“Hay que utilizar más el lenguaje de la jirafa, y menos el del chacal”.

Hoy te proponemos que te desprendas de todas tus creencias y te sumerjas en el método AEIOU. Un método creado desde la creencia de que se puede enseñar y educar a nuestros hijos de muy diferentes formas, y que propone que lo hagamos  con otra actitud, con otra mirada, con otras palabras. De una manera firme, pero afectuosa; desde la confianza y el amor, y no desde el miedo y el control; con autoridad, pero sin autoritarismo; con claridad, pero desde la confianza.

Un método diseñado por María Ángeles Jové y Andrea Zambrano para mejorar la armonía familiar cambiando la forma que tenemos de relacionarnos con nuestros hijos.

Estas dos coach educativas llevan años impartiendo talleres, a los que han asistido personas como Lucía, mi pediatra o Borja Vilaseca y, ahora acaban de publicar el libro ‘Educar es emocionar’, editado por Paidós.

 

María Ángeles, Andrea, vuestro método parte una premisa: si queremos cambiar las cosas en casa, o solucionar un problema con nuestros hijos, el cambio tenemos que hacerlo nosotros, los padres.

  • Para conseguir algo distinto en casa, primero tenemos que aprender a ser un padre o una madre distintos. Este principio es aplicable a todos los ámbitos de la vida. Si queremos que algo cambie, antes tendremos que cambiar nosotros. Educamos desde quienes somos. Si estoy enfadada, educo desde el enfado, si vivo estresado y angustiado, educo desde el estrés. Nuestros hijos, más que aprender lo que les enseñamos, nos aprenden a nosotros. La propuesta es educarnos para poder educar. Cambiar nuestra mirada, no cambiar a nuestros hijos.

 

En el libro repetís como un mantra que no podemos perder de vista nunca que la relación con nuestros hijos es lo primero.

  • Sí, la relación es el abono donde se planta la semilla que es tu hijo. Si el abono no es de calidad, esa semilla no podrá brotar con todos su potencial. Piensa que cuando las cosas se pongan feas (la vida no es de color de rosa) es más fácil desatascarlas si mantenemos el canal (el vínculo) limpio de maleza. Si el agua no corre, se estanca. Lo que queremos decir es que podemos acompañar a nuestros hijos de otra manera, con una actitud y una mirada distinta. Castigar, imponer, “porque lo digo yo”, por obligación, no es efectivo a largo plazo. ¿Quieres convertirlo en una persona sumisa, que obedezca ciegamente las instrucciones de otros, aunque sean perjudiciales, o alguien que tome las decisiones más adecuadas para él desde la libertad? La propuesta del libro es cuidar la relación con tus hijos porque de la otra manera no estamos educando, estamos sometiendo. Lo que pasa es que requiere más tiempo.

 

En este sentido, habláis de la importancia del lenguaje, y decís que “las palabras no se las lleva el viento, que las palabras hierben o sanan”.

  • Marshall Rosselvert, padre de la comunicación no violenta, habla de sustituir el lenguaje del chacal por el lenguaje de la jirafa. Muchas veces con nuestros hijos somos chacales, en lugar de jirafas. El lenguaje del chacal es el lenguaje del juico, del castigo, del chantaje, la amenaza. Y el lenguaje de la jirafa es el del corazón. La jirafa es el mamífero con el corazón más grande. Porque tiene que bombear mucha sangre para que llegue a la cabeza a través de un cuello muy largo, y en un animal adulto puede llegar a pesar 8 kilos. Si te fijas en los enamorados, se hablan bajito. El grito aleja.

 

Hablando de los gritos… decís algo muy importante: “Cuando gritamos a nuestros hijos, nos oyen, pero dejan de escucharnos”…

  • Sí, porque el oído es un órgano muy sensible a la aceptación y al rechazo, todos nos volvemos sordos si nos gritan. Mi rabia puede estar justificada, pero los gritos no son el mejor modo de expresarla. ¿Qué hacemos en otros escenarios? ¿Con el vecino? Además, si gritamos, les estamos enseñando a comunicarse de esta forma. Los gritos no educan.
‘Educar es emocionar’, ed. Paidós.

