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El padre de la ex vicepresidenta de Korean Air es el presidente de esa compañía. Cho Yang-ho, el nombre del padre, tuvo que disculparse por el comportamiento de su hija. “No he logrado educar adecuadamente a mi hija”, señaló.
Cierto, la educación recibida por esta mujer de nombre Cho Hyuan-ah ha sido mala y su padre debe estar arrepentido por haber sido un educador tan nefasto. Su hija ha tenido que renunciar a todos sus cargos y es probable que acabe en prisión por actuar de forma incorrecta a bordo de un avión. Hizo que la nave regresara a la puerta de embarque porque quería expulsar a un empleado del avión a punto de despegar. El empleado no había cumplido sus expectativas; le había entregado unas nueces en una bolsa, en vez de en un plato, procedimiento que, al parecer, debería conocer.
¿Qué tipo de creencia debió calar en lo más profundo del cerebro de la joven ejecutiva para comportarse como un ser superior que permite vejar a los demás, ser tan egoísta? Fue una creencia que le tuvo que llegar desde la educación que recibiera en el hogar.
No hay que irse tan lejos para desalentarse con personas que han sido educadas en la creencia de ser superiores por haber nacido en un determinado ambiente y creen que merecen no ser mezcladas con otras que nacieron en otros barrios, no fueron a determinados colegios o simplemente visten o consumen de forma diferente.
Pobre Cho Hyuan-ah, debe ser una mujer muy infeliz. Quizás crea que el mundo equivocado está a punto de meterla entre rejas solo porque ella quiso que todo funcionara mejor. Su padre tiene tanto dinero y debe tener tanto miedo de su hija que es probable que intente solucionar con dinero lo que ya no tiene solución.
En las antípodas de esta historia se encuentra uno de los vídeos más virales de los últimos días (diecinueve millones de visionados en apenas tres días). Es la historia de un mendigo que ha acabado como tal por dejarlo todo para cuidar de sus padres. Un buen día (en el que es grabado por una cámara oculta) recibe 100 dólares de un extraño que son utilizados para comprar comida y compartirla con otros mendigos a los que ni siquiera conoce. Su acción le hace, obviamente, sentirse más feliz, él habla de unos valores sólidos que cualquier persona de bien suscribiría.
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La actualidad nos depara muchas oportunidades para compartir con nuestros hijos en casa y reflexionar sobre la posibilidad de transmitir unos u otros valores.
