Me llama la atención la cantidad de información sobre el número de horas que debería dormir un niño en internet: cuánto debe dormir un recién nacido. Un bebé de tres a seis meses. De uno a dos años. Cuando son adolescentes.
Yo misma he consultado estas informaciones a menudo, especialmente cuando mis hijos eran bebés y quería asegurarme de que las horas de sueño de mis criaturas se adecuaran a lo que los profesionales recomiendan.
Con frecuencia las familias se guían por estos datos (o por su propia experiencia o la de su entorno) para valorar si sus hijos duermen lo suficiente. A veces me dicen que un niño duerme 9 horas, algo que consideran adecuado para un niño de 10 años. Cuando yo pregunto si el niño se despierta fresco y con energía por las mañanas, casi siempre me encuentro con una respuesta similar: “No”, me responden, “nos cuesta muchísimo que se ponga en marcha”.
Hay una manera fabulosa, mucho mejor que la información online, para saber si tu hija duerme todo lo que realmente necesita: que no sea necesario despertarla. Es decir, que se despierte espontáneamente cuando ya no quede ni una gota de sueño en su sistema.
Lo sé: no es sencillo porque de lunes a viernes hay que ir al colegio y para eso hay que madrugar. Los adultos nos ponemos el despertador y después de levantarnos nosotros vamos al dormitorio de los niños y empezamos el ritual de levantarlos. Según sea tu familia, lo harás de manera más o menos amable, más o menos brusca, pero al fin y al cabo estarás interrumpiendo el ciclo de sueño de tus niños.
¿Qué se puede hacer para llegar al cole a tiempo, y a la vez respetar las necesidades biológicas de tus hijos? Muy sencillo: acostarles antes. Pero ¿a qué hora tienes que acostar a tus niños para que duerman todo lo que necesitan? La respuesta es sencilla: tan pronto como sea necesario. Tan pronto como necesiten para despertarse a la hora de ir al cole de manera espontánea.
¿Y si tengo que acostar a mi hijo a las siete y media de la tarde, no es demasiado pronto? Mi respuesta en este caso es rotunda: si eso es lo que necesita el niño, hazlo. No va a ser siempre así, sus ritmos y necesidades de sueño van a cambiar a lo largo de su vida y tú simplemente estarás respetando las necesidades de este ser humano en este momento concreto.
Cuando una familia toma la decisión de acostar más temprano a los niños, se puede encontrar en una de estas tres situaciones:
- Lo hace. Decide cambiar los horarios de la tarde, adelantar la cena y sin ningún problema acuesta a sus hijos pronto. Estos padres se acaban de quitar dos problemas de encima: por un lado, han acostado a sus hijos cuando no estaban tan cansados (ni los padres, ni los hijos) de manera que el proceso es mucho más sencillo. Además, las mañanas son mucho más fáciles porque los niños se levantan descansados, madrugan, y no tienen que hacerlo todo a toda velocidad. Además, los adultos tienen un rato por la noche para ellos. ¡Todo son beneficios!
- Lleva tiempo intentándolo, pero a su hija le cuesta mucho dormir y tarda dos o más horas en lograrlo, a pesar de que los padres saben que debería dormirse antes porque por la mañana está agotada.
- Les parece una buena idea, pero es imposible: entre los deberes y las extraescolares no hay manera de meterlos en la cama antes de las nueve.
Para aquellos niños a quienes les cuesta mucho dormir, algunos cambios en los hábitos pueden ayudar. El cerebro de tus hijos, dos horas antes de dormir, debería estar expuesto a muy pocos estímulos.
Por ello no deberían estar frente a una pantalla durante estas dos horas (ni tele, ni móvil, ni ordenador… ¡nada!). La exposición a las pantallas lanza al cerebro el mensaje: “¡Mantente despierto!”.
Tampoco es conveniente estimularles físicamente durante esas dos horas. Algunos padres dicen: “Voy a hacer ejercicio con la niña, a ver si así se agota y se duerme”. Es una buena idea, siempre y cuando esta actividad física ocurra mucho antes de la hora de acostarse. Porque el ejercicio nos activa y pone nuestro sistema en funcionamiento.
En mi casa decimos a nuestros hijos que tienen que ir “frenando sus cuerpos como si fueran bicicletas”. Dos horas antes de acostarse tenemos una rutina de calma que incluye la cena y leer cuentos. Nada de juegos emocionantes y activos porque sabemos que les estimulan demasiado y les dificultan irse a la cama después.
Una vez se fue la luz en mi casa un poco antes de la hora de la cena. Tuvimos que utilizar velas. Fue una aventura bonita, y lo más sorprendente fue que los niños se durmieron antes que nunca, y mejor que nunca. La luz intensa también es un estímulo que lanza al cerebro el mensaje: “¡Es de día!”. Tal vez sustituir las luces por velas en tu casa a partir de las seis de la tarde te resulte demasiado radical; en su lugar puedes utilizar solo luces suaves, cálidas y las menos posibles para crear un clima de reposo y anticipación a la noche. Esto calmará el sistema nervioso de tus hijos y les preparará para el sueño.
Si en tu familia os parece imposible que tus hijos se acuesten temprano porque estáis muy ocupados con extraescolares y deberes, ¿has pensado que tal vez necesitéis un cambio?
Dormir bien es una de las necesidades vitales más importantes del niño, para desarrollarse de manera sana, para aprovechar al máximo las horas escolares, para tener el equilibrio emocional que le permita relacionarse bien con otras personas… El sueño es fundamental para tener calidad de vida. ¿O cómo te sientes tú cuanto no has dormido lo suficiente, cómo es tu rendimiento en el trabajo, cómo son tus relaciones personales? Casi todos nosotros estamos irascibles cuando no hemos dormido lo suficiente, nos cuesta retener información, somos más torpes física e intelectualmente… ¡Imagínate cómo será la vida de tu hijo si habitualmente tiene sueño!
Mi recomendación es que priorices satisfacer su necesidad de sueño, frente a aprender natación, inglés o piano. Saber nadar en cuatro estilos no es una necesidad vital para el desarrollo de tus hijos. Dormir lo que su cuerpo necesite sí lo es. Te invito a que cambies tus prioridades y sitúes la necesidad biológica de dormir en el centro de vuestra vida. Si lo haces, tu hija o hijo estará de mejor humor, rendirá más en el cole, vuestra relación será mucho más agradable y habrá menos conflictos en la familia.
Eso sí: no sabrá nadar a mariposa. Pero ¿realmente es tan importante?