Todos estamos de acuerdo en que los niños necesitan normas y límites para crecer seguros. Las madres y padres somos los encargados de establecerlas y velar por su cumplimiento. Y podemos hacerlo desde la firmeza o desde el autoritarismo. En el otro extremo, encontramos la permisividad, que sería ese modelo de crianza en el que no hay normas ni límites.
A menudo, en ese intento por establecer esas normas y límites, nos preguntamos si estamos siendo firmes o autoritarios con nuestros hijos, pues la línea que separa la firmeza del autoritarismo puede no estar clara. Bien, vamos a ver las diferencias.
¿Qué es ser firmes?
La firmeza significa, sencillamente, “que los parámetros por los que os guiáis son firmes y estables, y que tú, el adulto, los defines y te encargas de que se respeten”, nos recuerda la mentora de familias Amaya de Miguel en su libro ‘Relájate y educa’. Y nos pone un ejemplo: “Imagínate que tienes un mapa que te ayuda a ir del punto A al B, pero el punto A y el B cambian de sitio cada día, de manera que vives con una gran incertidumbre. ¿Cómo llegaré hoy a B? Si intento ir por el camino de ayer, ¿qué pasará? Tu labor es elaborar un mapa consistente en el que los puntos A y B estén siempre en el mismo sitio, de manera que ni tú ni ningún miembro de tu familia tengáis que improvisar y averiguar a diario cómo vivís vuestra vida”.
Para entenderlo mejor nos pone un ejemplo en el que los puntos A y B cambian cada día:
DÍA 1: Hoy estás tenso, tienes que terminar el proyecto del trabajo y no quieres problemas. Al pasar por delante de la pastelería, tus hijas te piden un pastel. Si se lo compras, te ahorrarás prepararles la merienda, de manera que les dices que sí.
DÍA 2: Hoy estás de muy buen humor, tranquilo, y tienes la tarde libre para ocuparte de las niñas en casa. Al pasar por delante de la pastelería, te piden de nuevo el pastel. Les dices que no porque tienes tiempo para preparar la merienda. Ellas insisten y tú dices que no. Ellas continúan insistiendo y, como no quieres enfadarte, se lo compras.
DÍA 3: Te sientes mal por haberles dado de merendar pasteles dos días seguidos. Hoy tienes la determinación de darles una merienda sana. Cuando pasáis por la pastelería, te piden que les compres algo, te niegas. Ellas continúan insistiendo, y tú acabas enfadándote.
En esta familia no hay un mapa claro. Ni el adulto ni las niñas saben cuándo se comen pasteles. Las normas se improvisan. ¿Las consecuencias? Los conflictos se multiplican. En cambio, en una familia en la que se ha establecido que el único día que se merienda pastel son los viernes, si la niña pide pastel un miércoles, solo tendrás que recordarle que tendrá que esperar al viernes. Si eres consistente, lo más seguro es que casi nunca te pidan pastel otros días de la semana.
“La firmeza es el mapa permite a todos los miembros de la familia saber cómo funcionan las cosas en vuestro grupo. Cuando todos conocéis ese funcionamiento, os ahorráis conflictos, tiras y aflojas. Además, esas normas se pueden implementar con bromas, canciones, juegos…”, nos dice Amaya.
Un ingrediente fundamental de la firmeza es el amor y el respeto. “Hacer el payaso, jugar, cantar, escuchar a tus hijos, ser amables con ellos, darles afecto no va a reducir tu firmeza”, insiste Amaya.
¿Qué es ser autoritario?
Las madres y padres autoritarios son aquellos que para imponer sus normas se valen, fundamentalmente, de tres herramientas: el castigo, el chantaje y las amenazas.
Como nos recuerda Amaya, además de las consecuencias negativas que tiene para nuestros hijos este tipo de educación, “las casas en donde más se grita, más se chantajea, se premia y más se amenaza, son las casas en donde se obedece menos”. Amaya nos pone un ejemplo en su libro para que entendamos porque estas estrategias no son educativas, no funcionan a largo plazo:
Imagínate que estás paseando por la calle y te encuentras con una persona que se ha caído y no puede levantarse. Mientras la estás mirando, alguien se acerca a ti y te dice una de estas 3 frases:
- “Si lo ayudas a levantarse, te regalo dos noches en el hotel que tú quieras para ir con quien quieras.” (Premio)
- “Como no le ayudes a levantarse, no podrás ir a la cena del sábado con tus compañeros de trabajo”. (Castigo).
- “Ayúdalo ahora mismo o te pego.” (Amenaza).
En ese momento, ante el deseo de recibir el premio o el miedo a un castigo o a una amenaza, posiblemente actuarás y ayudarás a esa persona a levantarse. Pero, si siempre te han educado así, el día que nadie te ofrezca un premio, un castigo o una amenaza, será muy probable que pases de largo sin ayudar a esa persona. Te habrás acostumbrado a actuar por motivaciones externas. Esto es lo que hacemos con nuestros hijos cuando los castigamos, amenazamos o premiamos: “Si te comes la verdura, te doy chocolate de postre”, “Si sacas buenas notas, te regalo un móvil”.
Además, como ya hemos mencionado, las consecuencias de una educación autoritaria en los niños y niñas son variadas:
- Autoestima baja.
- Dificultad para controlar sus impulsos.
- Inmaduros.
- Poco persistentes en las tareas.
- Competitivos.
¿Cómo sé si estoy siendo dura o firme con mis hijos?
Si aún te siguen quedando dudas acerca de si estás siendo dura o firme con tus hijos, Amaya nos recuerda que la respuesta está en nuestra intención:
- ¿Quieres que tu hijo se sienta mal?
- ¿Quieres que sepa que tú eres fuerte, poderoso y que él no puede hacer nada contra ti?
- Sientes que en ese momento es tu enemigo?
- ¿Sientes ira dentro de ti?
Si respondes positivamente a alguna de estas preguntas, estás siendo dura.
Otra manera de saber si eres dura o firme es “analizando tu lenguaje verbal, facial y corporal. Fíjate en tu mirada. ¿Es dura? ¿Estás señalando a tu hijo con el dedo? ¿Estás gritándole’ ¿Lo has zarandeado? Si respondes que sí, estás siendo duro”, insiste Amaya.
La clave de la firmeza está en la asertividad
La asertividad es una forma de comunicación que consiste en defender nuestros derechos, expresar nuestras opiniones y necesidades y realizar sugerencias de forma honesta, pero sin caer en la agresividad o la pasividad, respetando a los demás y, sobre todo, respetando nuestras propias necesidades.
Ser firme coincide con ser asertivo. Establecer normas y límites desde el respeto más absoluto, sin caer en chantajes, amenazas, gritos, castigos... Es decir, comunicarnos con nuestros hijos con seguridad y sin agresividad.
“No debes desear ganar, esto no es una lucha con tu hijo, sino una alianza en la que ambos tenéis que salir ganando. Tu intención no debería ser vencer en la guerra, sino apaciguar al niño y mostrarle el camino a seguir”, nos dice Amaya, que nos recuerda: “No debe darnos miedo ser firmes. La firmeza es buena, da seguridad a los niños. Y en los momentos de crisis recuerda siempre el amor que sientes hacia tus hijos y no olvides que de ninguna manera deseas herirlos. Tu intención es ayudarlos a crecer de la mejor manera posible”.