A partir de la teoría del apego, de John Bowlby, que mostraba la importancia del vínculo materno para un crecimiento sano, Harry Harlow, un psicólogo estadounidense, realizó en los años 60 una serie de experimentos, muchos de dudosa ética, con macacos. El primero de ellos ponía a prueba la hipótesis economicista de la época de que las crías se relacionan con su madre por el alimento que le proporcionan. En esa época se consideraba, especialmente en el caso de niños internados en instituciones, que el contacto físico era perjudicial para el desarrollo. Bowlby se mostraba en desacuerdo, pues consideraba que la madre provee de mucho más que comida, especialmente un vínculo que tiene una influencia capital en el desarrollo y salud mental de la cría. Así que Harlow llevó el debate a un laboratorio. ¿Qué preferían unos monos privados de sus madres: un muñeco de felpa o un muñeco de alambre que les proporcionaba leche en biberón?
Harlow colocó varias crías de macaco en una jaula, con dos muñecos que harían las veces de madre: un muñeco recubierto de felpa y otro de alambre. Para poner a prueba la hipótesis economicista, Harlow creó varios supuestos. En uno de ellos, era el muñeco de alambre el que sostenía el biberón del que podrían comer las crías. Aun así, la mayoría de las crías buscaba la compañía y el consuelo del muñeco de felpa, que no les daba comida y solo se acercaban al muñeco de alambre por la comida.
Otro de los experimentos consistía en que un macaco era introducido en un entorno nuevo. Si la “madre” de felpa estaba presente, el mono se acercaba a ella asustado y luego comenzaba a explorar, pero si el muñeco de felpa no estaba el mono se quedaba paralizado y asustado. Algo parecido ocurría en un tercer experimento, denominado “la prueba del miedo”: cuando se introducía un elemento que daba miedo al mono (como un peluche que emitía un ruido), si el muñeco de felpa estaba cerca el mono se mostraba menos asustado que cuando el muñeco no estaba presente.
Otro de los estudios dividió a los monos en dos grupos: uno vivía con la “madre” de felpa y el segundo grupo con la “madre” de alambre. El segundo grupo sufría problemas digestivos, como diarrea, que Harlow interpretó como una manifestación física de un estrés psicológico debido a la falta de un contacto físico reconfortante.
Harlow fue más allá de separar a las crías de sus madres: aisló a monos para demostrar la importancia del entorno social en un crecimiento sano, quiso comprobar si las hembras que habían vivido aisladas podrían ser buenas madres y las obligó a ser fecundadas para luego demostrar que eran unas madres negligentes.
En una época en la que se pensaba que el contacto físico era una forma de malcriar a los niños, las conclusiones de los experimentos de Harlow, que él mismo describía como un “estudio del amor” supusieron un hallazgo revolucionario.
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