Autora de relatos archiconocidos como “Querida chica del bañador verde” o de “Respira“, Jessica Gómez ha publicado hace poco su libro de relatos La mujer de al lado, en los que observa escenas que tienen lugar a su alrededor, muchas de ellas relacionadas con la maternidad y la educación de los hijos. Se trata de unos relatos que emocionan, nos invitan a encontrar nuestra voz y a sacar nuestro mejor yo. Sobre este tema, hablará en nuestro evento el próximo 24 de noviembre en Madrid. Hablamos con Jessica sobre el impacto de sus relatos (“es algo alucinante, me siento orgullosa de ayuda a otra persona a buscar la felicidad”), sobre el mensaje que quiere transmitir a padres y madres (“relax, disfrute, desdramatización”) y sobre qué debería guiar nuestra maternidad (“está bien tener guías, pero deberíamos encontrar nuestra propia voz y escucharla, no quedarnos con lo que otros dicen que tenemos que hacer”).
¿Cómo surgió la idea de estos relatos?
Yo siempre he escrito relatos. Bueno: relatos, ensayos, cuentos, fábulas… Un día de verano un relato mío dio la vuelta al mundo (“Querida chica del bañador verde”) y decidí tirarme a la piscina y centrar mi faceta profesional solo en escribir. El verano siguiente pasé a formar parte del equipo de 20 minutos, y me propusieron escribir un relato semanal para el suplemento cultural de verano. Los titulamos ‘Relatos desde mi toalla’, porque eran (literariamente) reflexiones surgidas a partir de situaciones cotidianas en la playa. Fue un trabajo emocional muy intenso del que estoy muy orgullosa: puse mucho de mí en cada uno de aquellos relatos. Funcionaron muy bien, y pensé que podría ser bonito seguir publicando relatos semanales en cada estación (aunque dejando un mes de descanso entre estaciones por el bien de mi salud mental) y recopilarlos después en un libro. Así fui escribiendo durante todo un año los relatos ‘bajo el castaño’, ‘tras el cristal’ y ‘entre las flores’, y este verano he publicado el libro, La mujer de al lado. Ha resultado mucho más interesante e intenso de lo que esperaba, porque este año me han pasado cosas muy potentes: falleció mi padre y mi tercer hijo llegó por sorpresa, así que, de manera global, creo que el hilo del libro ha quedado bonito y sentido. Ha sido un buen diario.
En tus relatos, te muestras muy empática con las madres desbordadas que, seguramente sin quererlo, gritan a sus hijos o pierden la paciencia. Dices que hay un exceso de juicio y una falta de sororidad. ¿Cómo podemos, cada una, porque hablamos de madres fundamentalmente, contribuir a esa sororidad?
Mira, no tengo ni idea. Creo que tiene mucho que ver con que vivimos en una cultura muy competitiva, y a competir se nos enseña. Quiero decir que desde pequeños se valoran nuestros logros en función de lo mal que lo hayan hecho los demás. Si sacas un seis en matemáticas te dirán que es una nota mediocre si todos los demás han sacado ochos, o que es muy buena nota si los demás alumnos han suspendido, pero un seis es siempre un seis. En realidad lo que deberían enseñarnos es que lo importarte es si tú te sientes feliz con tu seis, y si es así estupendo y, si no, pensar qué quieres hacer de forma diferente la próxima vez.
Incluso cuando se nos enseña a trabajar en equipo la finalidad, habitualmente, es ganar a otro equipo. Si tú coges a ocho niños y una cuerda, puedes dividirlos en dos grupos de cuatro, ponerlos a tirar de los extremos de la cuerda a ver quién gana y decir que les estás enseñando a trabajar en equipo, pero no es cierto: si lo que quieres es que aprendan el valor de hacer las cosas juntos tienes que darles un objetivo común a los ocho, enseñarles que con esa cuerda pueden, por ejemplo, sacar un coche del barro si colaboran todos.
La maternidad es igual. Valoramos lo bien que lo hacemos en función de “lo mal” que nos parece que lo hace la de al lado. Y si nos parece que la de al lado lo hace mejor puede ser incluso peor. Quizá tendríamos que recordar que, al final, el objetivo de todas las madres y padres es el mismo: que nuestros hijos estén sanos y felices. Cada uno tendría que centrarse en su parte y ya está, pensar solo en si está “contento con su seis en mates”, e intentar recordar que esto no va de quedarse con la cuerda: va de sacar el coche del barro.
