Tanto a los padres que estamos criando y educando en la actualidad como a nuestros hijos se nos ha dado en llamar ‘generación de cristal’. Dicen que somos más débiles, más frágiles, que no aguantamos estoicamente auténticas dificultades reales, como sí han hecho nuestros padres y abuelos. Lo cierto es que cada generación es hija de su tiempo, su sociedad y sus circunstancias. Pero dado que el debate está sobre la mesa continuamente y que este se ha convertido en una suerte de contienda en el que ambos bandos (la autodenominada ‘generación de piedra’ y la ‘generación de cristal’) se enfrentan sin entendimiento alguno, hemos querido pararnos, reflexionar cuál puede ser el origen de este conflicto y, sobre todo, buscar un punto de entendimiento del que extraigamos, como siempre, un aprendizaje positivo.
En este sentido, la psicóloga María Esclápez tiene claro que no se trata de buscar buenos y malos, sino de comprender que ambas tienen percepciones de la vida “diferentes, que no se comparten. Aunque tengan valores en común no los están reflejando de la misma manera y existe un importante choque generacional entre ambas. Tachar a toda una generación me parece injusto, porque hay gente que está reivindicando sus derechos y pidiendo comprensión a nivel emocional para que no pase lo que ha pasado con anteriores generaciones”, explica.
“Toda la vida se ha hecho así y no estamos tan mal”
La ‘generación de cristal’ ha sido criada de manera distinta, con información que antes no se tenía, como bien recalca esta psicóloga, autora del libro ‘Tu eres tu lugar seguro’. “Se piensa que lo que se hace hoy es una tontería, pero la sociedad ha cambiado y no quiere decir que sea bueno lo que se ha hecho toda la vida. Aguantar cosas que no nos hacen bien no nos convierte en mejores. Tengo pacientes cuyos padres no han sabido hacer una buena gestión y ellos arrastran mochilas y responsabilidades que no son suyas. Esas carencias que nuestros padres y abuelos no solucionaron en su día las hemos heredado por puro aprendizaje y ahora cargamos con ellas. Y cuando nos quejamos o ponemos límites nos llaman ‘generación de cristal’. Pero ¡qué contradictorio sería evolucionar como sociedad y no como persona! Aunque siempre habrá gente que se quiera estancar en el convencionalismo”, lamenta María Esclápez.
Cada generación es hija de su tiempo, su sociedad y sus circunstancias.
“Por qué llamarla entonces ‘generación de diamante’
En Educar es todo nos gustaría cambiar la denominación de ‘generación de cristal’ por ‘generación de diamante’. ¿Por qué?
La generación actual no ha dejado de ser resistente, solo que en lugar de hacerlo, por ejemplo, con una guerra civil o una dictadura, lo ha hecho con una pandemia, con una crisis global, con una preparación nunca antes vista que sin embargo no sirve para poder conseguir una vivienda, un trabajo fijo o poder formar una familia y que generan mucha frustración que hay que saber canalizar. Situaciones y circunstancias distintas que forman parte de tiempos y contextos diferentes.
Además, a día de hoy la preocupación por la educación emocional y la salud mental es más evidente que nunca. Para Esclápez, esto es un síntoma de evolución. “Parte de la evolución de la sociedad es el aprendizaje, aprendemos para ser mejores personas y mejor sociedad y para valorar cosas que otras generaciones no han tenido en cuenta. Se puede decir que en eso hemos evolucionado. Porque antes el que tenía depresión o ansiedad era calificado de loco y cuando querías contar cómo te sentías te decía exagerado o te invalidaban. O en la Edad Media, que quien se salía de la norma era tachado de hacer brujería. Ni se contemplaba esa corriente humanista que vemos ahora. Ahora estamos despertando y dándonos cuenta de la importancia de poner límites”, nos explica.
Como desde Educar es todo siempre nos gusta darle la vuelta a las cosas y hablar en positivo. Ya lo hicimos cuando preferimos ver cómo nuestros jóvenes eran ‘sí-sí’ en lugar de hijos ‘ni-ni’. Y, desde luego, reclamamos en esta ocasión que empecemos a ver a esta generación como una ‘generación de diamante’, transparente, aparentemente frágil, pero que por dentro es mucho más resiliente y resistente gracias a esa gestión emocional y a estos tiempos que también le ha tocado vivir.
No quiere decir que sea bueno lo que se ha hecho toda la vida. Aguantar cosas que no nos hacen bien no nos convierte en mejores. Esas carencias que nuestros padres y abuelos no solucionaron en su día las hemos heredado por puro aprendizaje y ahora cargamos con ellas
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