- “Mamá, no quiero ponerme el pantalón de pinzas, ¡quiero el chándal!”. – Te he dicho que no, que te pongas el pantalón y no hay más que hablar”.
- “Papá hoy voy a llegar a las doce, no a las diez como siempre”. – “¿Cómo?, ¡ni se te ocurra llegar tan tarde!”.
- “Carlos, te he dicho mil veces que apagues la vídeo consola y te pongas ¡a estudiar!”. – “Que sí, mamá, que ahora voy” (sin moverse un ápice).
Y así, miles de ejemplos con los que todos los padres lidiamos a diario con nuestros hijos. Y es que, en una sociedad, dicen, en la que se están perdiendo los valores, los niños están más consentidos que nunca y el modelo educativo se basa muchas veces en la sobreprotección, el conflicto está a la orden del día. No es mi intención juzgar si esto es así o no, pero lo que sí me gustaría es compartir contigo otro punto de vista para gestionar de manera positiva los conflictos con tus hijos.
Otra mirada al conflicto
La definición etimológica del latín nos dice que conflicto significa «enfrentamiento con». ¿Cuántas horas del día pasamos enfrentándonos a otros? ¿Y cuántas veces ese conflicto podría no haber sucedido, se podría haber gestionado de otra manera, o la solución hubiera sido beneficiosa para ambas partes? Estarás conmigo en que hay conflicto si dos quieren. Intento atender al modelo del “Círculo de influencia”, en el que te hace reflexionar sobre qué aspectos de la vida tienes responsabilidad 100%, y una vez detectados, enfócate en esos y no en los que no puedes influir. Cuando me encuentro en situaciones de enfrentamiento con mis hijos, pienso mucho en esto: ¿Qué está en mi mano hacer para solucionar esto?”
Percibimos el mundo y a las personas, en función de nuestro sistema de creencias, valores y experiencias pasadas. Cuando la percepción que tenemos sobre algo determinado no coincide con este sistema, en definitiva, con nuestras necesidades, entra en juego un mecanismo de autodefensa, que nos hace reaccionar y generar un caldo de cultivo excelente para servir el conflicto en bandeja. Pero ¿qué pasaría si cada vez que la caja de pandora con tu hijo fuese a estallar, vieses este incidente como una oportunidad de aprendizaje, y dejases atrás las culpas, el control, el ego, los chantajes, los reproches, etc.? Al igual que tú, he probado distintas fórmulas para afrontar estas situaciones, con el objetivo de salir relativamente airosa, y desafortunadamente tenía más fracasos que éxitos.
¿Qué puedo modificar como padre para afrontar los conflictos de manera positiva?
En primer lugar, creo que es fundamental tener en mente que la educación es cuestión de tiempo. Es el oficio que tendremos para toda la vida, y es importante pensar a largo plazo. Cada vez que entres en conflicto con tu hijo por lo que sea, te animo a que pienses qué le quieres enseñar en esa situación en concreto. Pregúntate para qué le quieres decir lo que tengas en mente, o para qué vas a actuar como estás pensando. A mi me funciona repetirme esta frase varias veces antes de actuar, lo que me permite calmar mi enfado y gestionar mejor la situación. Cuantas más respuestas me doy, más me proyecto a futuro, y le encuentro el verdadero sentido a la responsabilidad de educar a mis hijos.
Otro punto de vista interesante a tener en cuenta es que cada vez que tengas una situación complicada, no lo veas como una amenaza, y sí como un reto. Un reto que os va a permitir a tu hijo y a ti crecer personalmente. Cuando me veo en este tipo de experiencias, pienso, ¿qué podemos aprender de esto? Cuando formulas esta pregunta, la respuesta te lleva al futuro, se acaban las culpas y te focalizas en soluciones, no en que alguien pague por lo que ha pasado. Te permite ser creativo y buscar alternativas para solucionar lo que haya pasado. Permite hacer autocrítica. Y, sobre todo, algo que a mí me sirve mucho, pensar, ¿cómo ha influido mi comportamiento en la conducta de mi hijo?
Además de cambiar estas creencias tan arraigadas y profundas, también es necesario que escuches a tu corazón. ¿Qué sentimiento tienes en el momento del conflicto? Rencor, ira, resentimiento, orgullo, etc. Sea cual sea, si son sentimientos improductivos, ten por seguro que no te llevarán al buen camino para resolver nada. La idea es que escuches lo que te dice tu emoción, ¿qué necesidad no satisfecha hay detrás? Y a continuación, que transformes esas emociones en otras productivas. ¿Cómo? Modificando tus pensamientos. Sólo así podrás cambiar tus sentimientos y por tanto tu comportamiento. Yo suelo repetirme frases como: “sólo es una niña y no sabe cómo hacerlo mejor”, “me necesita a su lado para aprender”, “no lo hace para fastidiarme, no sabe hacerlo de otro modo”. Te animo a que busques tus propios mensajes que te hagan conectar con las emociones necesarias para mirar al futuro y solucionar el conflicto de manera respetuosa. En mi opinión, la emoción que fomenta las relaciones respetuosas es el AMOR. ¿Qué pensamientos te gustaría tener para actuar con tu hijo desde el amor?
Asegúrate de que el mensaje de amor llega. Si te pregunto, ¿quieres a tu hijo? Imagino que tu respuesta será un sí rotundo. Pero ¿y si le pregunto a tu hijo si siente que tú le quieres? Lo más seguro es que conteste que en alguna ocasión no le has querido. Los niños y los adolescentes perciben el mundo de manera binaria, todo/nada; blanco/negro; bueno/malo. Cuando nos relacionamos con ellos de manera poco respetuosa, ellos suelen pensar que no los queremos, y nada más lejos de la realidad, habitualmente castigamos, reprimimos, reprochamos, desde el amor que les procesamos, pero por favor sé consciente que en estas ocasiones tu mensaje de amor no llega.