En muchos de tus relatos hablas de las cosas que dirías a las personas que tienes al lado (la chica del bañador verde, la madre de Lucía, la chica que perdona a un novio que parece claramente que la maltrata, la chica que se enfada con un profesor…). Dada la notoriedad de esos relatos, ¿alguna vez has recibido un comentario de alguno de sus protagonistas o de gente en situaciones parecidas?
De los protagonistas, nunca. Gente en situaciones similares, muchas veces. Es algo alucinante. Con la chica del bañador verde me llegaron cientos de mensajes y miles de comentarios, de hombres y mujeres, que se veían reflejados en ella. Una mujer me dijo aquel verano que, después de diez años, se había atrevido a comprarse un bañador e irse a la playa. ¡Diez años! Me han escrito chicas para contarme que han sufrido malos tratos o abusos y que, después de leerme, se atreven a denunciar y contar lo que les ha pasado. Una chica me escribió que gracias a mí entendía que no era culpa suya que su novia la hubiera dejado y que ya se sentía mejor, más preparada para superar la ruptura. Una mujer me dijo una vez que por un relato mío había comprendido y aceptado que nunca tendría con su marido la relación que ella quería y que había decidido separarse, porque se negaba a seguir resignándose. Entiéndeme, no es que me sienta orgullosa de la ruptura del matrimonio: me siento orgullosa de ayuda a otra persona a buscar la felicidad. Que vida solo tenemos una y dura muy poco como para vivirla resignados.
Dices en uno de los relatos que una madre estará haciéndolo bien si se siente bien con las decisiones que toman. ¿Hemos perdido escuchar nuestras emociones, nuestra voz interior, entre tanto experto y receta enlatada?
Totalmente. Estamos constantemente cambiando unos gurús por otros, unos paternalismos por otros. No digo que no esté bien tener guías (que pueden ser un libro, tu madre, un canal de YouTube o tu amiga Mari Carmen), pero esas guías deberíamos enfocarlas a encontrar nuestra propia voz y escucharla, no quedarnos con lo que otros dicen que tenemos que hacer.
¿Cómo estás viviendo el enorme impacto de tus relatos? ¿Tienes más en mente?
Te voy a ser muy honesta: yo creo que no soy consciente del todo de lo que hago. Es decir, sé que escribo y que gusta, pero cada vez que alguien me para por la calle para felicitarme o darme las gracias, o que me dice que le haría mucha ilusión que le firmara el libro, o que me manda un mensaje para contarme cómo le he influido, o cuando un medio habla de mi “éxito” (como tú ahora, que dices “enorme impacto”) siempre pienso “¿en serio? ¿yo?”. Solo soy yo, contando mis historias. Cuando se me ponen estas situaciones delante de la cara, es como si me hablaran de otra persona, o como si lo que hago fuera otra cosa con entidad propia y yo solo fuera el medio por el que se maneja. ¡A ver si voy a estar poseída o algo!
Y hacer otra tanda hilada de relatos me gustaría, sí. Tal vez un ‘La mujer del otro lado’ o algo así, aunque ahora, con los tres niños, me cuesta mucho sacar tiempo para concentrarme y escribir. Quizá cuando sea abuela, cuando sea la “señora de la hamaca de rayas”.
¿Qué te gustaría transmitir a padres y madres en tu intervención en nuestro evento?
Que la vida es muy corta para pasarla estresado. Relax, disfrute, desdramatización. Esto es más fácil de lo que nos venden. Vamos, nos venden que es difícil para poder vendernos algo que nos “facilite la vida”, pero vivir es fácil.
“Y en mi nuevo libro, ‘Vivir es fácil si sabes cómo’, por el módico precio de 40€ os cuento todos los secretos para evitar que los gurús os vendan motos” 😂
¿Qué te parece nuestro proyecto?
Me gusta. Creo que hacéis un enfoque muy oportuno y poco intervencionista, más guía que instrucción, que tocáis temas muy variados desde la raíz y con el respeto por bandera, entendiendo la educación como un conjunto de valores coherentes y no como un pack de acciones, y que huis de los gurús absolutos. Vamos, que me gusta 🙂
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