En un momento en el que un virus ha puesto el mundo patas arriba, provocando 6 millones de muertes, los científicos, médicos y personal sanitario continúan alertando de la dimensión de otro tipo de enfermedades: las enfermedades no transmisibles.
Las enfermedades no transmisibles son aquellas que tienen su origen, en gran parte, en nuestros hábitos de vida. Entre ellas, destacamos la obesidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) cataloga la obesidad como una pandemia de tipo no infeccioso, puesto que causa cada año la muerte de 2,8 millones de personas.
Los malos hábitos, la principal causa de obesidad
La buena noticia es que evitar la obesidad está en nuestra mano. La provoca, en gran parte, nuestros hábitos, más bien nuestros malos hábitos. Por tanto, parece lógico pensar que, si los mejoramos, estaremos invirtiendo en salud y calidad de vida.
“Ninguna de las causas por las que un niño sufre sobrepeso dependen de él“, decía el chef Juan Llorca en una ponencia en uno de los eventos Educar es todo. Lo que nos lanza directamente la pelota a los adultos. Somos las madres y padres los encargados de educarles e inculcarles esos buenos hábitos que le acompañarán toda la vida y que evitarán que, de un sobrepeso en la infancia, pase a una obesidad en la edad adulta.
8 hábitos que protegerán a nuestros hijos de padecer sobrepeso u obesidad
Como decimos, somos las madres y padres quiénes, a través de los hábitos que establecemos en casa, vamos inculcando a nuestros hijos esas prácticas que le permitirán, prácticamente sin darse cuenta, llevar una vida saludable. Las repasamos con la ayuda de grandes expertos en nutrición.
1.No castigar a nuestros hijos sin su actividad deportiva
La Organización Mundial de la Salud recomienda 1 hora de ejercicio vigoroso al día, y más del 60% de los niños y niñas NO cumplen con esta recomendación. Lo cierto es que el ocio de nuestros hijos e hijas es cada vez más sedentario: tabletas, videojuegos, móviles, series de televisión…
Parece fundamental promover la actividad física desde casa, con actividades extraescolares deportivas y con planes en familia que incluyan el deporte, pero a menudo caemos en el error de castigar a nuestros hijos sin estas actividades. “Nadie castigaría a sus hijos sin lavarse los dientes por haber suspendido en el colegio, pero a menudo sí les castigamos sin ir a fútbol o a baloncesto. El deporte es un hábito saludable que debe quedar al margen totalmente, y respetarse siempre”, nos dice la psicóloga.
2.No prohibir los alimentos malsanos
Una fórmula para impedir que nuestros hijos desarrollen obesidad podría ser prohibirles consumir alimentos malsanos, como bollos, chucherías, refrescos, ultraprocesados… Pero el nutricionista Julio Basulto nos advierte de que esto no funciona. Para él, “no se trata de prohibir, puesto que prohibir es despertar el deseo. Se trata de que estos alimentos no estén en casa, así nadie tendrá que prohibirlos”.
Como dice Julio, la clave para no consumir diariamente ultraprocesados es no comprarlos, no teniéndolos en casa. Porque si comparten espacio con la comida real al final están diseñados para que ellos ganen. En este sentido insiste Carlos Ríos: “Si llego con hambre y tengo en la despensa magdalenas y plátanos, seguramente elija la magdalena, porque es mucho más sabrosa por la cantidad de aditivos que contiene, altamente adictivos”.
3.Comer en familia
Compartir tres o más comidas en familia a la semana reduce las probabilidades de:
- Sufrir exceso de peso en un 12%
- Tomen alimentos malsanos en un 20%
- Padezcan trastornos de la alimentación en un 35%
Por tanto, un hábito saludable que debemos mantener en nuestros hogares es el de comer juntos, en familia.
Y esta comida debería producirse sin distracciones. Sin televisión, móviles o tabletas. De esta forma, seremos más conscientes de lo que estamos comiendo, de nuestra sensación de saciedad y disfrutaremos más de la comida.
4.No obligar a nuestro hijo a comer
Durante la lactancia, los niños se alimentan a demanda, pero cuando empiezan a comer otro tipo de alimentos, nosotros empezamos a decidir la cantidad de comida tienen que comer.