Escucha sus necesidades mediante preguntas poderosas. Si en numerosas ocasiones pensamos qué difícil es relacionarse con determinadas personas, imagina lo complicado que es para los niños vivir en un mundo de adultos. No te descubro nada especial si te digo que las necesidades de tus hijos y las tuyas son muy distintas. ¿Cuántas veces piensas en la necesidad no satisfecha que hay detrás de la rabieta o el desplante de tu hijo? No es cuestión de aceptar el mal comportamiento, pero sí de entender su emoción, entender de dónde viene, y preguntar cómo puedes ayudarle a través de una simple conversación, de poner límites, o de llegar a soluciones de manera conjunta. A mí me ayuda mucho no pensar directamente en la solución que me gustaría dar, como digo en mis talleres, es importante saber guardar el maletín de Consultor, y sacar el de padre: escucha de manera activa; indaga en sus necesidades; pregunta cómo puedes ayudarlo mediante preguntas de curiosidad, que no cuestionen; haz peticiones si procede. ¿Y tus consejos y remedios como padre? No tengas prisa, podrás compartirlos siempre que quieras, pero antes deja a tu hijo que explore consecuencias, que piense en alternativas y que cultive su creatividad.
Apaga tu radio. Desde mi punto de vista, esta es una de las cosas más difíciles de hacer. Apagar la radio significa dejar tus juicios fuera de la conversación. Significa tener la mirada de un bebé que no está contaminada de estereotipos, creencias, experiencias. Significa estar para tu hijo, escuchar de manera empática, ver el mundo desde sus zapatos. Pensar, sentir y actuar como lo haría él. Y después ¿qué? Cuando eres capaz de hacer esto, generas conexión con tu hijo y sus necesidades. Te permite entenderle y ayudarle sin que se sienta juzgado, herido, avergonzado, humillado, etc. Consigues que tu hijo se desarrolle, que sienta que es capaz de tomar decisiones, que su opinión se tiene en cuenta.
Pasos para una resolución de conflictos eficaz:
- Antes de afrontar el conflicto, debes estar en calma. Este primer paso es fundamental, tanto, que, si no consigues alcanzar este estado, es mejor que te retires. Aquí las estrategias son variadas, hacer deporte, caminar, o simplemente retirarte de la escena y respirar profundamente. No olvides hacer lo que esté en tu mano para que tu hijo también esté calmado.
- Cambia tus pensamientos para alcanzar sentimientos que te inciten a la conciliación, el respeto, la generosidad, porque si afrontas el conflicto desde el resentimiento, la ira o la indignación, no obtendrás el mismo resultado.
- Ganar a mi hijo frente a ganarme a mi hijo. Adquiere una actitud de win-win. Es importante dejar de lado la idea de que por ser el padre tienes derecho a ganar siempre.
- Analiza en profundidad la raíz del problema. No te quedes en la superficie, recaba los distintos puntos de vista. Recuerda que todo es cuestión de perspectiva, y la de nuestros hijos no suele coincidir con la nuestra.
- Valida las emociones de tu hijo, aunque no lo comprendas, la emoción que ha vivido ya no la puede cambiar. Ayúdale a indagar qué pensamientos hay detrás de esa emoción, y cómo puede modificarlos para sentir una emoción más productiva.
- Indaga en sus necesidades. ¿Para qué piensas en eso? ¿Qué necesitas en este momento? ¿Cómo te puedo ayudar?
- Plantea el objetivo a alcanzar. Aquí es crucial, que siempre que la edad de tu hijo lo permita, le involucres en el planteamiento del reto a alcanzar. Hazle consciente de la necesidad que tenéis ambos y ayúdale a visualizar el objetivo.
- Generación de opciones. Al igual que en el punto anterior, es importante que tu hijo se involucre en proponer ideas para solucionar el conflicto. Te dejo una técnica ¡que funciona!
- Exposición del problema. Bien los padres o el hijo explicarán el problema en cuestión. Todos escucharán en silencio, sin juzgar, y reconociendo las emociones.
- A continuación, se hace el brainstorming (lluvia de ideas), con tres rondas de aportación de soluciones:
- Primera: todos los miembros involucrados aportan soluciones al conflicto. ¡Se apunta todo! (aunque para el adulto no tenga sentido lo que diga su hijo).
- Segunda: el adulto recapitula todas las soluciones, y comienza a eliminar algunas que no sean viables, (de ambas partes).
- Tercera: se llega a un acuerdo sobre qué solución se va a tomar, y se establece el tiempo para llevarla a cabo. Recuerda que lo interesante es que sea el propio niño el que tome la decisión, y se haga responsable.
- Generar acuerdos y compromisos. Cada parte debe comunicar a la otra a qué se compromete.
- Hacer seguimiento de los acuerdos. Esta fase en muy importante. Piensa que lo más común es que tu hijo no lo haga bien a la primera, ¿acaso nosotros como padres lo hacemos todo bien desde el primer momento? Tu hijo está aprendiendo y te necesita a tu lado.
A veces sueño con que alguien me concede un deseo, y pido que desaparezcan los conflictos en el mundo. No sé si veré mi deseo concedido, pero lo que sí tengo claro es que llevando estos pasos a la práctica el tránsito por el conflicto con mis hijos es más amigable y respetuoso.