“Todos somos unos genios, pero si juzgamos a un pez por su capacidad para trepar un árbol, pasará toda su vida creyendo que es un estúpido”, decía Albert Einstein.
Una maravillosa frase que nos obliga a plantearnos algunas cosas sobre nuestro papel como madres y padres. La primera: ¿en qué estamos convirtiendo a nuestros hijos e hijas? ¿En genios o en peces?
Sí, porque quizá no es fácil descubrir el talento de nuestros hijos, especialmente si nos hallamos sumidos en el frenesí de la vida escolar, las actividades extraescolares y las prisas del día a día, pero si observamos y escuchamos a nuestros hijos veremos que hay actividades que les interesan especialmente o que se les dan especialmente bien. Y ahí es donde está ese talento, o ese “elemento”, como lo llamaba el maestro Ken Robinson.
Cabe recordar que el talento no es un don innato, una especie de regalo esperando a ser abierto en cualquier momento. Creemos, como afirma el experto en talento y liderazgo Fernando Botella, que “se construye y tiene que ver con el esfuerzo”. Para potenciarlo “hay que saber cuestionarse el statu quo, cuestionarnos hasta dónde me vale lo que aprendí”. Quizá las resistencias de muchos de los padres frente a la vocación de sus hijos nazca precisamente de nuestra dificultad para cuestionarnos el statu quo y, porque, como dice Catherine L’Ecuyer, los adultos no somos como los niños, que “no dan el mundo por supuesto”.
Así que os animamos a emprender con vuestros hijos el apasionante y valiente viaje de conocer el elemento o la vocación de vuestros hijos con observación, con la disposición de muchas experiencias, con la facilitación de juego libre, con la potenciación del asombro, con un cuestionamiento del estado de las cosas y con mucha apertura de mente. Solo de esta forma podremos convertirnos en orientadores inteligentes. Y en este viaje, os van a ser de mucha utilidad los tres consejos que nos trae Fernando Botella. ¡Feliz viaje!
- Mi experiencia no es la suya
Nuestros hijos no somos nosotros, son otras personas. Viven en un entorno muy diferente al que vivimos nosotros. Nuestras expectativas no son las suyas. Tengamos cuidado con confundirnos.
2. Los prejuicios cancelan las posibles alternativas
Los prejuicios limitan el abanico de posibilidades a las que tienen acceso nuestros hijos. Nuestros prejuicios no deberían, por tanto, estar presentes en la ecuación de decisión de nuestros hijos, son barreras nuestras interpuestas en sus decisiones.
3. Que mande el corazón
Esto no quiere decir que no tenga que haber reflexión, pero mi elección debería venir marcada por la pasión, la vocación. La pasión permite mejorar la excelencia en los estudios, pero también potenciar habilidades, aumentar la implicación, permite el éxito personal…