Cuando los likes y los seguidores cubren las carencias emocionales de nuestros hijos

El vídeo con la intervención de Marian Rojas Estapé en la última edición de Gestionando hijos en Madrid ha recibido un aluvión de visitas (más de 470.000) y comentarios. Uno de esos comentarios pregunta textualmente: ¿Y cómo hacer cuando mi pareja, siendo un adulto, está dentro de todo el juego igual que mis hijos?. Le trasladamos esta pregunta al psicólogo Rafa Guerrero, que ha escrito este maravilloso artículo en el que, entre otras cosas, plantea: ¿Cómo vamos a hacer todo esto los padres si no somos capaces de hacerlo nosotros mismos? ¿Cómo vamos a enseñar a nuestros hijos a utilizar los dispositivos electrónicos si nosotros no tenemos un buen control y unos límites sobre la utilización de nuestro propio móvil?

Dispositivos tecnológicos: ¿uso o abuso?

Los dispositivos electrónicos llegaron a nuestras vidas hace ya algunos años y están aquí para quedarse. Teléfonos móviles, tabletas, ordenadores y consolas son algunos de los muchos ejemplos de dispositivos electrónicos que es frecuente ver tanto en casas como en colegios. Es innegable que tienen aspectos muy beneficiosos y positivos, pues nos pueden facilitar la vida o hacérnosla más divertida, pero una mala gestión de dichos dispositivos puede tener consecuencias fatales para el menor y su entorno.

No todos los aprendizajes y enseñanzas que obtenemos de dispositivos como móviles o tabletas son positivos. Sabemos que estos dispositivos fomentan la inmediatez, la rapidez, la hiperestimulación y la mala gestión e identificación de las emociones. Cuando nace un bebé, este demanda inmediatez y rapidez ante las necesidades que tiene. Es normal: venimos a este mundo con estas características. Solo una correcta educación hará que aprendamos a esperar, a frustrarnos, a trabajar con perseverancia para alcanzar objetivos futuros, etc.

Los niños ya vienen “de serie” exigiendo y necesitando inmediatez como para fomentar todo esto con el abuso de los dispositivos tecnológicos. Los estudios y la experiencia ponen de manifiesto que aquellos niños (y adultos) que no solo usan, sino que abusan, de estos dispositivos acaban exigiendo inmediatez, tienen baja tolerancia a la frustración y tienen relaciones basadas en la dependencia.

Además, no aportan un aprendizaje real sobre el mundo en el que vivimos. Por ejemplo, los videojuegos con los que niños y adolescentes se entretienen durante más horas de las debidas aportan el mensaje a nuestros hijos de que en la vida siempre existe el botón de reset, es decir, si pierdo en el videojuego o “me matan”, siempre podré reiniciar el juego (game over). Y la vida real no es así. Si digo algo que hiere a mi amigo, la solución no es tan sencilla como darle al botón para comenzar de nuevo. Nunca se empieza de cero en la vida real. La muerte no tiene reset por mucho que queramos y por mucho que nos duela. Además, a diferencia de los videojuegos, queremos que nuestros hijos se hagan cargo de sus actos y de lo que dicen, es decir, queremos que sean responsables y consecuentes. Y en esto no nos ayudan nada los videojuegos.

Consecuencias a corto y largo plazo

En muchas ocasiones, sin darnos cuenta, estamos utilizando dispositivos electrónicos como los móviles y las tabletas como “chupetes emocionales” para nuestros hijos. Creemos, de manera bien intencionada e inconscientemente, que dándole a nuestro hijo el móvil para no prolongar más su rabieta o tristeza le estamos haciendo un gran favor. Y desde luego que no es así.

Sin lugar a dudas, todos los padres quieren lo mejor para sus hijos, pero en este punto no lo estamos gestionando bien. Si cada vez que mi hijo se siente rabioso, triste o tiene celos de su hermana lo que hago es darle el móvil, más allá de este hecho concreto, estaremos reforzando muchas cosas a largo plazo que no son nada beneficiosas para él ni para su entorno. Que en el momento presente el móvil consiga que mi hijo deje de estar triste para estar más alegre, no quiere decir que en el presente sea positivo ni que en un futuro traiga cosas buenas. Si cada vez que tiene un mal día o siente una emoción desagradable, le doy el móvil o la tableta, le estoy anestesiando emocionalmente. ¡Qué pena que hagamos esto! Hemos perdido una gran oportunidad para que conecte con lo desagradable que es sentir miedo o tristeza.

