El 15% de los adolescentes de 15 años ha fumado en los últimos 30 días. Y el 5% de los niños ya ha probado el tabaco a los 11 años.
Estos datos se desprenden del estudio ‘Comportamiento de la salud en niños en edad escolar’, llevado a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Cuando podíamos pensar que los jóvenes, gracias a las medidas tomadas en los últimos años (prohibición de fumar en espacios públicos, prohibición de campañas de publicidad asociadas al consumo de tabaco…) consumían cada vez menos tabaco, nos encontramos con estos datos.
Hablamos con Anaís López, educadora social y terapeuta especializada en familias de adolescentes con problemas de drogas y conducta.
Anaís, ¿qué está pasando? ¿Estamos volviendo atrás?
Cuando se toman medidas hay que tener en cuenta que tienen una temporalidad y que el objetivo (reducir el consumo) tuvo su efecto en sus inicios, pero como en la gran parte de las medidas restrictivas, nos solemos relajar y el consumo de tabaco no es una excepción.
Si ya no hay publicidad de tabaco, en las películas y series no salen personajes fumando, es decir, se han eliminado esos referentes negativos que podían incitarles al consumo… ¿qué está alentando a los menores a hacerlo?
Sí, es verdad que ya no se visualizan imágenes de gente fumando, ni hay publicidad de tabaco, pero sí de otros dispositivos que se asocian al consumo de tabaco, como los cigarrillos electrónicos o las “cachimbas” que, además, se pueden consumir en lugares cerrados y en grupo.
Además, ahora se ha puesto de moda “vapear”. Se nos vende como algo inofensivo, que no daña la salud y que no tiene nicotina. Además, se te presenta como la alternativa saludable al tabaco, ya que te permitirá dejar de fumar o fumar menos. Pero esto no es verdad, sino todo lo contrario, acerca a nuestros hijos a consumir tabaco.
Por otra parte, a esas edades, el grupo de iguales pasa a la primera posición en su escala de valores, con lo que eso conlleva. Me refiero a que de la misma manera que su grupo de iguales les aporta cosas buenas, también les aporta otras cosas que tenemos que tener en cuenta, por ejemplo, acerca a nuestros hijos a determinadas prácticas de riesgo, entre las que se encuentra el consumo de tabaco y otras drogas.
La OMS alerta de que “en comparación con los adultos, los jóvenes requieren menos cigarrillos y menos tiempo para establecer una adicción a la nicotina”. ¿Por qué ocurre esto?
Eso tiene mucho que ver con el desarrollo del cerebro y su inmadurez, de hecho, hay un alto porcentaje de fumadores que empezaron antes de los 18. A nivel conductual, que es la parte que yo trabajo, los adolescentes a veces no toman decisiones por sí solos, sino que están inducidas por un grupo, unas expectativas positivas, una búsqueda de pertenencia, por lo que no hay una conciencia de las consecuencias a largo plazo y sí de las recompensas a corto plazo. A los adolescentes les cuesta mucho poner límites, cuando algo les gusta no se plantean las consecuencias a la larga, no ven más allá de ese momento.
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¿Cuáles son los peligros de empezar a fumar tan jóvenes? Añadidos a los peligros que ya de por sí tiene el tabaco…
Evidentemente, cuando hablamos de peligros nos referimos a los efectos tan devastadores a nivel de salud, pero hay un riesgo que no se nos puede pasar por alto y es que las personas que se inician a edades muy tempranas en el consumo de tabaco tienen más riesgo de terminar consumiendo otras sustancias. El tabaco es la “puerta de entrada” al consumo de otras drogas. El motivo es que perdemos el miedo y acabamos consumiendo cannabis, hachís…etc.
¿Qué podemos hacer madres y padres para evitar esto?
Muchas cosas, pero yo no me cansaré de decir que hay que empezar desde la infancia. La prevención del consumo de drogas no empieza en la adolescencia, empieza en la infancia. Si esperamos a la adolescencia habremos llegado tardísimo, cuando apenas tenemos ya tiempo de intervenir.
A nuestros hijos hay que dotarles de habilidades sociales para que cuando lleguen a ciertas edades sepan posicionarse y decidir por sí solos aquello que quieren, sin tener que ceder a la presión de grupo. Que sean capaces de modificar el ambiente e incluso abandonarlo si no les gusta. Que tengan una actitud crítica, que sepan decidir de manera responsable y no impulsiva. Que se quieran y se valoren tal como son sin depender de la mirada que tienen los otros. Que tengan capacidad para elegir con quién quieren estar y que no todo se puede considerar amistad.
Por otro lado, las madres y padres debemos ser informantes de primer grado y alertar a nuestros hijos de los riesgos, no se trata de ser expertos en el tema, pero sí de tener datos suficientes para informar y poder responder a las cuestiones que se nos puedan plantear. También hay que fomentar en casa, desde que son pequeños, hábitos saludables y de autocuidado como puede ser una buena alimentación y la práctica de deporte.
Y como elementos fundamentales: fomentar la comunicación y la verdad, que pase lo pase y hagan lo que hagan siempre va haber un espacio para la escucha y el diálogo. Y, por otro lado, la importancia de los límites que tan necesarios son. Es imposible que nuestros hijos puedan parar por sí solos, si nosotros desde pequeños no les hemos enseñado cómo.
¿Hay algo que estemos haciendo muy mal? Por ejemplo, normalizar esta práctica consumiendo nosotros…
Es evidente que el patrón intergeneracional existe. Hay que usar la coherencia a la hora de fomentar valores positivos a nuestros hijos. Si yo le digo a mi hija: “no fumes” con un cigarro en la mano, el mensaje no tiene ningún tipo de credibilidad e incluso podemos conseguir el efecto contrario. Nuestros hijos aprenden por imitación. Educa más lo que haces que lo que dices.
Y, por otro lado, me atrevo a decir algo que suele generar mucha polémica, pero no debemos confiar tanto en nuestros hijos. Todos queremos que siempre nos digan la verdad, que se junten con gente sana, pero a veces esto no sucede, por lo que es importante estar en alerta. No se trata de vigilar y controlar, se trata de no bajar la guardia y de estar atentos a señales que nos pueden indicar que hay novedades o elementos nuevos que les están haciendo cambiar el rumbo.
Los periodos de transición, como pasar del colegio al instituto, son etapas complicadas de cambio donde es importante estar más presentes y observar un poco más, puesto que muchas veces hay una ruptura con su grupo de amigos de la infancia y se crean nuevos.