Nunca ha sido fácil tener hijos. De hecho, seguro que una de las frases más viejas de la humanidad es que “los hijos no vienen con manual de instrucciones”. “Por desgracia”, podríamos añadir. Pero, en los últimos tiempos, a esto de ser padres le tenemos que sumar una gran dificultad añadida: las nuevas tecnologías.
No nos engañemos, para nosotros puede ser de gran ayuda tener acceso a Internet para resolver cualquier duda en cualquier momento.
El problema real viene cuando son ellos, nuestros hijos e hijas, los que empiezan a hacer uso de estas tecnologías. Y cuando nosotros no estamos delante.
La preocupación por el uso que hagan de estas tecnologías se agrava por el hecho de que ni siquiera nosotros mismos sabemos hacer un buen uso de las mismas, o incluso tenemos pocos conocimientos sobre la complejidad de la red. Es por esto que es necesario formarnos, buscar las claves que desconocemos, para poder asegurarnos de que ninguno de los riesgos que Internet entraña afecta a nuestros hijos e hijas.
Silvia Barrera, inspectora de policía y experta en investigación de cibercrimen, ha escrito el libro que os recomendamos hoy: “Nuestros hijos en la red. 50 cosas que debemos saber para una buena prevención digital”. En este artículo os vamos a resumir 5 de las claves que contiene el libro para que os hagáis una pequeña idea de lo que trata su contenido.
1.¿Control o supervisión?
Como Silvia Barrera nos indica en su libro, “control” y “supervisión” son palabras que se asemejan mucho, pero que se diferencian en algo muy importante: la confianza.
Como madres y padres, somos responsables de nuestros hijos, y por eso es necesaria una “supervisión y vigilancia constante de lo que hacen, lo que incluye su mundo virtual”, afirma Silvia. No obstante, la clave reside en que ellos se sientan libres de hacer uso de sus dispositivos tecnológicos sabiendo que hay unas normas y límites, y sabiendo que están bajo la supervisión de sus padres, pero sin considerar esta supervisión como un control que perciban como negativo o restrictivo.
Tenemos que tener algo muy en cuenta: nuestros hijos van a acabar encontrando la forma de esconder aquello que nosotros no queremos que vean. Por lo tanto, es importante crear ese clima de confianza que nos permita “una supervisión controlada”.
Recordad: “Hay que transmitirle que nuestro objetivo es identificar posibles actividades de riesgo que no conoce y no invadir su intimidad”.
2.¿Firmamos un contrato?
Silvia Barrera nos cuenta que “una vez dado el paso de permitir a nuestros hijos vivir en el mundo hiperconectado, se hace necesario instaurar unas normas de uso”. Para ello, un contrato es una forma ideal, “práctica y divertida” de establecer normas y límites con nuestros hijos respecto al uso de los dispositivos tecnológicos. Eso sí, debemos ser conscientes de que la negociación de las cláusulas con nuestros hijos es una opción que debe estar encima de la mesa.
El contrato, además, debería dejar patentes una serie de sanciones o consecuencias -pactadas también, por supuesto- para llevar a cabo en caso de incumplimiento del contrato. Como nos dice Silvia Barrera en su libro, “no debemos olvidar que toda negociación no está exenta de polémica y que, probablemente, algunas de las cláusulas no sean del agrado de nuestros hijos, que, aun con el consenso, no deben olvidar que el dispositivo informático al que acceden ha sido provisto por sus padres y que, en el momento de incumplimiento, existe el derecho a privarlos de esta herramienta”.
Hay muchos prototipos de contratos disponibles que podemos descargarnos y modificar en función de los acuerdos a los que lleguemos con nuestros hijos e hijas.
3.Cómo ayudarles a crear y gestionar un perfil en redes sociales.
Este es uno de los temas que más nos preocupa a las madres y padres respecto al uso de las tecnologías que hacen nuestros hijos. En las redes sociales están todos los peligros online habidos y por haber, de hecho, son las herramientas más usadas para el ciberacoso. Pero ya no es solo eso, la sobreexposición o la adicción son otros temas que también nos preocupan. Por lo que, en el momento en que se abren un perfil en alguna red social, ha llegado el momento de “pasar a una supervisión más intensa”.