Es desagradable tanto para nuestros hijos como para nosotros, pero es fundamental, sobre todo para ellos. Suelo decir que los niños deben aprender a sufrir de manera moderada y controlada con sus padres. ¿Qué mejor lugar y momento que este? Pero las consecuencias no son solo a corto plazo, sino que a largo plazo el niño nos pedirá algún dispositivo electrónico que calme o anestesie su estado emocional, le evite la frustración y le impida hacerse cargo de sus emociones, afectos y actos. No consiste en que seamos crueles con nuestros hijos, pero sí en que les permitamos sentir una emoción, se la validemos, se la etiquetemos y les ayudemos a gestionarla. Pero claro, ¿cómo vamos a hacer todo esto los padres si no somos capaces de hacerlo nosotros mismos? ¿Cómo vamos a enseñar a nuestros hijos a utilizar los dispositivos electrónicos si nosotros no tenemos un buen control y unos límites sobre la utilización de nuestro propio móvil?

Lo más complicado: dar ejemplo

Si mi mujer o mi marido abusa tanto de los dispositivos electrónicos como mis hijos tenemos un problema grave. Somos ejemplos para nuestros hijos. Decía la madre Teresa de Calcuta: tus hijos no te escuchan, te observan. Que yo le diga a mi hijo que el móvil no lo puede utilizar cuando me está viendo todo el día con él es incongruente. Por eso es fundamental que nosotros seamos los primeros que nos autoimpongamos una serie de hábitos saludables en cuanto al uso de los dispositivos tecnológicos.

Es fundamental que hablemos con nuestras parejas, que pongamos unas normas comunes y de mutuo acuerdo. Si el abuso o la adicción es de un problema de los padres, nos debemos plantear buscar ayuda. ¿Qué estamos buscando en las redes sociales o en Internet que no tenemos nosotros mismos o nuestra familia? Si ponemos unas normas congruentes y sensatas en casa, no solo para nuestros hijos sino también para nosotros, estaremos favoreciendo el locus de control interno. ¿Y eso qué es? La capacidad de atribuir los resultados que obtengo a mi o a los demás, es decir, si mis éxitos y fracasos dependen de mi o de los otros.

Por cierto, el locus de control es algo que se aprende, se fomenta y se mejora con la práctica. No es algo que venga dado genéticamente. Se aprende. Si tengo un buen locus de control interno quiere decir que me hago responsable de mis éxitos y mis fracasos, mientras que un locus de control externo me hace atribuir mis resultados a factores externos. El uso abusivo de los dispositivos electrónicos hace que me sienta dependiente del exterior para alcanzar mis objetivos. Así, por ejemplo, un niño que cada vez que se enrabieta sus padres le dan el móvil para que se calme, necesita del móvil para autorregularse. Si el móvil no estuviera no se calmaría porque sus padres no le han enseñado a regularse emocionalmente, depende de recursos externos.

Cuantos más recursos internos tengamos, mejor. Si cada vez que nuestro hijo está enfadado o siente miedo le dejamos la tableta, a nivel cerebral se produce una asociación donde se conectan dos situaciones: “me siento enfadado” y “me tranquilizo con el móvil”. De tal manera que cada vez que en un futuro me sienta enfadado, necesitaré el móvil para alcanzar el equilibrio.

Aprender a regular las emociones para evitar el uso abusivo de las tecnologías

La sede cerebral de la regulación emocional, la concentración y el control de lo que hacemos y decimos está en una zona denominada corteza prefrontal. Si está estructura está bien desarrollada y potenciada desde casa y el colegio seremos capaces de concentrarnos, de regularnos emocionalmente y de controlar nuestros impulsos, entre otras muchas funciones. Los estudios científicos demuestran que niños que manifiestan un abuso de los dispositivos electrónicos (ven muchas horas la televisión, juegan mucho a los videojuegos o utilizan en exceso los móviles) tienen bajos niveles de concentración y de inhibición de impulsos. Esto quiere decir que los dispositivos electrónicos no favorecen las funciones de concentración, regulación emocional y control de impulsos. Estos niños y adolescentes tienen la corteza prefrontal más inmadura, menos desarrollada y menos conectada que otros niños de su edad que no abusan de dichos dispositivos. Además, presentan baja tolerancia a la frustración, dificultad para regular sus emociones, son más irascibles, etc.

