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Quiero que mi hijo tenga papitis

Los Reyes Magos le han traído a mi hijo de dos años un bebé (de juguete) con su cochecito. Le ha hecho mucha ilusión. Ahora se pasa el día dándole de comer, meciéndolo y paseándolo para que se duerma. Para muchos hombres lo que os acabo de contar es un problema. Una tragedia de la que preocuparse. Un niño jugando a “ser mamá”. Divirtiéndose con muñecas. Sin embargo, yo como padre no puedo estar más satisfecho y feliz. Para mí es algo muy especial. Es mi hijo mostrando ternura y cariño. Arropando y cuidando al bebe. Exteriorizando emociones.

Y precisamente eso es lo que pretendo, que mi niño descubra que mostrar sentimientos no es nada malo. No es señal de debilidad, ni algo exclusivo de las mujeres. No es nada de lo que avergonzarse o arrepentirse. Todo lo contrario. Es algo de lo que estar muy orgulloso. Atrás quedaron otros tiempos. Muchos de nuestros padres tuvieron vetadas las emociones“Los chicos no lloran” que cantaba Miguel Bosé. Socialmente se les impidió dar un abrazo sincero a su hijo, aun cuando fuera lo que más le apeteciera, aun cuando murieran por dentro por poder hacerlo. Quizás porque nos ha tocado crecer huérfanos de ese afecto paterno, ahora, muchos de los papis de nuestra generación nos desvivimos por demostrar a nuestros hijos lo que sentimos por ellos. Porque seguimos maldiciendo esa hombría erróneamente interpretada que nos privó de su cercanía y apego.

Por eso no hay un solo día que no le diga al oído a mi hijo que lo quiero. Ni un solo día que no me lo coma a besos. Que sepa que su padre lo adora. Que lo sepa, no que lo intuya. Pretendo que vea que su padre se vuelca en cuerpo y alma con él. Porque quiero que mi hijo tenga papitis. Me muero de envidia cuando el peque, si está triste, busca a su madre.

Yo también necesito que mi hijo tenga esa conexión especial conmigo. De hecho, mi mujer y yo tenemos un pacto. Por razones laborales ella pasa más tiempo con él. Por eso, entre semana, en cuanto llego a casa me encargo del niño. Yo lo baño, le pongo el pijama y le doy la cena. Porque el roce hace el cariño. Y de paso la mami desconecta un poco, que después de toda la tarde, también se agradece.

Así que ya puedo llegar agotado, que me toca mi momento con mi niño. Padre e hijo. Sonrisas y miradas. Juegos y canciones. Risas. Empatía. Y los sentimientos (los suyos y los míos) a flor de piel. Y mi hijo va absorbiendo que su padre está ahí. Va interiorizando que su papi también tiene emociones que no deja de compartir con él. Que lo quiero. Y que se lo hago saber para que no tenga ninguna duda. De hecho no me extraña que el peque juegue con un bebé. Que lo mime y lo arrope. Los niños repiten lo que hacen sus padres. Y no podemos estar más orgullosos de que nuestro hijo juegue a cuidar a un bebe. A darle besitos. A abrazarlo. A quererlo….porque precisamente eso es lo que ve hacer a sus padres con élY, con suerte, será lo que haga el día de mañana con sus hijos.

Pablo Romero ya nos sorprendió con el artículo “Estamos embarazados” que te recomendamos encarecidamente leer.

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