El síndrome del emperador es un patrón de conducta disfuncional que afecta a niños, adolescentes y padres. Se trata de un problema de gravedad, muy frecuente en los últimos años, que conlleva conductas de maltrato psicológico y físico de menores hacia su familia.
Los factores que influyen en la aparición de conductas tiránicas en los hijos son múltiples y variados, abarcando desde ser hijo único y que haya vivido experiencias traumáticas hasta que los padres tiendan a compensar con aspectos materiales situaciones como dedicarles poco tiempo y de mala calidad. Muchos educadores, psicólogos y sociólogos están notando un llamativo incremento de niños y adolescentes con este síndrome. De ello ha querido hablarnos el experto Gabriel Ángel Cano, que es investigador y trabajador social, antropólogo, escritor y ensayista.
1. ¿Qué es el síndrome del emperador?
Vivimos en una sociedad en la que nos estamos acostumbrando a poner etiquetas para todas las personas que viven en ella, y a veces nos ayudan a convivir mejor, pero en otras ocasiones nos llevan a la exclusión de aquellas personas que reciben los nombres como ‘síndrome del emperador’, u otros trastornos concretos que no llegan a tener una base científica, sino un diagnóstico sobre un comportamiento social aprendido.
El síndrome del emperador es una etiqueta que hemos dado a aquellos niños y niñas que han sido criados y educados en un espacio social donde se les ha dado todo, sin cultura del esfuerzo, y donde los padres y madres, a veces en un afán competitivo, con el resto de padres y madres, han querido que al niño o niña no le falte de nada. Además, se les ha prohibido la responsabilidad sobre sus actos, se han cambiado los castigos por sesiones informativas de lo que está bien o mal. Se ha trabajado para que no tengan traumas infantiles «inventados» y que no desarrollen fobias o situaciones complejas.
Hablamos de niños y niñas a los que no se les ha negado nada, y que han tenido un sentimiento de que todo les pertenece, que no se ha trabajado los límites con ellos, que padres y madres no han puesto énfasis en crear los valores sociales y comunitarios en los niños y niñas. Y por ende, carecen de responsabilidades y de sentido social del ser humano. De los limites de que ocupas tú y que ocupa el otro.
El síndrome del emperador hace referencia a niños y niñas que carecen de habilidades sociales básicas para desenvolverse en la sociedad, con lo que crean jóvenes vulnerables ante la sociedad
Si nos centráramos en dar una definición, para mí, sería: niños y niñas que carecen de habilidades sociales básicas para desenvolverse en la sociedad, con lo que crean jóvenes vulnerables ante la sociedad. Jóvenes con un sentido de identidad basado en sí mismo, en su poder con respecto al otro y en la satisfacción de sus necesidades, sin ver el coste que puede producir en los demás, en su entorno. Con un alto grado de intolerancia a la frustración, agresivos con el resto, y sin una conciencia desarrollada sobre los límites de lo bueno y lo malo.
2. ¿Cuáles son las causas de este síndrome?
Las causas son muy complejas, no fáciles de dar, pero que tienen que ver con unos cambios sociales muy grandes que se han vivido en este país. Donde se ha roto la transmisión de la cultura, del esfuerzo, de los valores sociales, y todo ello en una apertura hacia el capitalismo, el individualismo, y el yo de cada individuo. A nivel general, es por la importancia que damos actualmente a nuestro yo, que no era así hace años y sí primaba el grupo, la sociedad, la familia.
Partimos de un individualismo que ya va en los padres y madres, y que terminan transmitiendo a sus hijos e hijas. Y aquí me apoyo un poco en el Juez de Menores Emilio Calatayud, donde escribe un catálogo de acciones que tienen que hacer los padres para convertir a sus hijos en delincuentes, que podemos resumir en 6 causas muy importantes a trabajar.
- Primero, tiene que ver con hacer sentir a tu hijo que es único, y como persona única el mundo le pertenece, lo más importante es él y el resto puede esperar. Para ello dale todo lo que pida.
- Segundo, no crear una base moral sobre el bien y el mal. No ponga límites a sus acciones o a sus comentarios, no haga nada por educar en el uso inapropiado de palabrotas, o de cómo se dirige al resto y a sus mayores.
- Tercero, cuando haga algo mal no regañarle ni castigarle, no sea que cree un complejo en él y se sienta culpable por algo que ya ha hecho. Hable con él y discuta de tú a tú, para que entienda que él está al mismo nivel que tú.
- Cuarto, en casa que no haga nada, que no asuma responsabilidades de limpieza, adecuación, colocación, etc., de la propia casa, como poner la mesa, tirar la basura… Que ya nos encarguemos nosotros de hacerlo.
