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“Pedir mesura y templanza a un adolescente es pedir a un huracán que respete las palmeras de una playa”

Las amistades son algo fundamental en la vida de todo ser humano. Desde que somos pequeños, pasando por la adolescencia y durante todo nuestro desarrollo, los amigos y amigas son parte del camino que transitamos y, por supuesto, influyen en gran medida en este proceso de crecimiento.

Sobre la importancia de las amistades en la vida de las personas, y especialmente poniendo el foco en la adolescencia, nos hablará el filósofo David Pastor Vico en el evento online HOMENAJE A LA EDUCACIÓN que celebraremos el próximo mes de diciembre.

Hemos hablado con él para que nos aclare algunas dudas que nos surgen a las madres y padres sobre la amistad, las amistades de nuestros hijos e hijas, la adolescencia… Una conversación interesantísima, sin duda.

1. Vico, la amistad es algo importante en prácticamente todas las etapas de nuestra vida, pero más si cabe durante la adolescencia… ¿por qué cobra tanta relevancia la amistad en esta etapa del desarrollo de las personas? 

Los amigos tienen varias funciones muy importantes en nuestra evolución a animales humanos maduros y autónomos. Nos permiten desarrollar nuestras habilidades sociales, nos obligan a negociar, a aprender a ceder, a tolerar la frustración, a liderar, a aumentar la empatía.

Tener amigos es fundamental porque ellos nos dan noción del mundo fuera del ámbito familiar, cosa muy importante porque no siempre estaremos bajo las alas de nuestros padres y ellos no nos lo pueden enseñar todo.

Tener amigos es tener una ventana abierta a las realidades de otras personas, eso abre nuestro umbral de comparación y aprendizaje, y unido al desarrollo de la confianza intrínseca a la amistad, nos permite desarrollar nuestro pensamiento crítico, pues sólo aprendemos de quién nos da las mínimas garantías de confianza, y con los amigos eso se da por hecho.

Y lo más maravilloso de todo es que, en condiciones normales, no de pandemia mundial, todo esto se logra jugando juntos, así que además es gratis, y los niños se activan físicamente y podemos desterrar el miedo a la obesidad infantil si juegan el tiempo que deben hacerlo. Que es, justo después de acabar las tareas y hasta que se ponga el Sol, y así, todos los días hasta la adolescencia. 

2. En una época marcada por los dispositivos tecnológicos y las redes sociales, las amistades que tienen nuestros hijos ahora distan muchísimo de lo que vivimos nosotros cuando éramos pequeños… ¿cómo ha afectado la tecnología a las amistades que forjamos?  

Hay que entender una cosa importante, y es que la concepción de amigo clásica sigue estando ahí, a pesar de que a los más mayores nos cuesta trabajo darnos cuenta y hablamos más desde el miedo y el recelo a las TICs (tecnologías de la información y comunicación) que no entendemos demasiado bien, que desde el conocimiento de quién sí nació usándolas.

Cuando preguntamos a nuestros hijos si consideran amigos a aquellos “avatares” con los que interactúan en las redes sociales, la respuesta suele ser un categórico y rotundo “no”. Ellos diferencian muy bien a aquella “persona unidimensional” con la que interactúan desde sus dispositivos electrónicos de su amigo del barrio, la escuela, el primo con el que siempre juegan los fines de semana o el conocido del kárate con quien entrenan por las tardes.

De igual manera que distinguen el modo de relación mediante las redes con sus amigos de verdad, como un mero vehículo de comunicación, como nosotros cuándo llamábamos por teléfono a nuestros amigos para saber si iban a bajar a jugar a la calle, de la relación con otros usuarios con los que jamás interactuarán en el mundo real.

Nuestra función como padres es, entonces, reforzar las posibilidades de relación de nuestros hijos en el mundo real con sus amigos de verdad, y cerciorarnos que esa diferenciación entre real y virtual la establezcan con claridad.  

3. Y claro, ahora además con la pandemia y el confinamiento, las redes sociales han sido también el nexo de unión, de mantener nuestras relaciones sociales a pesar de las distancias. Entonces… ¿crees que se pueden crear amistades sanas y auténticas en una época marcada por la inmediatez y superficialidad de las redes? 

