El último Informe Anual Teléfono/Chat ANAR presentado por la Fundación ANAR, entidad sin ánimo de lucro que se dedica a la promoción y defensa de los derechos de los niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo, señala que, junto al suicidio, que ha experimentado el crecimiento más preocupante debido a la gravedad de sus consecuencias, las autolesiones se han multiplicado por 56 en los últimos 13 años, pasando de 57 casos atendidos a través de las Líneas de Ayuda en 2009 a 3.200 en 2021. Un aumento significativo que evidencia la magnitud de este fenómeno.
Las autolesiones se han multiplicado pasando de 57 casos en 2009 a 3200 en 2021
Sobre ello nos ha hablado Geny Diego, coach especializada en adolescentes y familias, y educadora certificada en Disciplina Positiva en familias, que ofrece una versión realista de este asunto, basando su testimonio en experiencias con jóvenes. Su información va en consonancia con datos de estudios sobre conductas autolíticas que se publican cada cierto tiempo, coincidiendo en que las cifras van en aumento. De hecho, según el último informe Faros, el 27,6% de los jóvenes en Europa tiene conductas autolesivas. Las más habituales suelen consistir en hacerse cortes o quemaduras en los antebrazos.
Pregunta: ¿A qué se hace referencia cuando hablamos de conductas autolesivas? ¿De qué tipo de comportamientos estamos hablando?
Respuesta: La autolesión es un daño intencionado que se provoca una persona en forma de cortes en brazos, piernas o lugares del cuerpo que no sean de fácil visibilidad. También se consideran autolesiones golpearse a sí mismo con algún objeto, poner las manos en una superficie con fuego y cualquier acción que suponga una autolesión en la que se busque el alivio emocional.
P: ¿Qué puede llevar a nuestro hijo a querer hacerse daño?
R: Una de las principales causas que lleva a nuestros hijos e hijas a autolesionarse es la falta de control sobre sus emociones, ante la ansiedad, el estrés, el enfado o la presión, tanto social como en casa. Se sienten incapaces de pedir ayuda y no quieren que su entorno, los padres, los profesores… se preocupen por ellos. Por eso se guardan para ellos muchas cosas que les pasan y cuando ya no pueden más, la autolesión es una válvula de escape.
Otra de las razones es para autocastigarse y para evadirse cuando les invaden pensamientos como “no vales nada” o “a ver si te duermes y ya no te vuelves a despertar más”… Después de autolesionarse, algunos de ellos se castigan, por ejemplo, privándose de comer “hoy no comes porque no te lo mereces”.
P. ¿Qué pretende realmente un adolescente cuando se hace daño así mismo? Todavía hay mucha gente que piensa que es una niñería y lo que quiere conseguir con esto es llamar la atención…
R: Cuando nuestros hijos o hijas se autolesionan no lo hacen para llamar la atención, ya que, si no, no se tomarían tanto trabajo en ocultar sus autolesiones. Una de las señales que a los padres y madres nos puede dar una pista de que algo así podría estar ocurriendo, es que nuestros hijos lleven los brazos tapados tanto en invierno como en verano.
P: ¿Las autolesiones pueden llegar más lejos y derivar en el suicidio?
R: Algunos de los chicos y chicas que se autolesionan sí tienen pensamientos suicidas, pero muchos lo que desean es solucionar la situación, más que desaparecer ellos. No quieren morir realmente, quieren que la situación que les está creando estrés y en la que se ven inmersos, se termine.
Los padres y madres que conocen esta situación intentan en casa esconder las cuchillas y los medicamentos, sin embargo, siempre encuentran algo con lo que poder autolesionarse o lo compran.
P: ¿Hay un perfil común en estos adolescentes?
R: Suele ser un perfil de adolescente con una baja autoestima y sin herramientas para gestionar la tristeza, el rechazo social, el estrés en los estudios, una situación familiar en casa como una separación o la pérdida de un ser querido.
Se niegan a pedir ayuda por no molestar, para que la gente no se compadezca de ellos y para no mostrar debilidad. Y aquellos que se atreven a contarlo, en ocasiones se encuentran con que su entorno reacciona con una actitud sobreprotectora. Por ejemplo, por parte de los profesores, de los padres e incluso compañeros de clase. Lo que puede provocar que se sientan constantemente observados.
P: ¿Qué señales de alerta nos pueden mostrar que un adolescente se está autolesionando?
R: Cuando se autolesionan hacen todo lo posible por ocultarlo y con cada autolesión se especializan en mentir y en buscar técnicas para ocultarlo. Un detalle que llama la atención es que siempre van tapados por miedo a que los demás lo vean, a ser rechazados, a perder amistades…
Entre los adolescentes que se autolesionan se ayudan entre ellos pasándose los apósitos, por ejemplo, o aconsejándose cómo tratar una herida. Mientras que para una parte de ellos es importante que las heridas no se infecten, a otros no les importa en absoluto el estado de las heridas.
P: Está claro que los padres necesitamos aprender mucho en este sentido. Como experta en autolesiones, ¿qué aconsejas que hagamos si nos enteramos de que nuestro hijo se está autolesionando?
R: Cuando nuestros hijos se autolesionan, por una parte les gustaría que lo supiéramos, pero a la vez se sienten incapaces de contárnoslo. No quieren hacernos daño y por este motivo, en la mayoría de los casos, no va a salir de ellos y los padres nos enteramos por terceros.
Lo que a ellos les gustaría es ser escuchados sin ser juzgados. Les gustaría que los padres conectemos con ellos, que nos pongamos en su lugar y que les guiemos. Necesitan que les ofrezcamos posibilidades para salir de este círculo vicioso, del que no saben salir. Por ejemplo, acudir a un psicólogo. Tampoco quieren que les obliguemos a subirse las mangas, que no les tratemos con pena ni que les presionemos para que cuenten lo que les pasa, que entendamos que es duro para ellos y que no les aislemos de los problemas, ya que se dan cuenta y se sienten desplazados del grupo familiar.
P: ¿Qué mensaje nos darías a aquellos padres que estamos pasando por esta situación con nuestros hijos?
R: Lo primero que os quiero aclarar es que las autolesiones no tienen como finalidad el suicidio, pero un adolescente que se autolesiona sí tiene más pensamientos suicidas que uno que no lo hace.
Cuando nos enteremos, ya sea por terceros, porque hemos visto las heridas o simplemente tenemos la sospecha de que pueda estar autolesionándose, debemos tratarlo con mucho tacto y respeto cuando se hayan bajado nuestras emociones de miedo o quizás rabia, también. Asimismo, tenemos que darles espacio y tiempo para que puedan expresarnos cómo se sienten y, una vez que lo hagan, consensuar con ellos acudir a un profesional que nos indicará qué tipo de terapia se adapta mejor a nuestro adolescente para recuperar su bienestar emocional. Además, tenemos que evitar hablar de este tema a otras personas ajenas al núcleo familiar delante de ellos.
Los padres nos solemos sentir frustrados, angustiados, enfadados, perdidos e impotentes, de modo que, en ocasiones es muy positivo que nosotros mismos también recibamos ayuda de un profesional para poder gestionar las emociones que esta situación nos provoca y así no caer en comentarios como “o paras de hacerte esto o te internamos”.
Sobre todo, tenemos que transmitir a nuestros hijos que somos un equipo y que vamos a trabajar juntos.
