“¡No estés triste!”: El reto de ver la tristeza con buenos ojos

La película de Disney-Pixar lo muestra de una manera brillante: la tristeza es una emoción con muy mala prensa. Pero es de importancia vital si queremos que nuestros hijos sean sanos y empáticos.

A estas alturas, seguro que no estropeamos a nadie la película de Disney-Pixar (¿aún no la has visto? ¡Ya estás tardando!) al afirmar que Inside Out (Del Revés), entre otras muchas cosas es un canto a la tristeza como emoción vital, frente a los intentos de reprimirla o la forma de considerarla como un rollo, una emoción que nos agua la fiesta o nos estropea los recuerdos. Pero es que no son pocos los casos en los que nos sorprendemos diciendo a nuestros hijos: “¡No estés triste!” o “Llorar no sirve para nada” o, como nos decía Begoña Ibarrola en Barcelona “como son niños, tienen que estar contentos”. Sin querer hundirnos en el fango, reivindicamos la tristeza como una emoción positiva que, como padres, tenemos que escuchar, acompañar y consolar.

La película de Disney-Pixar lo muestra de una manera brillante: la tristeza es una emoción con muy mala prensa. Tristeza se representa por una chica bajita, de aspecto poco agradable y bastante aburrida. Alegría no deja que toque nada, trata de mantenerla lejos del botón que hace que se active la emoción en la protagonista (Riley) y la considera un estorbo para la vida alegre que sueña para la niña. Finalmente, tras una aventura apasionante por el centro de la mente, en la que Alegría trata de reprimir la tristeza de cualquier personaje, cae en la cuenta de que Tristeza conecta con respeto con el resto de los personajes y ha logrado que la alegría volviera a Riley gracias a la empatía, el ánimo y el cariño de la familia y amigos.

Pocas veces se habla de los beneficios de la tristeza y muchas veces hablamos de que no sirve para nada o que no debemos estar tristes. Pero Begoña Ibarrola nos recuerda que “es lo que corresponde ante situaciones que les defraudan, cuando sienten que las cosas no tienen sentido o se encuentran que no tienen éxito”. ¿Nos gustaría que nuestros hijos no estuvieran nunca tristes? ¿De verdad? ¿Ni aun cuando, por ejemplo, se deben despedir de un amigo que se va a vivir a otra ciudad? ¿Ni siquiera cuando suspenden asignaturas por no haber estudiado? ¿Ni en el caso de un duelo por la pérdida de un ser querido? ¿Tampoco queremos que esté triste por empatía con otro amigo? ¿Y cuando se arrepiente de haber hecho algo mal? ¿Ni siquiera cuando le decepciona no haber conseguido algo que quería mucho? Sin tristeza, no hay empatía, no hay arrepentimiento, y, si nos apuramos, no hay deseo de superarse a sí mismos ni ética.  ¿Qué pensaríamos de un niño que no siente tristeza ante alguna injusticia? ¿Qué diríamos de otro que no siente pena por la tristeza de sus padres ante un conflicto familiar? ¿Qué pensaríamos de un adolescente que no siente un atisbo de tristeza ante su primer desamor? No nos parecería muy natural ni muy sano, ¿no es cierto? Pues quizá es lo que estemos alentando con frases muy extendidas como esa de “No estés triste”.  Begoña Ibarrola incluso nos contaba que “en mi época de terapeuta infantil me he encontrado familias que no permitían que sus hijos estuvieran tristes, lo que no es un buena gestión emocional”. Begoña advierte que “si la tristeza se gestiona mal puede conducir a la depresión. Por eso es muy importante legitimar esta emoción, no pedirles que como son niños tienen que estar contentos. Hay que valorar esos momentos de tristeza, consolarlos, no bloquear la tristeza y también proteger”. No se trata de rescatar a nuestros hijos de los brazos de la tristeza sin haberles dejado sentirla ni tampoco dejarles solos sumidos en ella, sino abrazarlos con ella para que puedan salir de ahí y para que puedan buscar ellos mismos la salida.

Seguro que ya sabéis, como un personaje de la película, que los abrazos y escuchar con interés la tristeza son de los mejores trampolines para sacarnos del “hoyo”. La frase “No estés triste” no lo es.

 

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