Hablando de otros escenarios, otras personas, ¿Por qué nos relacionamos con nuestros hijos de una forma que nunca nos relacionaríamos con amigos, compañeros de trabajo, parejas…? Recurriendo al grito, al castigo…

  • Nos da miedo, en educación, perder el control, el bastón de mando. Ser demasiado permisivos y que nuestros hijos nos pierdan el respeto. Pero ocurre todo lo contrario. Tú cuando respetas a alguien es porque le admiras. Por eso nuestra propuesta es que cuidamos la relación con nuestros hijos. No puedes admirar a alguien al que tienes miedo, o al que obedeces porque de no hacerlo te va a castigar. Somos referentes de nuestros hijos. La clave es conseguir que cuando nuestros hijos nos hagan caso sea porque nos admiran, porque se creen lo que les estamos diciendo. Es muy absurdo pretender que hagan las cosas por miedo. Porque así solo podemos conseguir dos cosas: que se revelen o que se conviertan en adultos sumisos.

¿La relación entre padres e hijos, desde vuestro punto de vista, es jerárquica?

  • Por supuesto. Somos sus referentes, no podemos hacer dejadez de nuestras funciones. Hay que ejercer nuestra autoridad, que no es lo mismo que autoritarismo. Hay que poner límites, normas… pero la clave es desde donde lo haces. ¿Desde el juicio, la exigencia…? O ¿desde el amor, la empatía…?

 

Cuando habláis de malos comportamientos en los niños mencionáis la teoría del Iceberg… La cual nos ayuda a verlos con otra mirada, y por tanto, a actuar de otra forma.

  • El comportamiento de nuestros hijos es la punta del iceberg. Hay que ir a la base. La clave es no pensar que nuestro hijo actúa de una determinada manera para molestarnos, sino porque le pasa algo. Si un niño se siente bien, colabora, la cosa fluye. Si se siente mal, empieza a tener comportamientos “disfuncionales”. Por eso no hay que poner el foco en el síntoma, sino en lo que le está pasando al niño para comportarse así. Si te pones a rascar, hay un porqué del comportamiento. Hay que descubrirlo. Él no sabe expresar lo que le pasa de otra manera.

 

También habláis de etiquetas. “Mi hijo es un vago”, “Este niño es malo”… ¿Por qué nos gusta tanto etiquetar?

  • Sí, es que tendemos mucho a juzgar, volvemos de nuevo al lenguaje del chacal. Las etiquetas no sirven para nada, sino para perpetuar ese comportamiento. Los juicios impiden la empatía y destruyen relaciones, y las etiquetas impiden el cambio. Tú puedes saber que tu hijo es más o menos vago, pero recordárselo continuamente hará que él lo interiorice y no lo cambie. Él te quiere tanto que se cree lo que tú crees de él.

Habláis de frases prohibidas en educación, y una es: “O recoges los juguetes o no vamos al parque”.

  • Es una frase prohibida en el momento en que no educa. ¿Qué estamos enseñando cuando la pronunciamos? Que solo tiene que recoger los juguetes para ir al parque, no porque nos gusta y es bueno para el orden y la armonía tener la casa recogida. No están aprendiendo el porqué de recoger. Has conseguido que recoja, pero ¿y qué más? Nada más.

El título del libro, ‘Educar es emocionar’. ¿Por qué creéis que el verbo educar con el otro verbo que mejor conjuga es con emocionar?

  • Porque influimos en las personas por cómo les hacemos sentir. Y al final educar es influir, influir de forma positiva, para sacar la esencia de esa semilla. Hacerles sentir amados, respetados, escuchados, valorados… Nuestro hijo no podrá aceptar y reconocer lo que es si antes nadie le ha admirado y reconocido. Ese es nuestro verdadero trabajo y nuestro verdadero reto.
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María Dotor

Tener solo unas líneas para presentarse no es fácil. Espero hacerlo bien 😉 Soy periodista y amante de la educación. Una de mis frases favoritas es: “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo” de Paulo Freire. Por eso creo que es tan importante tomárnoslo en serio. Por eso, y porque educar es el más apasionante e importante de los viajes. ¿No crees?

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