Asociamos el juego con lo meramente lúdico, sin embargo, el juego es la más potente herramienta educativa. En primer lugar, porque es el idioma de nuestros hijos. En segundo lugar, porque todo lo que se aprende jugando, se retiene mejor. Pero hay una tercera causa: el juego quita tensión a las situaciones complicadas del día a día y mejora el clima familiar.
De cómo utilizar el juego como herramienta educativa nos hablará Amaya de Miguel, fundadora de la escuela online para madres y padres ‘Relájate y educa’ y autora del libro Relájate y educa, el próximo sábado 26 de noviembre en nuestro evento en Madrid.
- Amaya, tu ponencia se titula: ‘Disciplina juguetona: una potente alternativa a los gritos. ¿En qué consiste exactamente la disciplina juguetona?
Imagina esta situación: tu hija no quiere lavarse los dientes. Todos los días vivís un proceso desagradable: ella, se niega. Y tú, te enfadas con ella. Tal vez esta mañana te has propuesto tener mucha paciencia y no gritar. Pero tu suavidad, tu comprensión, la validación de sus emociones, ¡no vale! La niña no quiere lavarse los dientes. ¿Qué haces? Terminas gritando. La niña tiene una resistencia a lavarse los dientes (porque no le gusta, le resulta molesto, le parece difícil, se aburre…), y ahora esa resistencia aumenta porque asocia ese momento con lloros y gritos. Conclusión: cada vez va a querer menos lavárselos. En estos casos, ¿qué hacemos? Lo primero, no añadir dificultad a la que la niña ya tiene. Mis gritos añaden dificultad. Lo segundo, convertir un rato difícil en un rato más atractivo. Y aquí es donde entra en juego la disciplina juguetona. Si me llevo a la niña al baño en volandas, haciendo un tren o como un saco de patatas, estoy construyendo un momento divertido para ella y, además, se sentirá muy cerca de mí porque estamos conectando. Y si cuando se lava los dientes me invento que cada diente es un duende que ha estado haciendo algo muy chulo durante el día y se ha manchado muchísimo… ¡pues puede ser un momento que ella disfrute! Porque ya no será el rato de lavarse los dientes, sino el rato de escuchar la historia de los duendes.
- Disciplina y juego y son términos que no suelen ir de la mano, pero, como vemos, encajan perfectamente….
Totalmente. Acuñé el término disciplina juguetona para referirme a un montón de estrategias basadas en el humor, las canciones, los cuentos, hacer el payaso… para resolver las situaciones complicadas del día a día. En mi experiencia personal como madre de tres hijos, y en mi experiencia profesional como mentora de más de mil madres y padres, es una de las mejores herramientas que podemos utilizar.
Obviamente es una herramienta que hay que combinar con otras, no puede ser la única que tengamos. Y es eficaz en muchos sentidos: el niño te sigue mejor, aumenta su autoestima, reduce la hostilidad en casa, se crea conexión, los adultos no se sienten culpables… ¡Solo ofrece beneficios!
- ¿Por qué tenemos tan infravalorado el poder del juego?
El otro día hablaba con una madre que me contaba que su hija siempre quería que la vistiera su padre. ¿Por qué? Porque era un juego, siempre. ¡A esa niña le encantaba ese momento del día! Ese padre usaba la disciplina juguetona de manera instintiva. Y si lo hacía en el momento de vestir a su hija, estoy segura de que también lo hace en otras situaciones. Algunos de nosotros, como este padre, usamos el juego de manera natural, nos sale solo. Pero es cierto que la mayoría de nosotros vivimos la educación y la crianza con bastante seriedad. Tal vez porque tenemos demasiadas cosas encima, o porque creemos que la educación es dar órdenes, o porque nos da miedo perder nuestra autoridad. Sea la razón que sea, lo cierto es que me encuentro con adultos que no están nada satisfechos con cómo viven su día a día: están enfadados y no se reconocen a sí mismos. Otros me cuentan que sus hijos les preguntan por qué gritan tanto, o por qué están siempre enfadados. ¡Y esto es devastador para los padres! El juego, el humor, las canciones, los cuentos… son herramientas estupendas para sustituir ese mal rollo y crear un clima más ligero, amable y cariñoso en la familia.
- Gritos, castigos… muchas madres y muchos padres quisieran desterrar estas herramientas de la educación de sus hijos. ¿Querer es poder?
Yo siempre digo que la fuerza de voluntad no es suficiente. Es importante, pero no basta. Yo puedo desear muchísimo, con todas mis fuerzas, dejar de castigar y amenazar a mis hijos. Pero si no tengo herramientas para lograrlo, no voy a ser capaz de cumplir mi deseo. Querer es efectivo en el momento en que me comprometo y me responsabilizo. En ese momento, elijo cambiar mi manera de actuar. Y como me he responsabilizado, busco ayuda para que el cambio se produzca realmente. Mi experiencia me ha enseñado que uno no puede cambiar solo. Yo tuve dos mentoras cuando mis hijos eran pequeños, y ellas me impulsaron a tener una familia donde, a pesar del cansancio, las peleas, el desorden y las dificultades, estuviéramos a gusto. Yo sola no lo habría conseguido. ¡Y yo tengo muchísima intuición y las ideas muy claras sobre crianza! Sin ellas y sin las lecturas y formaciones que hice después, no habría construido la familia que tenemos ahora. Por eso yo invito a quien esté leyendo esta entrevista a que busque ayuda. ¡Hoy es facilísimo! Hay muchos profesionales excelentes en las redes sociales, somos muy accesibles y ofrecemos muchos recursos. Vosotros mismos, en Educar es Todo, ofrecéis una cantidad impresionante de recursos y contáis con profesionales brillantes. Querer es el primer paso, pero el camino tiene que continuar con compromiso, responsabilidad y acciones para cambiar.
