Hoy publicamos nuestro último relato de verano y hablamos, cómo no, de la vuelta a la rutina. Muchas gracias por participar en el concurso, muy pronto os comunicaremos la ganadora.
Acabamos de llegar a casa después de tres semanas de vacaciones. Hemos pasado una semana en la montaña con amigos y otras dos semanas en la playa los cuatro solos. Tenemos las maletas en el pasillo, una montaña de ropa sucia que da miedo solo de verla, muchísimos libros, juguetes y comida que colocar y muy pocas ganas de hacer todo esto. Mañana volvemos al trabajo y los niños irán a unas colonias y aunque aún queda verano ya volvemos a las prisas, a los madrugones, a la rutina. Ni siquiera los peques están contentos de volver.
El relax, ese compañero de viaje en verano
Y es que lo hemos pasado taaan bien… Hemos estado relajados, viendo a nuestros peques corretear por el campo con los amigos mientras nosotros disfrutábamos de un café o una charla con nuestros amigos, saltando las olas sin prisa mientras se ponía el sol, visitando nuevos lugares… Claro, tampoco es cuestión de idealizar: hemos tenido discusiones con nuestros hijos porque querían pasarse la tarde viendo la tele, hemos terminado cansados de su frenética actividad, hemos tenido que cocinar en tiempo récord, un día Lucía, nuestra hija de 7 años, se hizo una brecha y tuvimos que llevarla a urgencias para que le dieran puntos, tuvimos una pequeña desavenencia con uno de nuestros amigos por una pelea entre los niños… Pero lo cierto es que aun con todo ha reinado la armonía y la paz. Hasta nuestro hijo de 5 años, Rubén, nos dijo, muy sabio él:
-¡Cómo se nota que estáis relajados! Os enfadáis mucho menos con nosotros…
Las prisas, esas compañeras cuando volvemos a la rutina
La verdad, ha sido entrar por la puerta de casa y ya nos hemos enfadado porque Lucía ha dejado tirada su mochila en medio del pasillo, porque tardaban mucho en ducharse y se nos iba a hacer tarde para cenar, porque lo poco que había disponible para la cena no les gustaba, porque Rubén se ha enfadado mucho al no encontrar su visera favorita…
En medio de mi agobio por ver el tiempo correr e ir restando horas de descanso, me he parado. De repente he pensado que en esto de educar al menos yo llevo conmigo, en una mochila invisible, dos compañeros de viaje que me lo ponen mucho más difícil: la culpa de no ser la madre perfecta que había soñado o que nos venden que debemos ser y las prisas y el estrés. Es curioso, generalmente en verano estos dos compañeros de viaje se quedan en casa. Así que mi propósito de esta vuelta a la rutina es echar estos dos okupas de mi casa y de mi vida e invitar a mi casa la responsabilidad y el interés por aprender en vez de la culpa y el respeto a los ritmos de todos y más tardes libres en vez de ser el Conejo Blanco que teme no llegar a nada. A ver qué tal se nos da…
Si quieres leer más relatos de verano, te recomendamos: