Todo padre y madre se pregunta cuán estrictos tienen que ser con sus hijos para que aprendan a ser disciplinados. Ser estrictos con nuestros hijos suele ser la postura que más solemos adoptar las familias, pues creemos que es la única forma de que no se porten mal, de que no nos llevan la contraria o de que hagan las cosas a la primera.
“Es el enfoque más habitual cuando tratamos de que los niños sean disciplinados. Se trata de imponer tu voluntad de adulto sobre la del niño”, apunta Philippa Perry, psicoterapeuta autora de ‘El libro que ojalá tus padres hubieran leído’.
“No se hable más” o “se hace así y ya basta” son algunas frases que pronuncian los padres y madres estrictos. Este estilo de crianza es muy perjudicial para nuestros niños: crecen con miedo, no se atreven a ser autónomos y están condicionados por todo aquello que dicen sus padres. Y es que ser más o menos estrictos con nuestros hijos e hijas tiene que ver con nuestro estilo educativo: autoritario, permisivo, negligente y, al que todos deberíamos aspirar, democrático.
Así, ser estrictos se relaciona con el estilo autoritario, un estilo que provoca distanciamiento, con el que no creamos una relación positiva con nuestro hijo o hija, además de que no estaremos plantando una semilla para que ellos tengan una buena relación con la figura de autoridad en un futuro. “A nadie le entusiasma que otro le imponga su voluntad, y los niños no son una excepción. Algunos niños son muy obedientes, pero no todos lo son, ni mucho menos. Este modo de actuar provoca distanciamiento, ganadores y perdedores, humillación y rabia. El peligro es que lo que transmites es que hay que «tener razón», «ser inflexible» y mostrar una baja tolerancia a la frustración. Al imponerle tu insistencia a tu hijo, podrías estar enseñándole (sin darte cuenta) que siempre debe tener la razón, y a ser inflexible e intolerante”, añade Perry.
¿Tengo que dejar de ser estricto con mi hijo?
Dejar el estilo autoritario y con ello dejar de ser estricto no significa pasarnos al estilo permisivo y dejar que nuestro hijo o hija haga lo que quiera. Ser permisivo puede provocar que un niño no sepa “qué se espera de él” y esto puede hacerle “sentirse perdido e inseguro”.
La razón por la que podemos pasar a ser permisivos es por darnos cuenta de que estamos siendo igual de autoritarios como fueron nuestros padres. Así lo cuenta Perry: “En ocasiones, cuando los padres estamos decididos a no hacer lo que nuestros padres autoritarios hicieron con nosotros, podemos llegar demasiado lejos en la otra dirección y no imponer ni un solo límite a nuestros hijos. Si lo piensas, en esas situaciones, nuestro comportamiento obedece más a una reacción a nuestros propios padres que a la situación presente”.
¿La solución? La disciplina positiva
Podemos tener un estilo democrático con nuestro hijo y conseguir que sea una persona disciplinada. Esto se consigue con la disciplina positiva. Se trata de una apuesta para educar desde la firmeza, la coherencia, el respeto y la amabilidad. Esta forma de educar “ayuda a los adultos entender la conducta inadecuada de los niños, promueve actitudes positivas hacia ellos y les enseña a tener buena conducta, responsabilidad y destrezas interpersonales”.
Perry se refiere a esta disciplina positiva como una forma de colaboración entre niños y progenitores desde el respeto. Se pueden poner límites, no ceder ante ellos, y cuando se dé un problema, por ejemplo, el niño no quiere colaborar, buscar una solución juntos a través de la disciplina positiva. Perry nos cuenta el paso a paso que podemos tomar para colaborar con ellos:
- Define el problema definiéndote a ti mismo. «Necesito que tu habitación esté ordenada, y me gustaría que la ordenases tú».
- Identifica los sentimientos que hay detrás del comportamiento. El niño podría necesitar ayuda con esto. Por ejemplo: «¿Crees que es injusto que tengas que ordenar tu habitación cuando ha sido tu amigo el que la ha desordenado?». «¿Te sientes agobiado por la tarea y tienes la sensación de que vas a tardar una eternidad en acabarla?»
- Valida esos sentimientos. «Entiendo que te parezca injusto», o «el principio de un gran trabajo puede parecer abrumador».
- Plantead posibles soluciones. «Sigo queriendo que ordenes la habitación. ¿Cuál sería para ti la manera más fácil de hacerlo?»
- Continúa hasta el final. Repite los pasos que necesites.
No hace falta ser estricto con nuestros hijos para conseguir que hagan las cosas. Pasar de un estilo autoritario o permisivo costará tanto a nosotros como a los niños, pero merecerá la pena para nuestro bienestar y para su desarrollo.