- Como dices, muchas veces recurrimos a gritos, castigos, amenazas porque no tenemos otras herramientas…¿Nos faltan referentes de cómo hacerlo y por eso nos cuesta tanto?
Hay adultos que educan con gritos, premios y amenazas y no lo cuestionan. De hecho suelen decir: “a mí me criaron así, y no estoy tan mal”. Otros educan de la misma manera, y lo viven con mucho pesar. Porque en ellos se produce una falta de coherencia interna: por un lado, quieren a sus hijos por encima de todo; por otro lado, sienten que descargan agresividad contra sus hijos, de manera que en esos momentos están traicionando su amor. ¡Esto es muy duro! Tratar mal a alguien a quien quieres tratar bien, genera una crisis de valores interna que resulta dolorosa. En efecto esto ocurre, diría que en todos los casos, porque estos adultos han recibido una educación dura, rígida, agresiva. ¡Y no lo saben hacer de otra manera! Por eso es tan importante el aprendizaje: se puede aprender a relacionarse de otra manera, a comunicarse sin violencia, a basar nuestra vida familiar en la conexión. Yo intuyo que los niños que se están criando ahora con más conexión, más comprensión y más inteligencia emocional, lo harán así a su vez con sus propios hijos. Porque ellos, por fin, tendrán un referente basado en el amor, el respeto y a la vez la firmeza y la seguridad.
- Hay padres que creen que si no gritan, no castigan, no amenazan…pierden autoridad y sus hijos se les “subirán a la chepa”. ¿Cómo convencerías a un padre de que esto no es así?
Es cierto. De vez en cuando alguien me traslada este temor. “Pero si yo canto una canción en lugar de obligarle a hacer algo, ¿no estaré perdiendo autoridad?”. Yo siempre les digo lo mismo: ¡pruébalo! Si estás conmigo, si ves los vídeos de Educar es todo, o si estás leyendo esta entrevista es porque el sistema que sigues ahora mismo no te está funcionando. Tenemos todavía un modelo de autoridad muy anticuado: el jefe (siempre varón) serio y duro; o un modelo militar. Hoy en día sabemos que hay otros modelos de liderazgo que funcionan muchísimo mejor: más cooperativos, que integran a los equipos y donde se cuida la conexión entre los miembros del grupo. Yo entiendo que estos modelos son más efectivos. ¡Y queremos ser, entre otras muchas cosas, buenos líderes para nuestros hijos! Mi recomendación es que seas valiente, pruebes durante un tiempo, y si no te funciona, vuelvas a tus gritos y amenazas, si es que te sientes más cómodo ahí y consideras que eso es lo mejor para tus hijos.
- Los límites son necesarios en la educación de nuestros hijos, sin embargo, a veces se cree que pasarnos a la disciplina juguetona, disciplina positiva o crianza respetuosa es permitir a los niños hacer lo que quieran, no poner límites, pero nada más lejos de la realidad. ¿Cómo se ponen estos límites?
Es cierto que ahora se habla mucho de límites. Es una palabra con la que estoy un pelín incómoda porque los limites son… ¡limitantes! Y mi objetivo es que eduquemos a los niños no para limitarlos, sino para hacerlos crecer y desarrollarse de la mejor manera posible, al máximo, ¡sin límites! Por eso prefiero hablar de liderazgo y de estructura, que probablemente para muchos signifiquen lo mismo que normalmente entendemos por límites. Del liderazgo me gusta hablar con un símil que me ayuda mucho, y que tú me has escuchado en alguna ocasión: tú eres quién conduce el autobús. Tú tienes el carné, conoces las señales de tráfico, sabes cuál es vuestro destino y cómo se llega a él. Tus hijos van en los asientos de atrás, con el cinturón. Como conductora, tienes que estar atenta a la carretera y a los niños: si se hacen pis, si se pelean, se cansan, si quieren que les pongas música o si ves necesario contarles un cuento o hacer una parada porque se están poniendo nerviosos. Ellos no deciden cómo conduces, qué haces ante un semáforo rojo o en una rotonda. Tengan la edad que tengan, no están preparados para ello, no les corresponde hacerlo.
Muchos de nosotros preguntamos mucho a nuestros hijos qué quieren hacer: “¿nos vamos del parque?”, “¿nos vamos ya a la camita?”, “¿cenamos?”, etc. Lo hacemos para usar una fórmula suave y ser muy educados, pero en realidad estamos traspasando a los niños una responsabilidad que nos corresponde a nosotros. Recuerda: tú conduces el autobús, tú tomas este tipo de decisiones. Y así los niños se sienten muy seguros y la vida en familia es mucho más amable.El segundo pilar para que las cosas funcionen y los niños crezcan en un entorno seguro donde se les impulsa a crecer y desarrollarse, son las estructuras. Muy claras, y muy firmes. Voy a ponerte un ejemplo. Imagina que tu objetivo es que tus hijos vean la tele media hora al día, después del cole. Pero hoy tienes que terminar un montón de cosas del trabajo, y les dejas ver la tele una hora y media. Al día siguiente, cuando quieres reforzar el límite de media hora, ¡se enfadan! Insisten, tenéis un rifirrafe, y al final, como no te apetece pelear, les dejas una hora. El tercer día lo tienes claro. ¡Solo treinta minutos! Y claro, tus hijos quieren más y termináis peleando. El problema ha sido la falta de coherencia en tu mensaje. Por tanto, es muy importante ser coherentes y tener unas estructuras claras. Si solo se ve 30 minutos la tele, solo se ve 30 minutos, independientemente del día que hayas tenido tú. De esta forma, todos tenemos claras las normas, no hay lugar para la queja.
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