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¡Qué guapo!

¡Qué guapa! ¡Qué guapo ! o ¡Qué buena! ¡Qué bueno! ¿Por qué comentamos tanto la belleza o fealdad de una persona? (al hilo de las descalificaciones a Andrea Janeiro en la Red).

 

Hagamos un sencillo ejercicio de empatía. Somos una niña, un niño, pongámonos en su piel.

 

Transcurridos mis primeros diez años he escuchado “11.242 veces” que soy muy guapo. Y solo cuento las veces que lo he entendido perfectamente, descartando aquellas veces en las que todavía era demasiado pequeño para entender lo que significaba eso que la gente valoraba de forma positiva.

 

Hay algunas otras frases que también se repitieron mucho. Algunas de ellas van asociados a momento de disgusto o de gran confusión para mí.
La principal – entre las de disgusto – es la de “¡Me tienes hasta las narices, no sé cuántas veces te he dicho lo mismo, eres muy malo!” Es larga..sí, pero es fácil de recordar una vez que la has escuchado 3.714 veces. Son muchas menos veces que la de “¡Qué guapo eres!” pero te impactan un montón porque va acompañada de una cara con muy mala leche (¡con perdón, que me han dicho que hable bien!).

 

Entre las frases de confusión se encuentra una relacionada con la anterior que normalmente se dice de mí pero comentada con mucho orgullo. Esta frase la dicen mis padres cuando se encuentran con un amigo, familiar, vecino y la dicen invariablemente sea con quien sea la persona con quien se topen. Normalmente todo empieza con un exclamativo ¡Qué guapo! de la persona con la que mis padres se encuentran y ellos dicen… “Pero es de un malo, es un bicho, un terremoto” dicho con la satisfacción de ser padres de un niño malo,bicho y terremoto. Esta frase la escuché sobretodo hasta los seis años y fue dicha 1.976 veces.

 

He crecido. Ahora tengo cincuenta y cuatro años, es 2017. Escucho muchas palabras, frases… pero hay algunas que me llaman más la atención que otras.

 

Escucho mucho la palabra felicidad, las personas manifiestan en su gran mayoría que quieren ser felices. Y también observo una gratificante y admirable corriente de personas que se proponen “cambiar el mundo”.
Sé que es bueno que las personas queramos ser felices, hagamos felices a los demás y nos propongamos cambiar el mundo. Pero, para afrontar esas magníficas empresas, ¿hay que ser guapo o hay que ser bueno?.
Repasé mis notas en busca del número de veces que durante los diez primeros años de vida me dijeron que era bueno, que se premiara una buena actitud, de generosidad, de empatía o compasión por el prójimo y… no fueron pocas. Un total de 826 veces… una vez cada cuatro días y medio. Eso sí, el número de personas que premiaron mi buena actitud fue de un total de doce y los que en algún momento me dijeron que era guapo fueron 317. ¡Ya ves, lo tengo todo anotado!.

 

No es de extrañar pues, que cuando alguien sale en la tele – sea quien sea- lo primero que hago es valorar su belleza ¡qué guapo! o ¡qué fea! Encontrar a gente guapa en la tele o en Youtube me gusta mucho. También me encanta ¿por qué no reconocerlo? cuando sale alguien feo de remate en la tele y decirlo en familia, entre grandes risotadas mientras estamos todos juntos. Y ¿por qué no? contarlo en las redes sociales ¡para eso están y si son famosos que apechuguen con sus consecuencias!.

 

Fin de la ficción.

 

Andrea Janeiro, una niña de 18 años famosa por ser hija de famosa, ha sido Trending Topic en Twitter. Personas han dedicado su tiempo y energía a valorar su aspecto físico y hacerlo público. Hay que ser con perdón (y esto no es muy educativo) estúpido gili para hacer eso. Solo con ser la mitad de inteligente que su madre (a mí me parece que lo es – además de muy vulgar – para mis cánones de belleza intelectual), tendrá la vida resuelta y supongo que pasará de los comentarios de esa pobre gente.

 

Quizás debamos valorar, motivar, premiar más la empatía y la generosidad como hace este padre con su hija.
O quitarle importancia a un accidente en la vida, como es la belleza o la fealdad física. Como nos propone Iker Jiménez:

 

  O con ironía la Policía Nacional y otros con sus tuits:  

 

En definitiva si de verdad queremos que nuestros hijos sean felices y contribuyan a cambiar el mundo parece sabio decir más veces y con más pasión ¡qué buenos! que ¡qué guapos!.
Ojalá que este texto pueda ser considerado un sencillo, eficaz y utilizable mensaje educativo.

Feliz día 🙂

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