La llegada de una madrastra a la familia puede resultar inquietante. Nos ponemos un poco alerta y nos preguntamos qué lugar debería ocupar con respecto a los niños, si debería ejercer la autoridad con ellos o no, en definitiva, si debería educar.
En este artículo trataremos de ver qué preguntas se les plantean a las mujeres cuando son ellas quienes adoptan este controvertido rol en la familia: cuando se convierten en madrastras.
1. ¿Me estoy volviendo loca?
¿Soy una auténtica egoísta? ¿Soy la única que se siente así? Estas preguntas nos las hemos hecho todas las madrastras en algún momento, y la respuesta es “no”. No hay nada que esté mal en ti, solamente estás viviendo una experiencia muy compleja para la que nadie te preparó.
La sensación de ser inadecuada surge con fuerza cuando te encuentras en una situación que rompe tus esquemas y ser madrastra es una de ellas. Porque se supone que, como mujer en la familia, debes activar tus aprendizajes para la maternidad y sentir y hacer lo que se espera de ti. Pero pasa lo siguiente: esos niños no son tus hijos. No puedes chasquear los dedos y quererlos incondicionalmente y lo más probable es que ellos a ti tampoco. Por otro lado, su madre probablemente se sienta incómoda con tu presencia en su vida y tu entorno social te va a mirar con recelo.
La madrastridad es enloquecedora porque vives bajo sospecha, nunca sabes cuál es tu lugar y siempre terminas molestando a alguien. Además, si te atreves a expresar tu malestar, todo el peso del estigma cae sobre ti: “tú eres la adulta”, “debes entender todo lo que esta familia ha tenido que pasar” y “si te esforzaras un poco más todo iría mejor”. A ver, “tú ya sabías dónde te metías, ¿no?”.
2. ¿Esto mejorará?
Adaptarse a la vida en familia enlazada lleva tiempo, incluso años. Es diferente para cada persona y cada familia, pero hemos observado algunos patrones: los primeros tres años suelen ser los más convulsos y esas sensaciones desagradables que comentábamos están muy presentes. Después hay un período de recolocación en el cual la pareja suele entrar en crisis porque debe rehacer sus expectativas en cuanto a la familia y la relación. A partir de los 5, 6 o 7 años, si la relación sigue adelante, se adquiere algo así como una velocidad de crucero: siempre pasan cosas, pero ya no te sientes en lucha, sientes una cierta estabilidad y aprendes a vivir bien en una familia que no es como te dijeron que iba a ser.
Algunas cosas que pueden ayudarte a atravesar estas etapas son:
- Empezar a reconocer que las cosas no funcionan tal como os imaginabais y que no es culpa de nadie, solo que vuestra familia tiene una estructura diferente.
- Dejar de forzarte a actuar como se supone que deberías hacerlo en una familia nuclear, es decir, dejar de obligarte a querer a los niños de una determinada manera o a cuidar más de lo que puedes sostener. También te animamos a permitirte no estar en todos los planes de familia y nutrir tus espacios individuales.
- Como pareja, hacer todo lo posible por encontrar tiempos y espacios para vosotros. ¿Cuánto hace que no tenéis una cita sin hablar de niños, juicios y exparejas?
- Todo esto no es fácil, pero se hace mucho más sencillo cuanto mejor es la comunicación con tu pareja. Si quieres investigar un poco más, te sugerimos que explores la Comunicación No Violenta porque te va a dar cantidad de recursos. ¡Y además podéis practicarla juntos!
3. ¿Soy mala si no quiero a mis hijastros?
El amor entre hijastros y madrastras está muy fiscalizado, todo el mundo mira si os queréis, cuánto, de qué manera… ¡Tú misma te obligas a quererlos sí o sí! Pero la verdad es que el amor entre hijastros y madrastras no es automático ni es condición indispensable para una buena vida en familia. Pero en general, fluye con más facilidad en la medida en que dejamos de forzarnos y damos tiempo al tiempo.
Mientras tanto, ya que no puedes decidir cómo sentirte, puedes focalizarte en lo que sí está en tu mano: cultivar el respeto mutuo, la cordialidad y la flexibilidad.
También hay algunas cosas que conviene saber sobre las relaciones entre madrastras e hijastros:
- Están atravesadas por muchos factores que escapan al control de la madrastra: cómo fue la separación, cómo se han llevado los duelos, cómo reacciona la familia extensa, etc.
- Requieren de mucho tiempo, mucho más del que nadie espera.
- No suelen ser lineales, sino fluctuantes, con períodos de acercamiento y períodos de distanciamiento que conviene respetar.
- Suelen ser distintas a los lazos biológicos: más laxas, menos incondicionales, menos íntimas, más livianas.
- Nada de esto es malo, siempre y cuando no lo convirtamos en un problema y podamos vivirlo como una característica más de la familia enlazada.
4. ¿Por qué me siento como una extraña en mi propia casa?
La sensación de ser una forastera en tu propia casa es muy común durante los primeros años y provoca un desasosiego que es difícil explicar si no lo has vivido. Tiene que ver con nuestra necesidad de pertenencia. ¿Qué pasa cuando llegan tus hijastros a casa? Pues que tu espacio seguro de pertenencia con tu pareja se rompe y se forma un triángulo donde inevitablemente te vas a sentir en el vértice más alejado.
