5 conversaciones prohibidas delante de nuestros hijos

Aunque estas conversaciones puedan parecer inofensivas, no son nada educativas para nuestros hijos

A menudo, las madres y padres tenemos conversaciones con otros adultos en presencia de nuestros hijos, minusvalorándo su capacidad de entendimiento, en las que decimos cosas que un niño no debería escuchar. El motivo principal por el que nuestros hijos no deberían escuchar estas conversaciones es que no son para nada educativas. Repasamos las 5 conversaciones que deberíamos evitar tener en presencia de nuestros hijos.

Conversación prohibida 1: ¡Qué delgada estás, qué guapa!

“Uy, ¡qué delgada estás, qué guapa te has quedado”, le dice una madre a otra, mientras ambas se encuentran a la salida del supermercado. “La verdad es que te has quedado divina, ya me dirás qué has hecho”. Esta conversación es muy habitual, especialmente entre mujeres, pero ¿nos hemos parado a pensar en las consecuencias que tiene para nuestros hijos, si están cerca y la escuchan?

Mensajes como este abundan en la idea de que estar gordo es un problema en sí mismo y que estar delgado es lo único que importa, aun a costa de la salud. Muchas de las veces que le decimos a alguien que ahora que ha adelgazado está más guapo, no nos hemos parado a pensar qué ha provocado que esa persona haya adelgazado. Detrás de esa pérdida de peso puede haber un problema de salud, una mala racha, un trastorno de la conducta alimenticia…. o, simplemente, que ahora hace más deporte, pero nosotros ya de entrada hemos relacionado esta bajada de peso con algo positivo. Con esta actitud podemos provocar que nuestras hijas e hijos crezcan odiando su cuerpo y presuponiendo que la delgadez es algo que valoramos mucho, y a lo que ellos deben aspirar. En este sentido, el psicólogo Alberto Soler siempre recuerda que “nuestros hijos no quieren defraudarnos, y si nosotros valoramos algo de alguien, ellos tenderán a imitarlo”.

Conversación prohibida 2: Vaya con el profesor que le ha tocado este curso a mi hijo

Una conversación recurrente entre padres a las puertas del colegio suele ser esta:

  • “¿Con quién le ha tocado este año a Lucas?
  • “Con Teresa”.
  • “Uy, Teresa. Fue la tutora de Carlos el año pasado. Ánimo, porque vaya con Teresa. Menos mal que este año ya no la tenemos, porque no nos gustaba nada”.

Sobre este fenómeno común, que es la crítica a los docentes delante de nuestros hijos, centró el periodista Carles Capdevila una ponencia en un evento Gestionando hijos, dejándonos reflexiones tan maravillosas como estas. “Desde que tuve a mi primera hija, descubrí que si iba a dejar a mi hija todo el día con una persona lo más lógico era confiar en esa persona y no criticarla delante de la puerta. Tenemos que entender que somos un equipo. Para mí, un padre o una madre que critica a su maestro es como el aficionado que silba a su propio portero. Mi misión de hoy es deciros que tenemos que querer a nuestros maestros y darles confianza”.

En este sentido también se expresa la pedagoga Anna Ramis: “Nos cuesta depositar nuestra confianza en las escuelas y los docentes con los que nuestros hijos e hijas pasan ocho horas diarias. Y, al final, ese resquicio de escepticismo y desconfianza en aquellas personas que contribuyen a la educación de nuestros hijos no hace más que restar. Resta en tanto que no favorece a nuestros hijos, no favorece el ambiente de estudio y aprendizaje, no nos favorece ni a nosotros ni a los docentes…”. Y es que, ¿cómo van a confiar nuestros hijos en alguien en quién nosotros no confiamos? ¿Cómo van a respetar a su profesor si nos oyen a nosotros criticarle?

