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“No tenemos que enseñar a los niños a tolerar la frustración, sino a gestionar sus opciones” (Noelia López-Cheda)

"Más que tolerar la frustración, sería aceptar lo que ha pasado y ponerse en marcha para ver qué se puede hacer", dice Noelia López-Cheda
frustración resiliencia

Hablamos mucho de la necesidad de enseñar a nuestros hijos a “tolerar la frustración”, entendiéndolo como educar a nuestros hijos en la idea de que no todo sale bien, no tienen que conseguir siempre todo lo que quieren, que a veces se pierde… Nos decía Eva Millet que se habla de baja tolerancia a la frustración como si “fuera una enfermedad crónica frente a la cual no se puede hacer nada”. Noelia López-Cheda le da una vuelta a esta idea al afirmar que educar para tolerar la frustración supone “educar para vivir bien la frustración”, y ella propone ir más allá: ” Más que tolerar la frustración, sería aceptar (que no resignarse) lo que ha pasado y ponerse en marcha para ver qué se puede hacer”, que se parecería a la resiliencia, que supone adaptarse o fortalecerse ante una situación adversa . Lo vemos con un ejemplo.

María no tolera la frustración

María está muy ilusionada. Hoy ha invitado a su gran amiga del alma, Rebeca, a su piscina y ha imaginado una tarde de juegos, a su aire, sin tener que estar con sus padres ni con su hermano pequeño. María tiene ya once años y quiere ir a su aire, su familia le parece un poco rollo. Pero poco después de comer, el padre de Rebeca llama a la madre de María: Rebeca tiene fiebre y no va a poder ir a la piscina de María. María, que siempre ha tenido un fuerte temperamento, primero se preocupa por saber si su amiga está bien y luego empieza a encenderse y enfadarse pensando en la tarde perdida, en que se ha quedado sin mejor plan que estar con sus padres y su hermano y se encierra en su habitación, diciendo que menuda suerte tiene, que vaya rollo de tarde le espera, que menuda familia le ha tocado… En definitiva, siente una enorme frustración, una sensación de que se le ha privado de algo que esperaba, tal como define “frustrar” la Real Academia de la Lengua.

Ante episodios como este, los padres de María suelen decir que su hija no tiene tolerancia a la frustración, que debería tolerar mejor la frustración… Pero en el fondo, si lo piensan un poco, lo que quieren decir es otra cosa: no se trata de que quieran que María sonría ante el contratiempo, lo lleve con resignación y vaya a otra cosa. De hecho, si lo piensan bien les parece un poco insensible actuar así: ¿acaso es malo que nos enfademos por un contratiempo? Tal vez, se paran a pensar, el problema es la intensidad del enfado y el no poder salir de ahí, el no buscar un plan B, lo que les preocupa. Es decir, que lo que los padres de María querrían inculcar en su hija es su capacidad de pensar soluciones o alternativas, después de un tiempo de sentir esa legítima frustración y enfado. Y ya, con ese enfoque, son capaces de ponerse a pensar con su hija en alternativas cuando esta se calma.

Claves para convertir un momento de frustración en un aprendizaje de resiliencia

  1. Entender y legitimar su enfado, sin juzgarlo. Es normal que nos enfade que las cosas no salgan bien.
  2. Dejarles un tiempo para calmarse y enfriarse, sin sermonear e intervenir si no quieren o abrazándolos si quieren. Aguantar con calma este momento es muy complicado, pero no podemos caer en dejarnos llevar por la frustración que nosotros sentimos porque esto no acabe ya, ¿no os parece?
  3. Una vez que se han calmado, expresar empatía y fomentar que piensen por ellos mismos qué hacer ahora, qué plan B trazar, preguntándoles, invitándoles a pensar y, quizá, dando alguna pista sin dirigir. Por ejemplo, los padres de María podrían esperar a que María saliera, ya más calmada, de la habitación, para decirle: “Entendemos que es un fastidio que se cancelara tu plan especial y que te sientas así. ¿Qué podemos hacer ahora? ¿Te apetece que hagamos algo juntos? ¿Qué podría hacer que te sintieras mejor? “
  4. Criticar el comportamiento, pero no la emoción ni a la persona. Seguro que en medio del huracán de la frustración nuestros hijos han dicho o hecho cosas inadecuadas. Cuando retomemos, con calma, estaría bien hablar de esas conductas inapropiadas, pero sin juzgar a la persona o a sus emociones. Por ejemplo, en el caso de María: “Entendemos que te hayas enfadado porque se cancelara tu plan soñado, que tanta ilusión te hacía, pero lo que has dicho sobre tu familia y tu hermano nos ha dolido…”.

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Imagen de portada: Avi Richards /Unsplash

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