¿Cómo podemos hacer para que cuando nuestros hijos sean mayores tengan una buena capacidad de autogestión emocional? Esto solo se puede hacer desde la heterorregulación, es decir, regulándoles nosotros a ellos cuando experimentan una emoción muy intensa. La heterorregulación es un paso previo a la autorregulación. Nuestros hijos serán capaces de regularse a sí mismos si previamente nosotros les hemos regulado cuando eran pequeños. Sin esta fase de heterorregulación, que por cierto dura años, no es posible la autorregulación.

Para explicarle esto a los padres que recibo en consulta les suelo poner el siguiente ejemplo.

Imaginad que vuestro hijo cuando nació tenía, metafóricamente hablado, una rejilla con ilimitadas casillas. Estas casillas están vacías. El número y el modo en que se rellenen las casillas será un indicador de salud mental en un futuro. Si las casillas se han ido rellenando de manera suficientemente bien y en un número adecuado, este niño, en un futuro, tendrá buenos mimbres porque sus padres le han dedicado mucho tiempo, cariño y atención a lo largo de su infancia. Esta rejilla suficientemente rellena es un buen antídoto para las adicciones, entre las que destacamos las adicciones a las redes sociales y a los dispositivos electrónicos.

En muchos casos los likes y el número de seguidores de las redes sociales vienen a cubrir las carencias afectivas que arrastramos de nuestra infancia. Claro que esas “caricias tecnológicas” las agradecemos todos, pero no es lo mismo agradecerlas que necesitarlas. No es lo mismo que nos gusten a que dependamos de ellas. Esas casillas que no han sido suficientemente rellenadas por nuestros padres se pueden llegar a rellenar con alguna adicción o algún trastorno.

A continuación enumero una serie de recomendaciones para poner en marcha con nuestros hijos ante los dispositivos electrónicos:

  • La solución no consiste en erradicar de nuestras vidas los dispositivos electrónicos, sino en aprender a gestionarlos de manera adecuada y sana.
  • La mejor manera de gestionar adecuadamente un dispositivo electrónico no es dejar a nuestro hijo que explore la tableta o el móvil, sino enseñarle a usarlo mientras estamos con él. Al igual que no les dejaríamos un cuchillo o un coche sin supervisión para ver si se hacen con él, con los dispositivos electrónicos pasaría lo mismo.
  • Cuando entremos en casa después de una larga jornada de trabajo, lo mejor que podemos hacer es poner nuestro móvil en modo avión y activar la wifi emocional con nuestros hijos.
  • En vez de estimular tecnológicamente a tus hijos, trata de estimularlos cognitivamente. Los resultados a largo plazo serán mejores. Podemos potenciar la estimulación cognitiva haciendo puzles, practicando el juego simbólico, haciendo construcciones, jugando con muñecos, leyendo cuentos, jugando al escondite, etc. Todas estas actividades rellenan casillas de la rejilla, pues son necesidades afectivas de nuestros hijos que se cubren.
  • Recuerda que somos modelos para nuestros hijos. Tus hijos te observan. Si queremos que hagan un buen y moderado uso de los dispositivos electrónicos, debemos empezar por nosotros.
  • Estar en contacto con el móvil o la tableta mientras estamos comiendo no es nada recomendable. Si estamos comiendo con nuestros hijos y utilizamos el móvil, habremos perdido una buena ocasión para socializar y comunicarnos emocionalmente con ellos. En caso de que estemos comiendo solos, si utilizamos el móvil, los estudios concluyen que aumenta la probabilidad de sobrepeso, pues no somos conscientes de que estamos saciados por estar atendiendo el móvil.
  • El mejor regalo que podemos darles a nuestros hijos es tiempo para estar con ellos. Dedicarles mucho tiempo y de calidad a nuestros cachorros es lo mejor que podemos hacer.
  • La mejor herencia que les podemos dejar a nuestros hijos es un apego seguro. Esto es para toda la vida y dotará a nuestros hijos de recursos emocionales y sociales para relacionarse y regularse de manera sana con los demás.
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Rafa Guerrero

Rafa Guerrero es licenciado en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Doctor en Educación. Experto en Psicología Educativa. Experto en TDAH, trastornos del aprendizaje y problemas de conducta. Experto en apego, vínculos e Inteligencia emocional. Formador de profesores y padres en numerosos colegios y centros educativos de España. Algunos de sus libros: “Cómo estimular el cerebro del niño”, “Educar en el vínculo”, “La mirada de José” y “Misión detectives” Es imposible no desarrollar un apego seguro hacia Rafa Guerrero

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