Conversación prohibida 3: Me voy a tomar una cerveza, a ver si me relajo

Cuando nos encontramos en un ambiente relajado y distendido, tendemos a realizar expresiones o comentarios de forma inconsciente, que no tienen ningún tipo maldad ni mala intención, pero que dichos en presencia de nuestros hijos, pueden normalizar comportamientos que no queremos que nuestros hijos normalicen. Algunas de estas expresiones son: “Me voy a tomar una cerveza a ver si me relajo”, “el cigarrito de después de comer es sagrado”… Incluso, cuando algún familiar en alguna cena rechaza una copa de vino que alguien se dispone a servirle, no es raro escuchar frases como: “no seas aburrido, tómate una o “de aquí hasta que cojas el coche se te ha pasado el efecto”.

“No podemos olvidar que la prevención del consumo de drogas empieza en la infancia, no en la adolescencia, y que en este sentido las madres y padres somos ejemplo”, nos dice Anais López, educadora social y experta en adicciones.

Parece lógico que si los adultos normalizamos el consumo de alcohol y otras sustancias nocivas como el tabaco, consumiendo delante de nuestros hijos sin ningún reparo, luego será difícil que nuestros hijos entiendan los riesgos de beber o consumir estas circunstancias.

Conversación prohibida 4: A tu padre ni le menciones

Actualmente, en España, casi 6 de cada 10 matrimonios acaban en divorcio. Muchas de estas parejas tienen hijos. En la mayoría de rupturas, el resentimiento que existe entre los adultos se transmite a los hijos, aunque sea de forma involuntaria o inconsciente.

Y se hace a través de conversaciones con otras personas en las que se critica a la otra parte, o directamente en conversaciones con los hijos.

“Los padres enemistados pueden no darse cuenta de que, al denigrar la figura del otro, se daña a los hijos y no al padre o a la madre ausente”, nos recuerda la pedagoga Lola Álvarez. “Aunque sea muy difícil, los padres y madres separados deberían mantener el respeto y la lealtad hacia el otro y, en la medida de lo posible, deberían esforzarse en seguir unidos en su rol de padres. El hijo necesita a los dos y debemos esforzarnos por valorar la contribución que puede hacer nuestra expareja en la vida del niño”.

Conversación prohibida 5: Todo me sale mal

Es normal o habitual que, en muchas de las conversaciones que tenemos con nuestra pareja al llegar a casa, terminemos quejándonos por una o varias cosas que nos han ocurrido durante el día. El experto en talento Fernando Botella, siempre nos recuerda que “no está mal que de vez en cuando nos quejemos, pero tenemos que tener cuidado con hacer de la queja un modo de vida, puesto que vivir en estado de queja es vivir desde el victimismo más absoluto. Es quitarnos cualquier responsabilidad. La queja nos inmoviliza, nos impide pasar a la acción”. Y lo más importante, “si te quejas repetitivamente, todos los días, los niños aprenden a vivir de la queja”.

Fernando nos habla de tres tipos de personas:

  • Los que se dan por vencidos, “así es la vida”, “es lo que me ha tocado, no puedo hacer nada”.
  • Los quejicas. Utilizan el “es que” para todo. “Es que con este profesor”, “es que si no me hubieras…”. Fernando señala que los de este grupo no aprenden a enfrentarse a la realidad. “Cuando son mayores, tienen problemas para enfrentarse a su día a día”.
  • Los que dirigen. Son los que se levantan “y dirigen la orquesta”, expresa Botella.

Fernando nos propone que un muy buen aprendizaje para nuestros hijos sería convertir la queja en propuesta. Es decir, cuando nuestro hijo venga quejándose de que su profesor le tiene manía, le preguntemos cómo podemos buscar una solución para que eso no ocurra. De esta forma, nuestro hijo no se quedará en la queja, pasará a la acción y hará algo para salir de esa situación.

 

Picture of María Dotor

María Dotor

Tener solo unas líneas para presentarse no es fácil. Espero hacerlo bien 😉 Soy periodista y amante de la educación. Una de mis frases favoritas es: “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo” de Paulo Freire. Por eso creo que es tan importante tomárnoslo en serio. Por eso, y porque educar es el más apasionante e importante de los viajes. ¿No crees?

Añade aquí tu texto de cabecera

Añade aquí tu texto de cabecera