- Quinto, ante cualquier conflicto con su pareja, con los profesores, amigos, otros padres, o quien sea, siempre defiéndele. Hacer ver a nuestros hijos que todos los demás tienen algo en contra de él.
- Sexto, darle todo lo que pida, ya sea dinero, consolas, juegos, ir a todos los lugares… Para que él tenga la sensación de que nada termina y que puede hacer todo.
3. ¿Qué características suelen tener los niños que lo sufren?
Son autoritarios, agresivos, inseguros, tienen poca capacidad de negociación, de relacionarse con los otros, falta de habilidades sociales e incapacidad de trabajar en grupo. Son tiranos con el resto de niños y niñas, y eso les lleva a tener pocos amigos, y los que tienen suelen ser mediante una relación de poder de uno sobre otro.
Son personas que se enfadan con facilidad cuando no consiguen lo que quieren, no toleran la frustración, lo que les hace ser más agresivos, a la par que frágiles emocionalmente. No asumen errores, o lo hacen con mucha dificultad y no suelen pedir perdón, para ellos es un signo de debilidad.
4. ¿Qué síntomas pueden significar la presencia de este síndrome en un niño?
Pueden ser dos formas de proceder, o mejor dicho, dos formas de cómo pueden evolucionar. Una primera, los que no lleguen a conseguir sus objetivos en la vida porque este síndrome les puede hacer más vulnerables a los despidos laborales, a los fracasos en relaciones sociales, en las relaciones de pareja e incapacidad de mantener pensamientos empáticos para el resto.
Y como no, estarían aquellos que sí que logran sus objetivos, y eso quizás es peor. Pongamos el ejemplo de Donald Trump, que es un niño rico y mimado, que no quiere un no por respuesta, que se frustra cuando pierde, aunque eso le llegue a crear un caos y poder llegar a una guerra civil en su país. Pero a niveles más bajos también existen este tipo de niños con síndrome de emperador.
5. ¿Cómo deberíamos actuar si nuestro hijo presenta este comportamiento? ¿Podrías darnos algún consejo para combatir y atajar la tiranía de los niños en esta situación?
Lo más importante es entender que ser padres no es fácil, que es complicado, que a veces será una experiencia bonita y en otros momentos una mala experiencia. Que como padres y madres tenemos sentimientos, así que ver cómo nos sentimos, y qué es lo que nos hace sentir bien o mal en la educación de nuestros hijos y potenciar. A partir de ahí, la búsqueda de un profesional sería muy buena, ya que no existen las recetas para todas y todos, y hay que ver y estudiar la situación. No obstante, me atrevo a decir tres pautas a tener en cuenta para poder reconducir lo que está pasando.
1.- Trabajar las rabietas. Aceptarlas, no hacerlas caso, no fomentarlas, y explicar que siempre que tenga una rabieta ha perdido todo y que de esa forma no se consiguen las cosas, sino que hay que trabajarlas.
2.- Trabajar la motivación y la cultura del esfuerzo. Nuestros hijos tienen que entender que ir al cine es una respuesta a su buen comportamiento durante la semana. El respeto a los demás tiene cosas buenas.
3.- Pasar mucho tiempo con ellos y hablar mucho desde el compartir, no desde el preguntar. Exponer lo que hacemos nosotros, hablarle de la vida, de las cosas que pasan, contarles cosas de cuando éramos jóvenes, pero sin comparar.
Además de respondernos a estas preguntas, el experto nos da cinco estrategias para prevenir la aparición de estas conductas en nuestros hijos.
– Trabajar las sanciones, los castigos y los límites frente a los premios y recompensas para que nuestro hijo empiece a ver que está bien o mal en la educación y en su evolución.
– Hablar con ellos mucho sobre estas situaciones de porqué no puede tener todo, de porqué no siempre tendrá razón, de porqué a veces será más inteligente callarse, de porqué el resto de personas importan. Porque no podemos pasar esos límites y debemos respetar.
– No tener miedo a ser malos padres y madres, sino a que lo que estamos haciendo, que es la educación de nuestros hijos e hijas, sea el objetivo prioritario.
– Aliarnos con otros padres y madres, así como gente adulta como nuestros propios padres, hermanos, etc., ellos nos ayudarán. Y huye, vete de las redes sociales, huye de aquellos padres y madres que en redes proyectan que ellos son mejores educadores, ya que eso no nos beneficia.
– Acudir a profesionales del trabajo social, a una atención profesional mediante la terapia social, ya que te ayudará a marcar los límites, definir los roles, y trabajar las emociones.