¿Cómo fortalecer el vínculo con nuestros hijos pequeños a través de los cuidados?

Existen grandes mitos alrededor de la presencia del adulto en el desarrollo psicomotor del niño. Se cree que sin la ayuda directa de los adultos, los niños no lograrían conseguir un desarrollo completo. Quizá esto venga motivado por una actitud muy interiorizada, pero como bien defiende la teoría de Emmi Pikler, debemos entender que el desarrollo motor es espontáneo, es decir, la intervención directa del adulto no llega a ser necesaria. ¿Por qué?

Nacemos con un gran talento para la curiosidad y la exploración, solo hay que recordar cómo los niños más pequeños se llevan todo a la boca como método sensitivo para reconocer un objeto. Entonces, ¿cuál es el papel del adulto aquí? Proporcionar un espacio amplio, ropa adecuada y la paciencia y el respeto que se merece el niño.

La calidad de los cuidados y su regularidad quedan almacenados en nuestra memoria corporal y en el ámbito cognitivo y relacional. Si la experiencia del contacto y la interacción con el adulto es escasa o sin sentido, el bebé se siente perdido y aún más dependiente del adulto. Por ello, lo que le compete al adulto es asegurar unas condiciones óptimas del entorno afectivo, social y material.

Teniendo en cuenta la metodología de Emmi Pickler, os proponemos algunos ejemplos de mejora del cuidado:

  1. Realizar un baño de 40 minutos donde tanto el niño como los padres quedan satisfechos completamente.  Se le irá diciendo al niño lo que se le va a hacer y se trabaja tanto el esquema corporal como la conciencia del cuerpo. Así se irá sintiendo importante y parte del proceso de afecto y complicidad que se crea entre ellos, a este momento de comunicación tan personal y a través del contacto se denomina diálogo tónico.
  2. Al cambio de pañales hay que darle la relevancia que merece, aunque sea algo rutinario. Debemos de conseguir que el niño tenga una verdadera relación de afecto y apego hacia la persona que cuida de él. Que le transmita seguridad y confianza, a la par de permitirlo jugar y descubrir el mundo que lo rodea. Hemos de comunicarle previamente que vamos a cambiarle el pañal, explicándole todo lo que se va a hacer. Durante el proceso le hablaremos también de cómo es su cuerpo. Aquí el tacto, la mirada y las palabras son el vehículo principal para conectar con el pequeño.
  3. La comida, en la medida de lo posible, debe darse en un ambiente tranquilo y sin ruido, sin prisas para comer ni ansiedad y siempre acompañado por la persona adulta. Por su puesto si el niño tiene iniciativa de coger el cubierto es preciso que se lo ofrezcamos y sea él quien lo utilice.

Desarrollar la autonomía del niño también pasa por ofrecerle los mejores cuidados, crear vínculos de confianza y proporcionar los mejores espacios para que dé lo mejor de sí mismo. Al niño hay que tratarlo como tal, como una persona que siente, vive y comprende todo lo que ocurre a su alrededor.

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Silvia Sánchez Ovejero

Como educadora infantil y pedagoga pasé toda mi infancia jugando a ser maestra, me fascinaba la idea de ser un referente para alguien y preparar mis clases. Años después, ese rol pasó a ser realidad. Desde ese momento sentí la necesidad de compartir con el mundo todas mis ideas, porque la educación, si no se comparte, no llegará a ser transformadora. Ser maestra implica ser todas las versiones que necesitan cada uno de tus alumnos para hacerles ver quiénes son y quiénes podrán llegar a ser.

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