Como esto es difícil de sostener, muchas madrastras se lanzan a ocupar un lugar en la familia a cualquier precio y terminan convirtiéndose en criadas o niñeras. Si puedes, evítalo. Mejor sostener el malestar un poco más o buscar apoyo terapéutico.
Aquí te dejamos 4 estrategias que te pueden ayudar:
- Cultiva tus otros espacios personales: amigas y amigos, hobbies, tu familia de origen, etc. Es bueno tener diferentes fuentes donde saciar tu necesidad de pertenencia.
- Evita acoplarte a planes que solían hacer tu pareja y sus hijos antes de tu llegada, porque te vas a sentir como una intrusa. Mejor dejad esas actividades para su tiempo en exclusiva y cread juntos nuevas actividades y rituales propios de la familia. Si puede ser, que tengan que ver contigo: lugares que te gusten, con gente que conozcas, deportes que domines o actividades que puedas disfrutar.
- Reducid actividades cara a cara como ir a cenar o ir de paseo y aumentad actividades hombro con hombro: cocinar, jugar a juegos de mesa, etc. Actividades en las que estéis con vuestra atención puesta en algo concreto y que os incluyan a todos.
- La sensación de exclusión es más intensa cuando está la familia al completo. Por este motivo, cultivad los tiempos uno-a-uno. Tiempo con tu pareja, tiempo de tu pareja con sus hijos y tú con los tuyos y/o con otras relaciones, y muy poco a poco, tiempo entre tus hijastros y tú.
5. ¿Cómo aceptar a la madre de mis hijastros?
La relación entre madre y madrastra es otra parte compleja de la familia enlazada. A veces fluye con cordialidad, pero lo habitual es que sea una relación tensa.
Primero, date permiso para reconocer que no querías a esta persona en tu vida y mucho menos si hay una situación de alta conflictividad entre ella y tu pareja. En caso de estar experimentando celos muy intensos o pensamientos obsesivos sobre ella, te recomendamos buscar ayuda terapéutica. Y si lo que tienes es miedo y ansiedad porque la separación está siendo altamente conflictiva y judicializada, también te recomendamos buscar un buen asesoramiento legal.
Si por ahora no puedes tener una buena relación con ella, es importante que dejes de gastar tiempo y energía en intentar cambiar las cosas. Por ahora, te recomendamos empezar a retomar el control de tu vida. ¿Cuánto tiempo quieres dedicar a hablar de ella con tu pareja? ¿Realmente quieres que ella esté presente en vuestras conversaciones de cama o durante la cena? ¿Cuántas veces quieres exponerte a la interacción con ella? ¿Cómo quieres ser tú ante ella y ante el mundo, más allá de lo que ella haga o deje de hacer?
Estas preguntas te pueden ayudar a sentirte otra vez dueña de tu propia vida.
6. ¿Cómo dejar de discutir con mi pareja por los niños y su madre?
Muchísimas parejas refieren que tienen buena relación, pero que el tema de la crianza las enfrenta una y otra vez. Orden, horarios y pautas de sueño, colaboración en casa y autonomía son los temas estrella. Otro de los grandes temas es el de los límites con la otra casa.
En general, la madrastra pedirá que se pongan límites más estrictos en ambos aspectos, mientras que el padre o la madre, tenderá a actuar de forma más laxa. En todo esto es importante la negociación y aquí, una vez más la Comunicación No Violenta os puede ayudar.
Te recomendamos recuperar el foco y priorizar, negociar con tu pareja lo que realmente sea importante para ti y con el resto, cambiar el foco. Normalmente, cuanto más te implicas en la crianza, más cambios necesitas en la familia. Pero no te sientes con autoridad para impulsarlos, así que pides a tu pareja que intervenga y ahí empieza la discusión.
Si te reconoces en esta pauta, hay algunos cambios que te pueden ayudar:
- En lo que se refiere a la relación con tus hijastros, empieza a darte permiso para expresarles directamente tus límites sin recurrir a tu pareja: “quiero que me pidas permiso para coger las cosas de mi habitación”, “no me gusta este tono de voz, por favor, háblame con más suavidad”, etc.
- En lo que se refiere a tareas de crianza o normas de la casa, si hay algo que te está sobrecargando y tu pareja no quiere o no puede cambiarlo, valora la posibilidad de retirarte y que continúe tu pareja.
- Si tu pareja acepta constantemente los cambios de agenda que propone su ex, tú no tienes por qué estar disponible para cuidar, esa es su responsabilidad.
- Muchas madrastras tienen miedo de que sus parejas las quieran menos si rebajan su implicación con las criaturas. Sin embargo, esta retirada suele venir después de una implicación que fue excesiva y demasiado rápida en un principio.
7. ¿Es posible vivir bien siendo madrastra?
La respuesta es sí, aunque normalmente requiere un aprendizaje, o más bien un “desaprendizaje”. En la familia enlazada conviven personas que no se han elegido, cada una con su historia y todas están encajando como pueden el hecho de que su familia no es como deseaban que fuese.
Hay duelos que hacer, hay que conocerse, familiarizarse los unos con los otros, y eso requiere flexibilidad, mucho tiempo y también una buena dosis de creatividad. Nos toca salirnos del molde e inventar nuestra forma única de estar en familia.