David Hernández Benito es profesor de matemáticas en un instituto de Peñafiel, un pueblo situado en la provincia de Valladolid, que ha sido noticia esta semana por las fabulosas notas que ha sacado su alumnado en la EBAU. La media de notas sus alumnos y alumnas en el examen de matemáticas de la selectividad ha sido de un 9,176, por lo que el profesor se mostraba tremendamente orgulloso en twitter:
EBAU 2020, nota media de mis 23 titanes en Matemáticas II:
9,176.
IES público y en medio rural. Más orgulloso, imposible.
— haℤy ben (@DavidHdezBen) July 10, 2020
Hemos hablado con él sobre cómo motivar a los alumnos y alumnas, sobre las matemáticas y su aplicación en la vida real, sobre cómo ha sido la teledocencia durante el confinamiento…
David, tus alumnos y alumnas han sacado una media de 9,176 en los exámenes de matemáticas de la selectividad. ¿Cuál crees que ha sido la clave de estas notazas?
Lo principal es que son un grupo de alumnas y alumnos excelentes, la mejor clase en conjunto que he tenido en todos los años que llevo como docente. Tanto durante las clases presenciales como durante el confinamiento han sido un grupo ejemplar, siempre atentos, activos y muy trabajadores. El mérito también es de los profesores que me han precedido, ya que tenían muy buena base y por supuesto, de sus familias.
Das clase en un instituto público en Peñafiel, un municipio de unos 5.000 habitantes situado en la provincia de Valladolid. ¿Cómo es dar clase (y recibir) en la “España vacía”?
Castilla y León es una de las Comunidades más despobladas de España, pero la ratio por clase sigue siendo la misma. Este curso yo tenía clases de entre 25 y 30 alumnos. La principal ventaja de dar clase en el medio rural es que, desde mi punto de vista, los alumnos son más cercanos. Además, en los institutos rurales en los que he trabajado, el ambiente entre los compañeros y también con el equipo directivo es muy bueno.
Lamentablemente el número de inconvenientes supera al de ventajas. Para empezar, los IES rurales son los últimos en recibir los recursos y las instalaciones suelen estar en peor estado o ser más antiguas. No te libras de algún día sin calefacción o sin internet. Además, el profesorado es muy inestable. En el IES Conde Lucanor, aproximadamente el 70% de los profesores son interinos. Estupendos profesionales que no pueden desarrollar su proyecto educativo en el centro ya que cada año les toca dar clase en un pueblo o ciudad diferente. Esto perjudica mucho la estabilidad y la calidad educativa. Además, Peñafiel tiene el inconveniente de que para llegar allí hay que utilizar la N-122, una de las carreteras con más tráfico y accidentes de España. Llevan más de quince años prometiendo una autovía, la A-11, que nunca llega. Haría un gran favor al pueblo, y a sus estudiantes en particular, tener unas comunicaciones decentes. Hay que apostar porque el talento que se forma aquí, también se pueda quedar aquí si quiere, y eso pasa por unas buenas comunicaciones.
¿Y cómo ha sido durante el confinamiento?
Al principio la teledocencia fue complicada. Había alumnos que no tenían medios o buenas conexiones, pero el equipo directivo lo solventó muy eficientemente. A la segunda semana ya teníamos todas las aulas virtuales y las clases online montadas perfectamente y funcionando con normalidad. Hemos tenido que adaptar la metodología y sobre todo echar muchas horas delante del ordenador, la tablet o el móvil. Eso sí, todo con nuestros propios medios. En las empresas los trabajadores han recibido portátiles e incentivos para pagar la luz e internet. En nuestro caso todo ha corrido por cuenta propia.
David, el año pasado la Asociación Española para la Digitalización (DigitalES) apuntaba en un estudio que alrededor del 75% de alumnos de la ESO no entendía las matemáticas. Además, vemos cómo las carreras técnicas (STEM) cada vez tienen menos alumnos. ¿Qué crees que es lo que está fallando?
