¿Cuantas veces hemos escuchado la frase : Encuentra un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ningún día de tu vida? Tantas que la hemos interiorizado y nos la repetimos como un mantra, pero no solo a nosotros, también a nuestros hijos. Les inculcamos la idea de que para ser feliz en esta vida tenemos que ser felices en el trabajo.
Y esto, ¿ha sido así siempre? No, esto vino de la mano de la globalización. Con la globalización, los mensajes de desarrollo personal y de felicidad empiezan a asociarse con el mundo laboral.
“Este ha sido uno de los mensajes más dañinos para la evolución emocional del ser humano. Esta necesidad de ser felices las 24 horas del día, especialmente en el trabajo, está provocando ansiedad e insatisfacción” explica el filósofo José Carlos Ruiz en su libro ‘El arte de pensar’. Y lo explica más detalladamente en este breve vídeo.
¿Cuantas personas de verdad consiguen trabajar en aquello que de verdad les apasiona? La minoría. Y con esta mentalidad estamos “convirtiendo la excepción en regla, generando un malestar en todos aquellos (y son multitud) que no logran “amar” su trabajo. Esta muy bien visto ser un buen trabajador. El ocio, en cambio, no tiene buen predicamento, y el que solo quiere trabajar lo indispensable para vivir es tachado de vago y rechazado socialmente, llegando incluso a recibir el calificativo de perdedor. El sueño americano que nos vende que trabajando duro uno puede alcanzar sus metas empieza a impregnar el ideario popular”, sentencia José Carlos.
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