Sí, siempre que no queramos innovar en algo que nos ha funcionado desde hace más de 200.000 años. Me explico, las redes sociales son una herramienta digital propiedad de empresas privadas que cotizan en bolsa. No son un servicio público, no son la plazoleta del barrio, no nos hacen ver su interés real al brindarnos ese supuesto espacio de relación.

De tal modo que tenemos que aprender y enseñar a nuestros hijos cómo utilizarlas de manera sensata y sana. ¿Se pueden crear amistades?, sin duda, siempre que una vez contactada esa persona y siendo manifiesto el interés de ambos por ser amigos, se salte a espacios reales, o más íntimos y confiables dentro del mundo de las tecnologías, que las redes sociales no aportan.

Pero ¡ojo!, es importante, hacer esto una vez que tengamos las garantías necesarias de no estar frente a un depredador. ¿Cómo hacerlo? Pues desde que el ser humano es ser humano hemos desarrollado muchos mecanismos de alerta y reconocimiento del otro gracias a las habilidades sociales (esas que debemos desarrollar jugando) y podemos pasar de la red social a la video llamada o a la llamada de teléfono con naturalidad, teniendo en cuenta que ambas son más íntimas y nos permiten examinar al otro y que este a su vez haga lo propio, además de salvaguardar la seguridad con la distancia entre ambos, pero erradicando la presencia y acción de las redes sociales, que a partir de ese momento serán solo un vehículo más de comunicación, pero no el soporte de la amistad.

Si de ahí se puede saltar a la calle, a jugar, a conocerse, a confiar el uno en el otro y aprender, entonces, podremos decir que, gracias a las redes sociales que sirvieron de primer contacto, como aquellos “fancines” de los 70 y 80 nos ayudaron a contactar con gentes afines, se ha fraguado una amistad. Pero si encapsulamos la amistad sólo al ámbito de las redes sociales, entonces mi respuesta es igual de rotunda: No, eso no es amistad porque el medio no está diseñado para eso, no es el mundo real.  

4. Otro tema que nos preocupa es que nuestros hijos sepan elegir bien sus amistades y que no se vean arrastrados por las malas compañías, especialmente durante la adolescencia. ¿A qué crees que se debe esto? ¿Y qué postura deberíamos adoptar los padres al respecto? 

La adolescencia es una época maravillosa de creatividad y curiosidad donde se ponen a prueba todos los límites que durante la infancia hemos sentido o creído sentir. Salvador Allende dijo en 1972: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, y no le faltaba razón.

Queremos experimentar el mundo, pero más especialmente esa parte del mundo que no conocemos, porque que se nos ha ocultado, o se nos ha prohibido de forma explícita. Además, las emociones son todas viscerales y extremas, y pedir mesura y templanza a un adolescente es pedir a un huracán que respete las palmeras de una playa.

Así que, como animales políticos, que aprendemos del otro más que de ningún libro, los amigos juegan un papel toral en el desarrollo del adolescente, y si ahora como adultos no lo queremos ver, los que tenemos un problema de amnesia selectiva somos nosotros.  

Los padres debemos ser conscientes de que ese momento va a llegar y prepararnos para ello. No podemos pretender pasar del “amigo de jugos” al “censor de las amistades” el mismo día que le salgan los granos a nuestros hijos o les cambie la voz, eso es ridículo.

En una relación sana entre padres e hijos, donde la confianza invita a la comunicación, deben de ser nuestras habilidades sociales las que se activen y, dejando siempre su parcela de intimidad personal, sepan más o menos qué está pasando y si es necesario intervenir o no. Porque intervenir puede ser evitar un mal mayor, es cierto, pero dependiendo del caso, intervenir también puede suprimir una experiencia de aprendizaje necesaria. Hay que tener presente que una cabeza bien amueblada, con herramientas bien interiorizadas y reforzadas desde la infancia puede sacar provecho y aprender hasta del mismo diablo sin tener que quemarse en el infierno. Dominio de las habilidades sociales, una buena gestión de la confianza y la comunicación familiar y pensamiento crítico, si lanzamos así a nuestros hijos a la adolescencia hasta las “malas compañías” sumarán para hacer de ellos mejores personas. 

