José Ramón Gamo es diplomado en Magisterio y socio fundador de Centros CADE (Centro de Atención a la Diversidad Educativa). El jueves 27 de octubre ofrecerá una ponencia en el evento online que han organizado Gestionando hijos y Prensa Ibérica entre el 6 y el 27 de octubre.
Hemos charlado con él para que nos dé un adelanto de lo que va a tratar en su ponencia ‘Neurociencia en casa’.
1. José Ramón, ¿si conociéramos mejor cómo funciona el cerebro de los niños, cambiaríamos muchas de las cosas que hacemos a lo largo de su educación?
Hacemos muchas cosas bien por sentido común, pero es verdad que si conociéramos el funcionamiento del cerebro y algunas peculiaridades que tienen que ver con los procesos de aprendizaje y con las emociones, sí haríamos cosas de forma diferente, tanto madres y padres como docentes.
2. ¿Por ejemplo?
Por ejemplo, niños con TDAH… Estos niños a veces tienen reacciones emocionales exageradas, no filtran lo que dicen, también tienen problemas para concentrarse… El motivo es que tienen un trastorno consecuencia de que una parte de su cerebro (corteza prefrontal) se desarrolla más lentamente. Si entendiéramos esto, entenderíamos que no son capaces de estar concentrados una hora entera en clase. No les juzgaríamos. Entender para atender. Si entendemos lo que ocurre, podremos atender mejor a estos niños. Pero no solo pasa con niños con TDAH, pasa, por ejemplo, con las rabietas…
3. ¿Qué información nos da el cerebro de un niño sobre las rabietas?
La rabieta es una expresión conductual de una situación neurológica. Pensemos, por ejemplo, en un niño de dos años al que se le cae al suelo un helado que se está comiendo. ¿Qué ocurre? Se frustra y tiene, lo que llamamos, un secuestro amigdalítico. El sistema emocional se desborda, pero el sistema ejecutivo, que se encarga del control emocional, al ser aún muy inmaduro, no sabe resolver la situación.
Y la gente intenta razonar con un niño en plena rabieta, y es imposible. Lo que hay que hacer es esperar a que se le pase. Pero como no entendemos su cerebro, perdemos el control e, incluso, les regañamos.
Nosotros, adultos, ya podemos regular nuestras emociones, por eso no nos pondríamos así si se nos cae un helado. Pero un niño de dos, tres años, no puede actuar de otra forma que desarrollando una rabieta. Si hablamos de niños de 6 años, su corteza prefrontal ya es madura y podemos trabajar su autocontrol emocional, pero antes no. Imposible.
4. José Ramón, hablemos de la exposición a las pantallas. Durante el confinamiento ha aumentado muchísimo el tiempo que los niños pasaban delante de una. ¿Qué le dirías a los padres de esto, desde el punto de vista neurológico?
Los estudios indican que el consumo elevado de pantallas a edades tempranas produce un fenómeno adictivo no solo psicológico, sino neurofuncional. Es decir, afecta al desarrollo del cerebro. El motivo es que el consumo de pantallas activa el sistema de recompensa con niveles de esfuerzo muy bajos. ¿La consecuencia? Ante el más mínimo esfuerzo, esos cerebros van a querer abandonar una tarea… No han aprendido a perseverar, esforzarse, demorar la recompensa… Y esto es determinante para el desempeño posterior en la vida adulta. Justo cuando un cerebro está empezando a trabajar la paciencia, el control, la paciencia… le estoy dando una información que le dice lo opuesto, que eso no es importante. Veámoslo con un ejemplo físico, que lo vemos más claro: atemos a un niño sano de un año de edad durante cuatro años a una cama, veamos como tiene sus funciones motoras cuando, cuatro años después le dejamos que se levante. Pues lo mismo ocurre en el cerebro.
5. ¿Por qué, aún con estos datos, los niños siguen abusando tanto de las pantallas? ¿No terminamos de creernos las madres y padres las consecuencias?
Hay mucho desconocimiento, pero también hay mucho de comodidad y mucho de dejación de funciones. La paternidad requiere esfuerzo, sacrificio. A lo mejor no puedes ir a un restaurante con un bebé de un año que no aguanta más de tres minutos sentado… porque al final acabas enchufándole la tableta para que te deje comer tranquilo.
6. Has dicho alguna vez que la educación es lograr que un niño pase de la inconsciencia a la irresponsabilidad… ¿Puedes explicarlo?
Llega una etapa en la vida de nuestros hijos, la adolescencia, en la que para ellos es mucho más influyente un amigo que nosotros. O incluso un profesor que le cae muy bien o sus deportistas favoritos. Los padres, en esta etapa, perdemos esa influencia. Entonces, en este sentido, aunque tu hijo no te vaya a hacer caso, tu trabajo es decirle lo que crees que debes decirle. Así, si coge un coche sin carnet de conducir, lo hará desde la irresponsabilidad, y no desde la inconsciencia. Lo haría desde la inconsciencia si tú no le hubieras dicho que eso no lo puede hacer. Pero tu papel es decírselo. Y ya, si quiere cogerlo, lo hará desde la irresponsabilidad. A eso me refiero.
7. Hablemos del COVID… ¿Podríamos permitirnos un nuevo cierre de las aulas? Otro curso más de forma online, con todo lo que eso conlleva…y no estoy hablando precisamente de las consecuencias a nivel académico…
La escuela es un trampolín de mejora social y económica. Solo por eso, no podemos permitirnos que los niños no vuelvan a las escuelas. El Covid y el hecho de recibir educación online no hace más que aumentar la brecha de desigualdades que existe en cualquier sociedad. Además, hay cosas que en una escuela online no se pueden enseñar, por ejemplo, valores, convivencia, relaciones sociales, gestionar conflictos…
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