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¿Qué pasa cuando no se cumplen las expectativas que tenemos como padres?

En la maternidad y en la paternidad acumulamos un sinfín de expectativas. Ser capaces de gestionarlas nos permite afrontar la crianza y la educación con realismo, tal y como nos explica Sara Noguera, madre de cuatro hijos y fundadora de Kimudi.

“¡Voy a ser mamá!”, “¡Voy a ser papá!”. Cuando pronunciamos estas palabras viene a nuestra mente, probablemente, una sucesión de escenas que nos imaginamos de cómo va a ser nuestra vida a partir de ese momento, y también de cómo va a ser ese bebé que esperamos. Nos configuramos una idea de cómo queremos criar, de cómo queremos educar y de cómo queremos que nuestro entorno reaccione y nos acompañe. Muchas veces esa creación nada tiene que ver con lo que sucede en la realidad. Esta misma semana compartíamos precisamente un IGLive con Sara Noguera, maestra de Educación Infantil, mamá de cuatro hijos, fundadora de Kimudi crianza, especialista en inteligencias múltiples, cuentoterapia y musicoterapia, en el que hablábamos de cómo podemos gestionar esas expectativas para que no nos afecten y para que podamos criar con libertad, realismo y autoconfianza.

 

 

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¿Qué son las expectativas?

Las expectativas parten de la base de lo que pensamos que tiene que suceder y el choque frontal de la realidad. Y es que vivir en el presente es lo que nos ayuda a gestionar las expectativas de una forma realista. Tal y como nos aconseja Sara Noguera, “solo nos van a funcionar esas expectativas cuando nos centramos en lo que depende de nosotros, no en lo que queremos que suceda, porque en ese caso lo que haríamos sería generar una frustración en los adultos y en esa familia. Imagínate lo que pasaría en mi casa, donde chocan a la vez seis realidades distintas porque somos seis personas distintas conviviendo”.

En este sentido, podemos hablar de expectativas generadas con la pareja, con nuestra familia y amigos, con el entorno educativo de nuestros hijos, con la sociedad e incluso con lo que vemos en las redes sociales.

 

Expectativas con nuestra pareja

El problema de las expectativas con la pareja es, para la fundadora de Kimudi, “imaginar, en lugar de hablar”. “Tenemos que tener en cuenta”, explica, “que nuestra pareja se está enfrentando por primera vez a la crianza como nosotros, y para ello tenemos que comunicarnos. No se pueden dar las cosas por hecho, porque hay otro ser humano más y tenemos que buscar consensos. Obviamente no vamos a casar con todo lo que hace o dice el otro, pero las expectativas en la crianza se solucionan hablando. No debemos convertir la maternidad o la paternidad en un suplicio. Ya es un salto al vacío en sí mismo. Así que tenemos que ir aprendiendo a ser padres y madres en el momento, por mucho que nos hayamos preparado antes”.

“No debemos convertir la maternidad o la paternidad en un suplicio. Ya es un salto al vacío en sí mismo”, Sara Noguera.

Expectativas con la familia y amigos

 

¿Y qué pasa con nuestro entorno? Es aquí donde está la realidad de la vida y, en muchas ocasiones, esperamos cosas de nuestras familias y amigos que luego no se producen, o sucede todo lo contrario: actúan o dicen lo que no esperábamos. “No podemos escuchar las expectativas de los demás todo el tiempo, porque eso termina por afectarnos. Como sociedad estamos constantemente dando opinión cuando nadie nos la pide, y eso solo hace que dudemos de las decisiones que tomamos. El ‘a mí sí me funcionó’ que está tan de moda 

debemos erradicarlo, porque la realidad de cada uno es distinta a la del otro”, asevera la especialista en inteligencias múltiples y madre de cuatro hijos.

 

Expectativas con la sociedad

Precisamente la sociedad también nos genera expectativas. Nos hace creer que las madres somos ‘superwoman’ y que podemos con todo. “Pero no es así, no tenemos que agradar a nadie. Nuestros hijos no tienen que vernos felices, tienen que vernos. Y aquí es importante que compartamos nuestra realidad con ellos. Si nuestro hijo ve que no llegas a todo, se va a permitir en un futuro no llegar a todo“, explica Sara Noguera. “Luego dirán que estamos provocando una generación de cristal, pero en realidad lo que ocurre es que nuestra generación está haciendo terapia porque ha entendido que no es malo sentir. Explicarles a nuestros hijos cómo nos sentimos facilita luego que nuestro hijo cuando se sienta mal nos pida ayuda. Es importante naturalizar que todos somos humanos y que nos equivocamos”, concluye.

“Nuestros hijos no tienen que vernos felices, tienen que vernos. Si nuestro hijo ve que no llegamos a todo se va a permitir en un futuro no llegar a todo”, Sara Noguera.

La maternidad es una de esas etapas en las que pedir ayuda se antoja necesario. “Se habla muy poco de la soledad de la maternidad. Es más, se invalidan las quejas de una madre o de un padre. Y sobre nuestras emociones no tiene que opinar nadie. Para que deje de haber adultos que decidan y nos impongan qué es lo que debemos sentir o no debemos sentir, tenemos que preparar a los niños y darles herramientas para ser libres. Por eso hay que priorizar la educación emocional desde las escuelas, dedicándole el tiempo que se dedica a una asignatura”, sugiere esta maestra de Educación Infantil.

 

Expectativas con el entorno educativo

En este punto es inevitable fijarnos en lo que sucede en el centro educativo de nuestros hijos. Las expectativas vuelven a salir a flote cuando se trata de escuelas infantiles o de colegios. Y es que, como dice Sara Noguera, “no hay colegio perfecto, como no hay trabajo perfecto. Pero tienes que tener dos o tres líneas verdes y otras dos o tres rojas, según lo que estás dispuesto a aceptar o no de ese centro. Y si se pasan esas líneas rojas, hay que tomar decisiones. Pero para avanzar hay que aportar. Además, siempre podemos, si no nos gusta algo, meternos en el AMPA. Todo el mundo opinamos en la puerta del colegio pero nadie entra a cambiar las cosas cuando hay que hacerlo”, considera Sara.

 

Expectativas con las redes sociales

Otro gran tema de controversia relacionado con las expectativas en la educación y en la crianza la encontramos en las redes sociales. “Parece que solo nos quedamos con lo que anhelamos, y tenemos que hacer un ejercicio de autocrítica: con un minuto que vemos de la vida de otra persona, ¿nos vamos a sentir mal por el tiempo que nosotros pasamos con nuestro hijo? No es cuestión de cantidad, sino de calidad. Y no sabemos lo que hay en cada casa, lo que se mueve dentro. Cuando alguien te cuenta lo maravilloso que es estar con sus hijos en ese momento en redes, lo está grabando, ergo no está con sus hijos. Hay que reflexionar sobre esto, sobre por qué nos afecta un minuto de la vida de esta persona, porque al final es algo que pagamos con nuestros hijos”, nos invita la fundadora de Kimudi crianza, quien aprovecha para sugerirnos que no idealicemos y, sobre todo, que gestionemos las expectativas con mucho, mucho realismo.

 

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Lara Fernández

Lara Fernández

Periodista especializada en Educación y maestra de Educación infantil
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