“Por suerte, el dolor físico, gracias a los avances en medicina, está controlado, por lo que la angustia en torno al mismo es bastante relajada. Lo que nos preocupa ahora es el dolor emocional, el dolor mental. Este miedo a sufrirlo nos lleva a querer experimentar siempre emociones positivas y a censurar todas las demás”. Este fragmento, extraído del último libro del filósofo José Carlos Ruiz, ‘El arte de pensar’, ahonda en la idea que ya nos expresó la experta en inteligencia emocional, Mar Romera, cuando en uno de nuestros eventos nos hablaba de que no hay emociones buenas ni malas, sino que hay que vivirlas todas. “Si mi hija no llora ante la muerte de un familiar, mi hija es psicópata, si no siente enfado cuando alguien la pisa será una mujer maltratada…” nos contaba, para argumentar que no podemos ni debemos evitar a toda costa que nuestros hijos experimentes emociones como la tristeza o el miedo. “Es urgente entrenar todas las plataformas emocionales y quitar de nuestra vida la intencionalidad de que queremos la felicidad para nuestros hijos” reflexionaba.
El problema de estos modelos educativos, que tienden a eliminar las emociones negativas, aparece cuando los malos momentos llegan, como nos cuenta José Carlos Ruiz en este vídeo.
La educación racional es clave para la felicidad
“Relacionamos la felicidad con las emociones y los sentimientos y cometemos el error de no asociarla con la razón. La felicidad es un modo de ser, un modo de pensar y sentir la vida que se puede aprender” alega José Carlos Ruiz, y nos habla de un estudio elaborado por la universidad de Harvard que demostró que el bienestar de una persona depende mucho de las relaciones con los amigos, la familia y la pareja. Por tanto, una parte importante de la felicidad pasa por las relaciones con los demás frente al aislamiento, pero “relaciones inteligentes, las que saben cómo tratar a las personas, las que implican afectos verdaderos que provienen de un uso adecuado de la inteligencia. Esto supone aprender a observar a los demás, analizar el contexto y las circunstancias que nos rodean, y comprender y tener en cuenta las circunstancias que rodean a los otros. Saber qué necesita otra persona para ser feliz, para sentirse bien y segura, y además ser capaces de proporcionárselo es un síntoma de una inteligencia suprema. Es una demostración de que utilizamos bien el pensamiento crítico. Porque la felicidad es un modo de ser en la vida que implica saber pensar adecuadamente para poder distinguir las cosas que nos benefician de las que nos perjudican”.
Aprender que no podemos controlarlo todo, que hay cosas que se nos escapan es el primer paso para no frustrarnos, y por tanto, poder ser felices. Entender esto requiere “activar el interruptor del pensamiento crítico” como dice José Carlos Ruiz.