suele decir: "La educación es el traje que elegimos los padres para que nuestros hijos puedan bailar en la vida"

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