Me gustaría escribir un artículo dándole las gracias a todos los abuelos y abuelas que nos ayudan tanto en la educación y crianza de nuestros hijos. Darles las gracias por ir a recogerlos al cole cuando el trabajo no nos lo permite, por ser los más fieles compañeros de aventuras de nuestros niños, por estar siempre pendientes de que hayan comido lo suficiente porque están creciendo o incluso de pasarles 5 euritos con total discreción cuando nosotros nos damos la vuelta.
Pero con todo lo acaecido en los últimos meses, no puedo. Solo puedo pensar en todos aquellos nietos que han perdido a sus abuelos y abuelas y que ni siquiera se pudieron despedir. En las madres y padres que tuvieron que explicar a sus hijos que no podrían volver a ver a sus yayos porque este maldito virus se los había llevado para siempre.
En los abuelos y abuelas que pasaron sus últimos días solos, en la habitación de su residencia o en el hospital, lejos de todos sus familiares y allegados, con la única fuerza que les daba el recuerdo del último abrazo, de la última sonrisa en la cara de su nieto.
Esta pandemia nos ha caído como un jarro de agua fría, y nos ha hecho reflexionar sobre muchísimos temas. Cuando estuvimos confinados la solidaridad con nuestros vecinos mayores demostró que podíamos unirnos aun sin conocernos más que de algún encuentro en el ascensor. Demostramos que nos preocupábamos por ellos, que iríamos a por sus medicamentos a la farmacia o a por su compra al supermercado, pero que los queríamos en casa, sanos, vivos.
Ahora que ya podemos salir, muchos hemos tenido que ver a nuestros abuelos a distancia y sin abrazos. Sin dejar de tener en cuenta que los mayores han sido los más golpeados por esta pandemia, y que debemos seguir cuidándolos, tomando las precauciones pertinentes, aunque nos muramos por fundirnos en uno de esos abrazos que te quitan todos los males. Mantener las medidas de seguridad, por mucho que nos cueste, será la muestra más grande de amor por ellos.
Hoy es el día de los abuelos y las abuelas, y sé que en muchas casas se va a notar terriblemente la falta de alguien. Alguien que solía estar sentado en su sillón habitual, cocinando los mejores manjares o contando las historias más entretenidas. Alguien que ya no está, pero cuyo recuerdo permanecerá en la memoria de todas aquellas personas que le quisieron, y le continuarán queriendo siempre.
Este artículo va por ellos. Por los que se han ido, por los que han conseguido superar el virus, por los que nos cuidaron cuando éramos pequeños y los que nos han ayudado a cuidar a nuestros hijos, por todos.
Y a mi abuela, que ahora está enfermita. Desde la distancia te envío toda la fuerza y los besitos que no te puedo dar. T’estime.
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