Cuando nuestros hijos nacen, solo necesitan una cosa: a nosotros. A sus figuras de referencia, de las que obtienen cariño, alimento, protección, tiempo…Pero a medida que nuestros hijos van creciendo, la cantidad de cosas que creen necesitar va aumentando exponencialmente. Es en ese momento cuando decimos que nuestro hijo se ha convertido en un ser materialista. ¿Se ha convertido o le hemos convertido?
El psicólogo Alberto Soler lo tiene claro, y así lo dice en su libro ‘Educar sin etiquetas’: “Los niños no nacen materialistas, somos nosotros los que los hacemos así. Pero no solo los padres, en esta labor nos ayudan los abuelos, los tíos, la publicidad….Parece que todo el entorno estuviera empeñado en que sucediera de esta manera”.
Pero ¿cuáles son esos actos que han acabado convirtiendo a nuestro hijo en un niño materialista? Los repasamos:
1.Nos piden brazos y les damos cosas
Los niños, cuando nacen, necesitan pocas cosas más que nuestros brazos, pero cuando no podemos cogerles “les llenamos la cuna con sonajeros, móviles, doudous, cualquier cosa para que se distraigan cuando lloran pidiendo nuestra presencia”. Más tarde crecen y nos piden jugar, o nos piden un cuento, pero “estamos tan ocupados que les ponemos la tele o les damos la tablet con una app “educativa”. Les distraemos de lo que verdaderamente quieren y necesitan, y hacemos que acaben queriendo cosas que en realidad no les hacen ninguna falta”.
2.Tratando de compensar la falta de tiempo
No es fácil criar hijos tal en la sociedad actual. Necesitamos ingresar dos sueldos en casa para poder llegar a fin de mes, muchas veces con jornadas largas, horas extras o exigencias de movilidad… Los permisos de maternidad siguen siendo los más cortos de Europa. ¿Cuál es la consecuencia de todo esto? Nos falta tiempo. “Padres e hijos tenemos de todo, pero nos falta tiempo, y el poco tiempo del que disponemos estamos agotados. Ellos, después de maratonianas jornadas de clases, extraescolares, deberes…Y nosotros después del trabajo, la casa y cuidarles a ellos, muchas veces sin demasiada ayuda del entorno. Esto genera frustración y culpa en la mayoría de las familias y tratamos de compensarles con objetos, pantallas, apps. Intentamos llenar nuestras ausencias con sustitutivos y calmar nuestra culpa”, nos dice Alberto Soler.
3.Tratando de hacerles encajar en un mundo adultocéntrico
Vivimos en una sociedad adultocéntrica, creada por y para adultos, donde la mayoría de las veces los niños no encajan. Hemos habilitado algunos lugares donde ellos pueden estar (parques infantiles), pero fuera de ahí, todo está diseñado para adultos. De hecho, se han llegado a crear hoteles sin niños donde acuden adultos que no quieren que pequeñajos correteando terminen con la paz y la tranquilidad que andan buscando. Y es entonces cuando los padres tenemos que ir a un restaurante, y necesitamos encajar con nuestros hijos. “Niños que lo que necesitan es correr, jugar… y como no pueden hacerlo porque molestan, les acabamos dando la tablet para que estén entretenidos”, nos dice Alberto.
4.Cambiando afecto por objetos
“Si me das un beso te doy un regalo”, “Mira lo que te ha comprado el abuelo, que te quiere mucho”… “si apruebas todo te regalamos un móvil”. ¿Te suenan estas frases? ¿Qué mensaje implícito les estamos transmitiendo con estas frases? Alberto Soler nos recuerda que “si queremos que la relación con nuestros hijos (o de éstos con sus abuelos, tíos o familiares) se base en un intercambio de afecto por cosas, en verdad el afecto nunca estará presente: sólo habrá interés por conseguir esas cosas. Y cuando estas desaparezcan, el afecto (que nunca estuvo) también lo hará”.