“Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.
Con este poema Antonio Machado quiso reflejar la situación que se vivió en España durante la Guerra Civil. Una situación que, a día de hoy, continua latente.
España es un país muy singular, para lo bueno y para lo malo. Somos un país de tópicos, un país de contrastes, un país de opiniones, un país de un carácter muy particular que nos separa y nos une en cuestión de segundos.
La gente española es una gente muy solidaria en momentos. Pero, por el contrario, los españoles somos muy nuestros, y cuando nos tocan determinados temas sale ese lado oscuro, egoísta y diferencial que no nos deja ver más allá de nuestras propias ideas.
Durante este confinamiento hemos sido testigos de esas Dos Españas, de esos dos caracteres. Desde el mes de marzo no hemos parado de oír en los medios que esta epidemia nos iba a hacer mejores personas y nos iba a mostrar un camino nuevo de solidaridad y de unión. Y eso es lo que parecía cuando, a través de una cadena de mensajes, el sábado 14 de marzo, salíamos a los balcones a aplaudir a los sanitarios que se estaban dejando la vida por ayudar y sacar adelante a muchos españoles contagiados, independientemente de sus ideas, su condición o su clase social. Los días fueron pasando y las salidas al balcón continuaban siendo algo habitual en nuestra rutina diaria, sin importarnos nada. Sin embargo, a medida que se sucedían los días, ese otro carácter español iba apareciendo para dar la razón a Machado. Fue entonces cuando esa solidaridad de las 20h se empezó a transformar en crispación e insolidaridad, tan solo una hora más tarde. De esa manera, mientras a las 20h aparece la unión a las 21h aparece la irritación social y la intolerancia, olvidando de un plumazo lo que estos dos meses atrás nos ha unido.
El Covid-19 ha puesto de manifiesto que la sombra de nuestros acontecimientos pasados sigue siendo, a día de hoy, muy alargada, y que la única manera de acabar con ella es la educación en valores como el respeto. Aquí es donde padres y madres entran en juego. Son ellos los que tienen que canalizar todo este enfrentamiento ante los ojos de unos hijos que no entienden por qué a las 20h el vecino de al lado es un amigo y a las 21h se convierte en un enemigo. Tenemos que acabar con estas dos Españas de una vez por todas a través de la educación de nuestros más pequeños, sembrando en ellos la semilla de la solidaridad, la tolerancia y el respeto. Y cuando hayamos conseguido esto, habremos conseguido lo que Machado nunca pudo ver con sus propios ojos, un país unido, un único país llamado España.
