Cuando gritamos a nuestros hijos e hijas no nos sentimos bien. Además, somos conscientes de que es un recurso con resultados a corto plazo, pero no a larga, de ahí que no sea nada educativo. ¿Queremos empezar a educar sin gritos? Si la respuesta es sí, te proponemos que te ayudes del Desafío del Rinoceronte Naranja, diseñado por una madre estadounidense que decidió proponerse dejar de gritar a sus hijos durante un año.
Sheila McCraith es madre de cuatro hijos. Un buen día, se avergonzó de gritar a los hijos cuando descubrió que estaba observándola un obrero que hacía reformas en su casa. Los días anteriores había podido reprimir las ganas de gritar a sus hijos mientras los obreros estaban en casa, pero en ese momento pensó que ya no estaban y verse “descubierta” por el obrero le hizo sentir muy mal. Esta experiencia le enseñó dos cosas: la primera, que era capaz de controlarse por el miedo al qué dirán personas extrañas. Y la segunda, que debían importarle más lo que pensaran y sintieran sus hijos que lo que pensaran terceras personas. Y así se propuso estar un año entero sin gritar a sus hijos. Se lo planteó tan en serio que, si en algún momento gritaba a sus hijos, debía poner el contador a cero hasta llegar a estar un año sin gritar.
¿Qué tiene que ver un rinoceronte naranja con dejar de gritar a nuestros hijos? Sheila cuenta que los rinocerontes son tenaces y fuertes y que son pacíficos salvo cuando se les provoca. Y el color naranja, en su opinión, inspira energía y determinación. Y determinación es, parece, lo que más hace falta para dejar de lado esta fea costumbre.
Si nos sentimos mal cuando alguien nos descubre gritando a nuestros hijos es, seguramente, porque pensamos que lo que estamos haciendo no está bien y no es bueno para ellos, ¿no? Pero simplemente, nos sale, estamos cansados, sin paciencia, nos sacan de quicio, no nos hacen caso y claro, gritamos. Seguro que no podremos discutir que gritando no podemos educar ni damos un buen ejemplo: no querremos que nuestros hijos griten. Este es el primer paso que plantea Sheila: darse cuenta de que necesitamos cambiar y desterrar el grito de nuestra forma de educar, porque puede herir, porque nos avergüenza y porque, además, no educa.
El plan para dejar de gritar a nuestros hijos
Pero Sheila anima a no quedarse ahí: hace falta un plan. Debemos fijarnos un objetivo claro (por ejemplo, dejar de gritar un mes seguido), observar cuándo y por qué se desencadena el grito (por ejemplo, cuando queremos llegar pronto al cole, o cuando no conseguimos acostarlos, o cuando queremos que coman lo que hay en el plato) y pensar posibles soluciones o alternativas. Sheila también presenta posibles planes B para no gritar, como hacerlo fuera de la vista de tus hijos, o correr, o tomar fotos, o reír aunque no tengas ganas, dar golpes a una mesa, contar hasta 100, escribir por qué quieres gritar…
Para que el plan funcione, es muy importante compartirlo: contar con una red de apoyo (como la página de Facebook en español “El desafío del rinoceronte naranja”) y comunicarle este viaje que has decidido emprender a tu entorno más cercano.
Como dice la autora del reto, ‘no siempre puedo controlar las acciones de mis hijos, pero SIEMPRE puedo controlar mi reacción’.