Muchas veces hemos hablado de la necesidad de comunicar bien y con respeto con nuestros hijos. Quizá el concepto que mejor explique lo que queremos decir es la asertividad. Como nos recuerdan Eva Bach y Anna Forés en su muy recomendable libro La asertividad, “podemos considerar la asertividad como un recurso para comunicar de un modo respetuoso y oportuno lo que yo siento y para acoger con el mismo respeto lo que sienten los otros”. Ambas autoras tienen una visión muy hermosa de la asertividad como “un derecho –todos merecemos ser bien tratados– y a la vez un deber –todos tenemos que tratar bien a las otras personas”.
¿Qué implica entonces ser asertivo con nuestros hijos? Implica expresar de manera serena y respetuosa nuestras opiniones, necesidades o puntos de vista y respetar los puntos de vista, necesidades y opiniones de nuestros hijos. Eva y Anna expresan de manera clara algo que quizá en las relaciones de padres e hijos se nos puede olvidar: la asertividad es una apuesta por la igualdad, “igualdad en derechos y deberes e igualdad en dignidad”. El motor de esta estrategia comunicativa, como indican las expertas, son “la delicadeza, la nobleza de corazón, la honestidad, la humildad, la responsabilidad, la voluntad de mejora y la consideración hacia los otros”.
¿Cuántas veces expresamos nuestro punto de vista de manera avasalladora, sin escuchar el punto de vista de nuestros hijos, y esto no hace sino agravar el conflicto? Por ejemplo, la respuesta de nuestra hija no será igual si le decimos, vociferando: “¡Tu cuarto está hecho un desastre!” (como si fuera una verdad absoluta) que si le decimos (desde nuestros propios sentimientos): “No me gusta nada cómo está tu cuarto, creo que está muy desordenado. Necesito que busquemos una manera de que haya más orden en tu cuarto. Si quiere puedo ayudarte”. No nos podemos llamar asertivos si, cuando nuestro hijo nos cuenta que ha tenido un mal día en el colegio porque su mejor amigo le ha dicho que ya no era más su amigo, le soltamos, casi sin mirarle: “¿Y por eso has tenido un mal día? ¡Vaya tontería! Ya verás que mañana sois amigos otra vez”. ¿No sería mejor decirle, mirándole a los ojos y poniéndose a su altura (lo que da idea de una apuesta por la igualdad y de poner toda la atención en él): “Vaya, siento que tu día haya sido complicado. ¿Qué ha pasado?”. ¿De verdad creemos que la primera respuesta respeta la dignidad de nuestro hijo?
Quizá para apostar por una comunicación asertiva con nuestros hijos e hijas nos deberíamos guiar por estas ideas que Anna y Eva nos brindan sobre los derechos y deberes que implica la asertividad:
- Derecho a tener tus propias necesidades y a pedir lo que quieres
- Derecho a hacerte responsable de tus propios errores y a aprender de ellos
- Deber de aceptar que el otro se puede equivocar, y dejarle margen para rectificar
- Derecho a cambiar, a crecer, a transformarse
- Deber de permitir que el otro cambie y crezca
- Derecho a decidir
- Deber de dejar momentos y crear espacios para poder decidir
- Derecho a afirmarse y a ser uno mismo
- Deber de respetar al otro como legítimo otro, por muy distinto que sea
- Derecho a ser tratado con respeto y dignidad
- Deber de tratar con respeto y dignidad
- Derecho a pedir información y a ser informado
- Deber de ofrecer información cuando sea pertinente
- Derecho a pensar antes de actuar
- Derecho a estar solo, aun cuando otras personas deseen nuestra compañía
- Deber de respetar los momentos y los espacios de los demás
- Deber de vivir tu propia vida y dejar que los demás vivan la suya
- Derecho a expresar emociones y sentimientos
- Derecho a quejarse o protestar cuando no nos sentimos respetados
- Deber de aceptar quejas o protestas si nos estamos equivocando