La base de una buena convivencia, de una buena sociedad, es el respeto. Se aprende a respetar. ¿Por qué hay tantas personas que no respetan a los demás? ¿Han nacido irrespetuosos? ¿Existe algún componente genético que favorece la falta de respeto? ¿Han ido a un colegio donde se les enseña a no ser respetuosos? Nuestros hijos aprenden de nosotros. Podemos y debemos educar en el respeto.
Mi último viaje en AVE -en un vagón con solo dos personas más- se me hizo insoportable. Las dos personas, una delante y otra detrás, hablaban alto. Una de ellas mantenía conversaciones por Skype sin ponerse unos cascos. La otra visualizaba un vídeo que le parecía muy divertido a tenor de sus comentarios y carcajadas.
No hay duda de que todos los pasajeros del AVE sabemos que hablar por teléfono en el vagón del AVE está mal. Así lo avisan por la megafonía y porque cualquier persona sabe -por experiencia propia- que molesta al resto de viajeros. Es una falta de respeto.
Bajé a la calle y un señor, rondaría los cincuenta años, aspiraba con fruición un pitillo con la mascarilla bajada. Caminé detrás suyo a unos cuatro metros de distancia. Treinta segundos después me vi sorprendido por un gesto violento que enviaba la colilla -aún encendida- a la acera donde ambos nos encontramos.
No hay duda de que todas las personas sabemos que ir con la mascarilla bajada por la calle al tiempo que fumamos está mal. Todos sabemos que estamos haciendo un esfuerzo colectivo por intentar que el virus de la COVID no se propague. Para ello nos ponemos la mascarilla y evitamos que el aire expelido por el tabaco pueda propagar el virus en el caso que estemos contagiados. Todos sabemos que tirar una colilla a la calle ensucia la ciudad y todos sabemos que hay ceniceros en todas las papeleras. Sabemos que hacerlo es una falta de respeto.
Ese mismo día, unos minutos después, otro señor -este era algo más joven, de unos treinta años- respiró, sorbió con fuerza para, a continuación, proceder a escupir en la acera por donde otras personas estábamos. Todos sabemos que escupir en la calle es una falta de educación, es insalubre, produce repulsión en otras personas, es una falta de respeto.
Cualquier día de cualquier mes otro ciudadano le pidió a un fontanero que vino a su casa que le “cobrara sin factura” porque así evitaba pagar el IVA. Ese mismo día un magnate -que había hecho su riqueza en España- fijaba su residencia en otro país para así evitar pagar impuestos. Todos los ciudadanos sabemos que si no pagamos impuestos no será posible que tengamos sanidad, educación, pensiones, ayudas a los más desfavorecidos. Todos sabemos que los impuestos son la vía más eficaz para que tengamos una sociedad más justa. Y evadirlos es una grave falta de respeto al conjunto de la sociedad.
Cualquier día de cualquier mes otra persona decidió no ponerle una vacuna a su hijo contra el sarampión. Todo el mundo sabe que los casos de sarampión están aumentando porque hay adultos y niños que no han sido vacunados y se trata de una enfermedad extremadamente contagiosa. Todos sabemos que contagiar a otra persona cuando sabemos cómo evitarlo es faltar al respeto.
Cualquier día de cualquier otro mes, unos chavales que tomaban unas cervezas en una terraza de una calle trataron con desprecio, sin hablar, ni mirar siquiera a los ojos a un mendigo que se dirigió a ellos con mucha educación pidiéndoles alguna moneda que le ayudara a alimentarse. Todos sabemos que hay personas que sufren, que necesitan de nuestra solidaridad -emocional y a ser posible económica- para ayudarles en sus malos momentos. Tratar con desprecio a una persona por su condición de indigente es una falta de compasión, una indecente falta de respeto.
Cualquier otro día de cualquier otro mes, finalmente, el “jefe” de una empresa tomó la decisión de pagar un 25% menos de salario a una mujer que sustituía una vacante de un hombre que había dejado la empresa. La única razón para esa diferencia de salario fue su género. Todos sabemos que discriminar a las personas no nos permitirá tener una sociedad justa, que progrese adecuadamente. La discriminación es una falta de respeto al talento, al conocimiento, a la voluntad, al compromiso, a la propia esencia del ser humano.
El respeto no entiende de sexos, clase sociales, tendencias políticas, edades, de coeficientes intelectuales. Solo entiende de educación. La verdadera y buena educación impide que seamos irrespetuosos.
Las personas que fuimos educadas (perdón por la petulancia) para respetar a nuestros prójimos, a la sociedad en la que vivimos, no protagonizaremos ninguno de los episodios antes relatados.
Las madres y padres que hemos educado a nuestros hijos en el respeto sabemos que nuestros hijos no hablarán alto en el AVE, si fumaran apagarían su cigarrillo en una papelera, llevarían la mascarilla subida, no escupirán en la calle, pagarán los impuestos que les corresponden, siempre atenderán al prójimo y más si están en una situación de indefensión, actuarán sabiendo que en lo que todos somos iguales es que todos somos diferentes y por ello no discriminarán a nadie por su género, sus ideas o creencias.
El respeto es la base de una sociedad mejor. El respeto es un tema del que no hablan los políticos ni los medios de comunicación. Quizás porque hablar de respeto sea aburrido por importante que sea. De nosotros, de las madres y padres, depende que nuestros hijos sean respetuosos y por lo tanto se hagan respetables. De nosotros depende que nuestros hijos hagan una sociedad mejor.
De nosotros depende porque nuestros hijos no nacieron respetuosos pero tampoco lo contrario.
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