Se estima que entre un 15 y un 20% de los niños y adolescentes sufren un trastorno de ansiedad. Muchos de ellos no saben identificar lo que les está pasando y, por tanto, no piden ayuda. Para ayudarles, los psicólogos Alberto Soler y Concepción Roger acaban de publicar el cuento infantil ‘Tengo un nudo en la barriga’, en el que, con metáforas muy ilustrativas, ayudan a los más pequeños a identificar lo que les está ocurriendo.
Hablamos con uno de sus autores.
- Solemos vincular la ansiedad con la edad adulta. ¿Es normal que un niño ya sufra ansiedad?
Si entendemos normal como frecuente, lamentablemente lo es. Pero quizá no deberíamos normalizar que tantas niñas y niños tuvieran problemas de ansiedad. La infancia debería ser un periodo de la vida en el que las criaturas estuvieran protegidas de algunos de los “males” adultos.
- ¿Tendemos, como sociedad, a infravalorar los “males” de nuestros pequeños?
Sí, sin duda; menospreciamos las preocupaciones y miedos de niñas y niños sin ser conscientes de la importancia que tienen esos asuntos para ellos. En cada momento de la vida nos enfrentamos a retos y desafíos diferentes, y aquellos a los que nos enfrentamos en la infancia no deben ser infravalorados: construir una identidad, encajar en el grupo de iguales, realizar gran cantidad de aprendizajes académicos y no académicos, sentirse parte de un grupo, desarrollar habilidades y destrezas, etc.
- Los datos sobre salud mental en adolescentes son demoledores. ¿Cada vez estamos peor o es que nos tomamos más en serio estos temas y se divulga más?
Cada vez estamos peor; se divulga porque son problemas que no paran de crecer. La incidencia infantil de problemas relacionados con la ansiedad, depresión, insomnio o, incluso, suicidio es cada vez mayor y se ha disparado tras la pandemia. Quizá deberíamos reflexionar acerca del lugar que niñas y niños ocupan en nuestra sociedad ,y si realmente estamos dándoles entre todos el lugar que les corresponde.
- ¿Qué opinas del término “generación de cristal”?
Me resulta muy poco afortunado para una generación que, en función de su edad, han vivido ya una o dos crisis económicas, una pandemia, guerras, catástrofes naturales… No es una generación de cristal, es una generación que está teniendo que vivir un momento histórico ciertamente complicado y lo está pagando con su salud mental. Niñas y niños no serán de cristal, pero lamentablemente muchos de ellos se están rompiendo sin que hagamos mucho para evitarlo.
- El objetivo del libro es que los niños aprendan a identificar lo que les ocurre cuando se ponen nerviosos o se enfrentan a una situación nueva. ¿En qué puede ayudarles esto?
Niñas y niños sienten ansiedad, pero muchas veces no son conscientes que eso que sienten se llama así, ni tampoco saben qué pueden hacer para que ese malestar disminuya. En nuestro cuento empleamos una metáfora que les resulta muy sencilla de comprender y les damos recursos para que puedan ponerlos en marcha, tanto para prevenir como para hacer frente a esas sensaciones.
- En la consulta ves a muchos niños, ¿qué es lo que les suele provocar ansiedad, en términos generales?
Una de las cosas que hacen que más nos estresemos los mayores es la falta de control sobre nuestras vidas, y precisamente la vida de los niños se caracteriza por una constante falta de control. No pueden siquiera poner en marcha los recursos que necesitan para liberarse de su malestar (ponerse la tele, hacer deporte, tomarse un día libre, etc.). Las largas jornadas escolares, el exceso de deberes, de actividades extraescolares, la competitividad de muchas familias por la excelencia desde edades bien tempranas, el poco tiempo para el juego libre, la falta de horas de descanso, etc. Además de otros factores más evidentes como por ejemplo vivir una situación de maltrato, carencias afectivas, separación o divorcios de los padres, problemas económicos, enfermedades, etc.
- ¿Cómo puede una madre o un padre ayudar a su hijo si detecta que tiene ansiedad y no sabe controlarla?
Para ayudar a nuestras criaturas a gestionar sus emociones primero tenemos que aprender a gestionar las nuestras propias. Es como aprender un idioma: no lo podemos enseñar si nosotros no lo conocemos previamente. Desde la calma y la serenidad podemos identificar las señales de malestar de nuestras hijas e hijos y poner los medios necesarios para ayudarles. Cada caso es diferente, pero en todas las situaciones hay unos elementos comunes imprescindibles: huir del autoritarismo, ser cariñosos, empáticos, validar sus emociones, ser pacientes, etc.
- ¿Cómo podemos prevenir que nuestro hijo caiga en episodios de ansiedad? ¿alguna herramienta?
Necesitamos rebajar la presión a la que sometemos a nuestras criaturas: necesitan tener tiempo también para perderlo. Cada segundo de su vida no puede ni debe ser aprovechado en tareas súper significativas súper educativas súper interesantes. Nosotros también necesitamos tiempo para podérselo dedicar y formar parte de sus vidas, saber qué les ocurre. Las familias necesitamos más recursos para la conciliación, también para evitar enlazar sistemáticamente clases y extraescolares. Este es un problema complejo que no se puede abordar solo desde la familia, sino que requiere un compromiso social.