En las redes sociales, en la calle y en muchas casas hay un porcentaje grande de personas que creen que Messi no tiene “derecho” a llorar. Lo expresan más o menos así:
“Con la pasta que tiene… y se pone a llorar. Vaya mentiroso. Llorar pueden llorar los que no llegan a final de mes, pero este con los bolsillos llenos. Sus lágrimas son de cocodrilo”
Si tu hijo escucha esto concluirá que:
- Los que tienen mucho dinero no tienen derecho a llorar.
- Messi llora de mentirijillas, está actuando.
- Solo tienen derecho a llorar los que tienen desgracias económicas, fallecimientos. Llorar porque dejas una empresa, grupo de amigos no es posible si ganas mucho dinero.
- Si no quieres llorar puedes renunciar a lo que consideras que son tus derechos.
Me pregunto, ¿qué tiene que ver el dinero con las emociones? Quien piensa que con dinero no hay derecho a expresar la emoción de la tristeza a través de unas lágrimas son incapaces de ponerse en lugar de una persona de 34 años, que lleva 21 años en la misma empresa, a la que considera una familia y que independientemente de lo que haya ganado o vaya a ganar se siente triste.
Imaginemos el caso de un director general de una empresa (por lo tanto el que más gana en la organización) que recibiera una oferta profesional más interesante y en la fiesta de despedida que ha organizado para despedirse de sus compañeros hace un discurso de despedida en el que apenas puede articular palabra porque las lágrimas no le dejan. Creo que la gran mayoría valoraría positivamente a ese hipotético directivo. Esa expresión de tristeza revela que siente los valores de la empresa, siente dejar a sus compañeros a los que va a echar de menos.
¿Puede un director general llorar si gana 60.000 € pero no puede llorar si ganas 2 millones de euros? ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
Messi expresa una emoción y creo que no debemos ser nosotros quien valore sus lágrimas como hipócritas, falsas. La realidad nos ofrece oportunidades para educar, para conversar con nuestros hijos y convertirles en seres empáticos, sensibles a la tristeza, al dolor ajeno.
Para que sean personas que aprendan a no enjuiciar a la ligera los sentimientos de otras personas y para que no confundan temas que nada tienen que ver como son las emociones y el dinero.
Tal como dice Begoña Ibarrola en el vídeo “Cada emoción es importante, las tuyas y las suyas” , “Venimos dotados de unas herramientas que se llaman emociones que vienen ya en nuestro código genético”. Las emociones son reacciones, impulsos y negarlas (las nuestras, la de nuestros hijos, las de Messi) lo que hacemos es limitarnos, cercenarnos (a nosotros y nuestros hijos). La tristeza, tal como dice Ibarrola, es “una emoción a legitimar”. Podemos y debemos ser modelos de “gestión emocional”.
Begoña Ibarrola nos invita a ver ese vídeo con nuestros hijos si tienen más de 10 u 11 años. “Ya veréis que conversación más interesante tenéis después” concluye la psicóloga, experta en inteligencia emocional, escritora de cuentos y ensayos sobre educación.