Ana lleva dos cursos en un cole nuevo, pero aún no tiene amigos. Sus padres la llevan y la recogen a pesar de vivir a dos manzanas del colegio y de que todos los compañeros van andando juntos. Tampoco ha podido apuntarse a baloncesto, como la mayoría de chicas de su clase, porque tiene gafas y sus padres no lo ven conveniente.
Ana no está acostumbrada a comenzar conversaciones porque nunca ha podido hacerlo. Sus padres la cuidan mucho y casi siempre hablan por ella. En el médico, de compras, con la profe, incluso con los propios compañeros. Le han invitado a un cumple y ella no quiere ir. Nunca ha ido a ninguno porque siempre le dolía la barriga o se encontraba mal. Pero hoy es el día y ya no puede poner excusas, sus padres le han dicho que ya es mayor y que va siendo hora de tener amigas, pero ella aún no sabe cómo hacerlo.
De camino a la fiesta se ha puesto a llorar muy nerviosa y le ha confesado a su padre que no quería ir. Él se ha dado cuenta que quizá están yendo un poco deprisa. Si nunca ha podido enfrentarse a algo así sola, ahora que los demás sí saben, puede hacerla sentir muy mal.
Han vuelto a casa y sus padres han decidido que si quiere puede ir andando al cole, un primer paso hacia su autonomía.