Imagínate esta situación. Estás en una tienda a la que has ido a comprar alguna cosa específica que te hacía falta; así que lo coges y te diriges hacia la caja a pagar. Mientras recorres el camino que te separa de la simpática cajera de la tienda del barrio, vislumbras carteles de algunos artículos que tienen en oferta y que suelen poner en la caja para que antes de irte digas: “¡Uy! Pues no sabía que necesitaba esto, ¡pero me lo llevo!”.
Entonces dices hacia tus adentros: no, no. No me voy a llevar esos dulces en oferta porque ya tengo en casa, llevo dinero justo o porque ya he empezado los propósitos de año nuevo y uno de ellos es no zamparme 400 dulces de una sentada. Pero llegas, y la simpática cajera, con esa sonrisa entrañable te sugiere:
– “La caja de dulces está en oferta, ¿quieres llevarte una?”
No, no, no quiero, piensas. Pero tu cabeza y tu boca parecen no estar conectadas en ese momento, por lo que espetas sin saber muy bien por qué:
– “Bueno, dame una”. Y te vas a casa con una docena de dulces y reflexionando por el camino por qué no has sabido decir un simple: NO, GRACIAS, cuando es eso precisamente lo que querías decir.
¿Por qué nos cuesta tanto expresar en determinadas ocasiones nuestros deseos? ¿Por qué nos cuesta tanto decir NO cuando no nos apetece hacer algo?
¿Qué es la asertividad?
¿Te has visto alguna vez en una situación parecida a la descrita arriba? Puede haber muchas variantes, pero para superarlas todas de manera satisfactoria, la herramienta clave es la asertividad. Y ¿en qué consiste la asertividad? En expresar nuestros deseos, pensamientos y sentimientos de forma clara, directa y honesta, sin sentirnos culpables y desde el respeto, para no herir a los demás. Porque queremos que nuestros hijos sepan decir “NO” cuando sus amigos le ofrezcan un porro o que no se vean atascados en una relación de pareja tóxica. Que sepan decirle a una persona lo que les molesta sin sentirse mal por ello. De esta forma se estarán respetando a sí mismos.
La asertividad no es una cualidad con la que nazcamos, la asertividad se aprende, se entrena, por eso es tan importante que aprendamos a ser asertivos primero nosotros, y lo seamos con ellos. Que les digamos las cosas desde la calma y el respeto, trabajemos nuestra inteligencia emocional, seamos empáticos y gestionemos los conflictos teniendo en cuenta los puntos de vista, necesidades y opiniones de nuestras hijas e hijos. Porque no nos cansamos de repetirlo: la mayor herramienta educativa es el ejemplo.
Como nos cuentan Eva Bach y Anna Forés en su libro, La asertividad: “Podemos considerar la asertividad como un recurso para comunicar de un modo respetuoso y oportuno lo que yo siento y para acoger con el mismo respeto lo que sienten los otros”.
La fórmula de la asertividad: “XYZ”
En este libro que os hemos mencionado, ambas autoras nos explican el procedimiento que definió Haim Ginott, pionero de los programas de comunicación eficaz, para expresar las cosas que nos gustan o que nos causan algún tipo de molestia. Este método consiste en 3 pasos y se conoce como la fórmula “XYZ”.
“Cuando tú dices X, yo me siento Y, y me habría gustado que hicieras Z”.
Vamos a poner un ejemplo para que podamos ver más claramente cómo aplicar este método:
Toni ha tenido un problema con un amigo de su clase, Miguel. Miguel todos los días le cuenta a Toni durante la hora del patio o después de clase sus problemas: que sus padres no le comprenden, que va a suspender matemáticas, que el entrenador no quiere ponerle de titular en el partido del domingo que viene… Y Toni le escucha, le da consejos y actúa como un buen amigo.
Sin embargo, estas últimas semanas Toni ha estado bastante preocupado: su abuelo está enfermo, tema que le trae bastante triste y preocupado, y además no puede concentrarse para hacer los deberes y estudiar. En algún momento ha intentado comentarle el tema a su amigo Miguel, pero cada vez que intenta hablar con él, Miguel redirige el tema hacia sí mismo y no le hace caso.
Si nuestro hijo fuera Toni, o si nosotros estuviéramos pasando por una situación parecida, deberíamos aconsejarle -o actuar- que expresara lo que siente al respecto de la siguiente manera:
- Cuando dices X
Toni debería acercarse a Miguel y explicarle claramente cuál es el problema, centrándose en la conducta o el comportamiento que le ha molestado, evitando la crítica a la persona. Siempre desde el respeto y la calma.
- Esto hace que yo me sienta Y
Una vez se ha dejado patente cuál es la conducta que ha molestado, el siguiente paso es que Toni explique cómo se siente, cuáles son sus sentimientos, “en un tono lo más calmado posible y sin dramatizar”, nos aconsejan Eva Bach y Anna Forés. “Me centro en los efectos que dicha conducta provoca en mí, sin presuponer intenciones en el otro, sin juzgar, atacar o insultar”.
Por lo tanto, hasta aquí, Toni podría haberle dicho a Miguel algo como: “Cada vez que cambias el tema de conversación cuando intento explicarte lo que me preocupa a mí, siento que mis problemas no son importantes y me siento desplazado e ignorado. Sé que no lo haces con esa intención o que puede que ni siquiera te hayas dado cuenta, pero quería que supieses cómo me hace sentir el no ser escuchado”.
- Me hubiera gustado que hicieras Z o sentirme Z
En este paso, Toni informa a Miguel de lo que la reacción o la conducta que hubiera gustado que tuviese en esta situación o cómo le gustaría sentirse en su amistad. Siempre expresándolo en positivo, “sin presionar y sin exigencias. Digo lo que me gustaría respetando la libertad del otro de aceptarlo o no. Podemos ofrecer también varias alternativas”, nos recomiendan las autoras.
A estos 3 pasos del método de Haim Ginott, Eva Bach y Anna Forés en su libro proponen un paso más:
- ¿Qué te gustaría a ti que haga yo? / Por mi parte me comprometo a…
Este paso adicional que también sugieren otros autores va enfocado, como el anterior, a la búsqueda de soluciones y a la reflexión: ¿en qué medida he contribuido yo en este conflicto? ¿puedo hacer yo algo o no hacerlo para que no se repita? Por lo tanto, este paso implica “asumir la parte de responsabilidad que pueda correspondernos y estar dispuestos a poner algo de nuestra parte”.
En definitiva, la asertividad es un aspecto que se puede abordar desde múltiples perspectivas, que implica derechos y deberes, pero que se tiene que trabajar y dedicar empeño para que sea una herramienta que nos pueda servir de manera fructífera en nuestro día a día, y también a nuestros hijos e hijas. Por eso, es importante dedicarle tiempo y esfuerzo, lo que tendrá repercusiones beneficiosas en nuestras vidas y en las relaciones que mantenemos con las personas que nos rodean.
Así que, vamos a tener muy presente la cita del reconocido psicólogo clínico, Walter Riso: “Ni sumisión, ni agresión: asertividad”. Esa es la clave.