Hoy, tras tres semanas de confinamiento, he roto a llorar. Y no sabéis qué alivio cuando por fin he conseguido soltarlo todo. Porque no es que no quisiera, es que no podía. Sentía un nudo en el estómago, una ansiedad que me ahogaba, pero estaba completamente paralizada.
Soy madre soltera. Vivo con mi hija de 4 años en un piso de 40 metros cuadrados a las afueras de Madrid, sin balcón y con poco espacio para que mi niña juegue y se entretenga. Llevaba bien lo de cuidar yo sola de Andrea, fue mi decisión y no me arrepiento para nada de haberla tomado, pero estos momentos que estamos atravesando me han hecho desear más que nunca tener una pareja con quien poder compartir todo esto.
Estas semanas han dado para mucho, hemos jugado, hemos visto películas, redecorado el comedor, hecho vídeo llamadas con nuestros familiares… Pero cada noche, al acostarme e intentar conciliar el sueño, se me venía todo encima. Y al no poder llorar, he ido acumulándolo todo hasta que hoy, por fin, he podido soltarlo.
Ha sido como quitar el tapón de la bañera y dejar que el agua corriera. Y el “tapón” que me ha hecho por fin dejarlo todo correr ha sido mi hija diciéndome que me quería mucho.
Así que tras unas cuantas lágrimas y muchos abrazos y besos, he vuelto a recuperarme y nos hemos puesto otra vez a hacer actividades para mantenernos entretenidas. Y os cuento esto, escribo y envío estas palabras para que, si alguien se encuentra en la situación que yo estaba, si alguien se siente paralizado y quiere pero no puede llorar, que sepa que no pasa nada. Que en algún momento podrá hacerlo, cuando esté preparado/a. Y que no se sienta solo o sola, que sepa que los demás también nos sentimos paralizados ante todo esto. Pero que lograremos salir, y entonces valoraremos todo lo que hemos crecido durante este tiempo.
Un fuerte abrazo a todos
Cuéntanos tu historia y así elaboraremos todos juntos un diario de confinamiento con niños en el que podamos compartir nuestro día a día. Escríbenos a: info@gestionandohijos.com.