- Normalmente, para estas redes sociales, “la edad mínima se sitúa entre los 13 y 16 años según cada país. Esto es algo que tenemos que intentar tener muy en cuenta. Si nuestro hijo no cumple la edad requerida para dicha red social, el primer consejo que nos da Silvia en su libro son las redes sociales específicas para niños, como KidzWorld o Lego Life.
- Si, en cambio, nuestro hijo es mayor de 13/14 años, podemos proceder a abrir la cuenta de forma conjunta, siempre bajo nuestra supervisión.
- En este punto vienen varias dudas, como elegir su nombre real y su foto real para el perfil, o utilizar un avatar. Silvia Barrera nos recomienda la segunda opción, pues usar su nombre real “les hace más identificables” y, además, “una imagen actual de un menor de edad puede no ser la mejor elección”.
- Es aconsejable estar a su lado a la hora de buscar contactos conocidos y aprovechar este momento para explicarles que solo deben contactar con personas que conocen y que “hay gente que utiliza perfiles falsos para contactar con los demás, no siempre con buenas intenciones”.
- También debemos recordarles que “la publicación de información personal debe estar muy limitada, porque puede ser utilizada por un tercero para cualquier fin”.
4.Mi hijo lo publica todo.
En una época en la que compartimos prácticamente cada minuto de nuestras vidas en redes sociales, la sobreexposición constituye un peligro real. Y el mayor riesgo potencial lo constituyen los menores, “que sobreexponen su imagen e información personal de tal forma que se han convertido en cebo perfecto para ciberestafadores y depredadores sexuales”, nos advierte Silvia Barrera.
Pero esto va mucho más allá. Hay jóvenes que se convierten en referentes en redes sociales a edades muy tempranas, otros que suben selfies de manera compulsiva para paliar una baja autoestima, temor social, soledad, egocentrismo… o muchísimos otros motivos escondidos detrás de tales conductas.
Por eso es importante que “nuestro control sobre lo que publican y comparten sea desde el principio. Podemos dejarlos disfrutar de todo lo positivo de Internet sin olvidar enseñarles que no somos lo que publicamos, y que dejamos un rastro o huella digital tan potente que debemos ser muy cautelosos con lo que compartimos con el mundo”.
5.Sociedades hipersexualizadas.
En la ponencia de Nayara Malnero de nuestro evento de Madrid, la sexóloga nos contaba que no es que los niños vayan buscando pornografía en Internet de forma activa, es que les aparece sin que tengan que hacer nada, y los encuentros con contenidos pornográficos se producen cada vez a edades más tempranas.
Pero a esto además tenemos que sumarle las apps de citas, las fotografías inapropiadas en redes sociales, la tendencia a imitar a sus referentes youtubers o instagramers… Todos estos riesgos nos preocupan, y tenemos razones para ello. Silvia Barrera cuenta en su libro que “hoy el adolescente es un cliente potencial más, con acceso ilimitado a series o películas donde la erótica forma parte necesaria de la trama. Es también objetivo del mercado del erotismo y de los contenidos sexuales y pornográficos en la red, un material que, si no está supervisado por los padres, puede incluir todo tipo de prácticas adultas, en muchos casos violentas, de dominación, y peligrosas y humillantes para la mujer”.
Ante todo esto, la inspectora experta en cibercrimen nos explica que “los expertos en educación sexual recomiendan educar en esta materia no solo centrándose en la prevención tradicional de embarazos y enfermedades de transmisión sexual, como nos enseñaban hace décadas en los institutos”. Ahora es mucho más complejo, hay muchas más cuestiones que debemos tener en cuenta, cuestiones relativas a “la educación en la red, respecto a la presión social, la cultura imperante de la imagen y lo visual, la autoestima, las habilidades sociales, la búsqueda de fuentes de placer, el deseo, el amor o el inicio de relaciones a corta edad”.
En definitiva, como hemos visto, las nuevas tecnologías y las redes sociales pueden suponer muchos peligros para nuestros hijos e hijas. Pero también pueden conllevar muchos beneficios si les enseñamos a usarlas de forma correcta. Por eso os recomendamos la lectura de este libro, porque si no sabemos cómo enfrentarnos al problema, no vamos a poder atajarlo como se debe.