5. ¿Crees que, al igual que ocurre con las relaciones de pareja, también se pueden crear relaciones de amistad “tóxicas”?  

Por supuesto que sí, pero, y seamos francos, las relaciones tóxicas precisan de dos personas predispuestas a caer en ellas, dos o más. Si a nuestros hijos les faltan algunas de las características antes descritas, en circunstancias muy particulares pueden iniciar una relación de amistad tóxica que se alimente de sus debilidades, traumas, inseguridades, sean cuales sean.

A nuestros hijos siempre los veremos como los más guapos, pero nuestros sentimientos no deben nublar nuestra razón y deberíamos saber cuáles son sus puntos más débiles y reformarlos. Claro que este es un ejercicio que, de hacerse convenientemente, también evidenciará nuestras carencias como padres-educadores… en fin, es un tema para escribir un libro.    

6. ¿Podemos enseñar o educar a nuestros hijos e hijas para que sepan elegir de forma correcta sus amistades? ¿Estaríamos cayendo en la sobreprotección?  

Podemos enseñar a nuestros hijos a tener pensamiento crítico, y podemos enseñarles los tipos de amigos que se encontrarán en la vida, sus características y particularidades, como la categorización de Aristóteles sobre la amistad: Amistad por diversión, por interés o amistad de verdad.

Una vez explicado esto, y dando por hecho que nadie tiene un hijo tonto, ellos serán los que entiendan qué tipo de amistad le conviene y para qué cosas en cada momento de su vida. 

Pero decir “este sí” o “este no” es justo lo que un adolescente no necesita, o ¿acaso si tus padres te hubieran impedido mantener una amistad de juventud, que estimaras como necesaria para ambos, lo habrías aceptado sin rechistar? Si contestas afirmativamente y hasta moviendo la cabeza afirmando es porque no te pasó, porque no te lo impidieron, o porque no sentías un afecto real hacia esa persona. De lo contrario, si te lo impidieron y el cariño era real y legítimo, ahora mismo el recuerdo de esta acción censora te estará revolviendo las tripas, igual que cuando tus padres te hicieron daño y no confiaron en tu capacidad a la hora de elegir a tus amigos, ¿quieres eso para tus hijos? 

7. Y por último, ¿debemos ser las madres y padres “amigos” de nuestros hijos?  

Los padres podemos ser muchas cosas para nuestros hijos, desde dioses omnipotentes, héroes sin capa, amigos de juegos y parranda, proveedores de alimentos e internet, dictadores represores o unos perfectos desconocidos. ¿Qué quieres ser tú? 

Los amigos son amigos, y como he explicado juegan un papel fundamental en nuestro desarrollo como adultos. Si como padres usurpamos de manera egoísta el papel del amigo, sin quererlo, estamos castrando todos los desarrollos naturales que con los amigos de verdad se dan.

Habrá quien diga que no está de acuerdo, que con sus hijos habla de todo, que es su amigo, que juega con ellos, que es su confidente y eso le hace feliz.

Y todo eso está muy bien, pero los padres tenemos un aura de territorialidad muy marcada y ser ese “amigo perfecto” puede apartar a ese otro amigo que de verdad que necesita, que tiene su misma edad, que entiende el mundo igual que él, que sufre y se divierte como él y que lo ayudará a encontrar su lugar en el mundo.

Nosotros, los padres, estamos condenados a ser el recuerdo de nuestros hijos desde el momento que estos nacen, nosotros no estaremos siempre ahí, les fallaremos como amigos, porque por generación, moriremos antes que ellos. 

Pero lo importante es no fallarles adrede nunca como padres y, si lo hacemos, si erramos (que lo haremos seguro), aprender juntos de esos errores para que cuando ellos sean padres no los cometan, aunque eso tampoco los hará infalibles.  

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