El primer estudio lo desconozco. Por experiencia propia me parece muy exagerado decir que el 75% de los alumnos no entienden las matemáticas. Es cierto que es una asignatura a la que cuesta más acercarse y que genera muchos miedos entre los alumnos. Puede que los profesores no estemos sabiendo motivar a los alumnos o hacerles perder ese miedo a las matemáticas, pero creo que la principal causa es que desde que somos muy pequeños escuchamos a familiares y amigos decir que las matemáticas no sirven para nada, que son muy difíciles o que se enseñan muy mal, y eso genera una predisposición en los alumnos a odiar esta materia, antes incluso de conocerla.
Con respecto a las carreras STEM tampoco sé de dónde sale que cada vez tengan menos alumnos. Las carreras como matemáticas, física o ingeniería cada vez tienen notas de corte más altas, así que esto quiere decir que están más demandadas. Quizá la pregunta debería ser por qué solo el 18% de las personas que eligen estas carreras son mujeres. Cada uno es muy libre de elegir lo que más le guste estudiar, pero creo que, al igual que con los juguetes o la ropa, la sociedad tiende a generalizar la idea de que las ingenierías son ramas para hombres y las ciencias de salud o la biología para mujeres.
¿Cómo logras motivar a tus alumnos y alumnas? ¿Crees que hay que utilizar técnicas innovadoras para lograr que el alumnado entienda las matemáticas?
Para mí la principal herramienta de trabajo es la cercanía. Si desde el primer día logras que los alumnos se sientan cómodos contigo, la enseñanza es más sencilla. En cambio, si no se consigue, es muy difícil avanzar. Además, soy partidario de explicar para qué sirven los contenidos que vemos en clase de matemáticas en la vida real. Es cierto que cuando vas al supermercado pensamos de forma aritmética, pero nunca vamos a utilizar allí una integral definida o a factorizar un polinomio. Pero si hablamos de Instagram y de cómo el algoritmo hace que las fotos de la chica o el chico que te gusta aparezcan antes que otras, o de por qué cuando tengo una conversación sobre deportivas blancas, después todos los anuncios de internet me acaban mostrando eso, ya vamos entendiendo un poco más para qué sirve todo esto que, en principio, por sí solo, no parece tener mucha aplicación práctica para un adolescente.
Hay cientos de técnicas innovadoras para el aprendizaje de las matemáticas. La mayoría son más efectivas a nivel de educación primaria o los primeros cursos de la ESO, como el método Singapur. Durante la cuarentena hemos tenido que utilizar otras a la fuerza, como el “flipped classroom”, pero cambiando la clase por sus casas. En los cursos inferiores enviábamos vídeos explicando y luego a través del chat resolvíamos las dudas más prácticas.
En Twitter tengo una cuenta (fun with functions) donde divulgo o enseño matemáticas de forma diferente, con diseños que hago para explicar conceptos algebraicos de forma geométrica y siempre acotando el texto a los 280 caracteres. En clase suelo utilizar algunas de estas imágenes para que los alumnos entiendan conceptos abstractos o para motivarle a pensar e investigar.
Creo que en bachillerato podemos usar técnicas innovadoras puntualmente pero no como recurso para el día a día en el aula. La EBAU siempre es prioritaria y no hay mucho tiempo, ya que además, para muchos de los alumnos de ciencias, esta asignatura cuenta el doble a la hora de ponderar para entrar en la Universidad. Este curso en bachillerato hemos hecho un concurso de derivadas con varios Kahoot, por ejemplo, con bastante éxito. Hemos analizado documentales sobre Cambridge Analytics, las elecciones norteamericanas y el Brexit para estudiar los temas de probabilidad. También hemos usado los gráficos de la evolución de la pandemia para estudiar estadística. Durante la teledocencia hemos hecho bastante hincapié en las metodologías activas ya que desde casa seguir una clase magistral es más complicado y menos productivo, desde mi punto de vista. En muchas ocasiones han sido los alumnos los que han creado esos enunciados de ejercicio para que luego los demás compañeros lo resolviesen, generando así un aprendizaje colectivo mucho más enriquecedor y participativo.
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