El dietista-nutricionista Aitor Sánchez, autor del libro ‘¿Qué le doy de comer’, nos recuerda que “nosotros, los adultos, debemos preocuparnos de la calidad, y dejar al niño que decida la cantidad. Si seguimos un esquema lógico, donde le ofrecemos al niño alimentos saludables que incluyan frutas, verduras, legumbres, proteínas… podemos dejar que sea el niño quien elija la cantidad que desea comer, porque solo ellos saben el hambre que tienen”.
En este sentido, la Sociedad Catalana de Pediatría y el Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Cataluña aseguran que “hay que evitar ejercer presión sobre los niños para que coman, ya que hacerlo puede conducir a una mayor resistencia a comer, crear aversión a ciertos alimentos y otras conductas alimentarias poco o nada saludables que pueden persistir en la edad adulta”.
5.No predisponerles a “odiar” determinados alimentos
No ocurre en todas las familias, pero en algunas se pronuncian frases como: “la lechuga es para los conejos”, “¿otra vez verdura? con el hambre que tengo”…De esta forma, somos los adultos quienes generamos animadversión a determinados alimentos en nuestros hijos. Debemos evitar pronunciar este tipo de frases y ser ejemplo. “Nuestros hijos e hijas nos admiran muchísimo más de lo que pensamos. Somos sus referentes y no podemos pretender que ellos coman verdura mientras nosotros nos comemos un bocadillo. Porque no lo van a hacer”, nos dice el chef Juan Llorca.
6.No premiar o castigar con la comida
En las casas en las que hay una conciencia sobre la necesidad de reducir al máximo la ingesta de alimentos malsanos, un error común es considerar que esos momentos puntuales en los que comemos alimentos malsanos deben ser momentos de recompensa, y que debemos premiar con ellos a nuestros hijos porque se lo han ganado. De esta forma, utilizamos la comida como premio o castigo. “Deberíamos desterrar los premios y los castigos de la educación de nuestros hijos, puesto que aprenderán a hacer las cosas por la recompensa y no porque sea algo bueno para ellos”, nos dice siempre el psicólogo Alberto Soler. Además, ¿cómo van a valorar nuestros hijos las ventajas de comer sano si lo que obtienen como premio cuando se “portan bien” es comida malsana?
7.Llevarles a la compra con nosotros
Solemos ir al supermercado solos, para que los niños no nos molesten y acabar antes, pero “de igual manera que llevamos a nuestros hijos a un museo, porque es educativo, deberíamos llevarles a los supermercados”, nos decía Boticaria García en una ponencia en uno de los eventos Educar es todo.
“Que elijan las frutas, las verduras. Así participan en la elección. Les podéis decir: ‘¿Qué preferís, merluza, lenguado, salmón?’ Ellos tienen que ser partícipes de lo que van a comer. Así cuando les pongamos la bandeja con la merluza, los pimientos, etc., estarán más predispuestos a comerlo porque ellos han sido parte del proceso. Y si encima se lo ponemos mono, pues funciona”. Está claro que tardaremos más en hacer la compra, “pero les estaréis educando. Y todas estas enseñanzas que les trasladéis serán hábitos que les acompañarán durante toda la vida”.
8.Olvidarnos del menú infantil
Otra creencia muy extendida es la que presupone que hay alimentos para niños y alimentos para adultos. Prueba de ello es que cuando vamos a comer a un restaurante suele haber un espacio en la carta reservado exclusivamente para los niños. ¿Qué tipo de alimentos solemos encontrar allí? Pasta, pizza, hamburguesas, fritos…
Bien, todos podemos estar más o menos de acuerdo en que a los niños les gusta más una pizza que el brócoli, lo que debemos preguntarnos es el por qué. El nutricionista Julio Basulto, nos hace esta pregunta para que reflexionemos: “¿Has pensando que tu hijo no come fruta porque su paladar se ha acostumbrado al potentísimo sabor de los batidos, cereales de desayuno, galletas, bollos?”.
Por tanto, no es que nuestro hijo nazca odiando el brócoli, es que hemos hiperestimulado su paladar con productos con sabores artificiales muy potentes, lo que provoca que cuando le demos una manzana, esta no le sepa a nada. ¿Conclusión? Olvidemonos del menú infantil, los niños, una vez abandonan la lactancia, deben comer lo que comemos los adultos, a excepción de esos alimentos que aún no son seguros, como los frutos secos.