Si de verdad creemos que la educación lo cambia todo tenemos que estar preparados para utilizarla bien, para educar bien. La educación sirve para construir un mundo con personas que saben escuchar, entender a los que son diferentes a ellos, que son capaces de interpretar las subjetividades de otras personas aunque tengan diferentes opiniones, valores.
¿Cómo podemos mantener una conversación sobre entender las subjetividades con nuestros hijos al tiempo que ejercitamos nuestra capacidad para entender a los demás? Te proponemos cuatro herramientas que pueden ser ejercitadas y compartidas a cualquier edad:
- No siempre fue así: hoy damos por aprendidas e interiorizadas muchas cosas que no eran tan evidentes no hace tanto tiempo. Hace solo 140 años que la esclavitud fue abolida en España. Hace solo 45 años que a las mujeres se les reconoció el derecho a abrir una cuenta corriente a su nombre en España. Hace solo 15 años que en España se permite que personas del mismo sexo puedan casarse. La universidad española estuvo seis siglos solo con hombres, hasta 1872 con la incorporación de la primera mujer que pudo asistir sin tener que disfrazarse, como Concepción Arenal, esa mujer era la médica, pedagoga y profesora María Elena Maseras. Hoy nos parece atroz la esclavitud, la discriminación en las oportunidades por cuestión de género, por orientación sexual. Debemos saber y asumir que tendríamos opiniones, valores diferentes de haber nacido en otro momento que el que actualmente vivimos. Y que, seguramente, algunos de los valores que hoy damos por buenos, resultarán atroces con el paso del tiempo.
- No es así en todas partes: Nuestras subjetividades cambian en función de donde nazcamos, de donde vivamos. Lo que en un sitio es una tradición respetada en otro lugar parece ridículo. Lo que en un país resulta normal en otra parte del mundo es delito. Puedes explicarles a tus hijos que la sociedad en India está organizada por castas, que en Japón una persona se inclina ante su anfitrión y, en caso de no hacerlo, humillará a quien le ha invitado, en China está bien visto escupir y en muchos de los países árabes la mujer recibe un trato que nosotros consideramos denigrante y ellos consideran normal.
- Ejemplos cotidianos: Puedes ir descubriendo a tus hijos (y descubrirte a ti mismo) casos cotidianos donde las subjetividades de cada uno hacen que personas nacidas en un mismo tiempo, espacio, veamos el mismo hecho de una forma diferente. Por ejemplo: si una persona fuma no le molesta el olor del tabaco, a otra sí, a unos nos gusta un alimento que a otro no, tenemos opiniones dispares de las mismas personas, unos creen en Dios, otros no… y todo ocurre bajo el mismo techo. Lo que nos une son nuestras discrepancias.
- En la familia: Puedes cambiar “en esta familia se piensa así” por “en esta familia se razona” y que vuestras conversaciones os enriquezcan con las opiniones dispares. Convertir la conversación en lo que el filósofo alemán Jurgen Habermas considera “situaciones conversativas ideales”, que acojan diálogos que conduzcan a determinados consensos gracias a la utilización inteligente de la razón.
Dedico estas líneas a mi hija Blanca, 22 años, que me dijo que “estaba contenta de la forma que pensaba, de sus ideas” pero que sabía que sus ideas no son necesariamente LA VERDAD (con mayúsculas). Blanca asume que son su verdad, a la que ella había llegado pensando, viendo, razonando. Cree, en cambio, que sí que había una VERDAD (con mayúsculas) sobre valores que considera universales (respeto, generosidad, igualdad de oportunidades) y sobre los que podríamos diseñar una sociedad más inteligente, justa. Esos valores nos ayudan a progresar en el concepto más humano de la palabra.