Si ya eres padre o madre (o estás a punto de serlo), algo que quizás ya sabrás es que cuando tienes un hijo te asaltan millones de preguntas a las que muchas veces no tienes respuesta: ¿cómo será el parto?, ¿irá todo bien?, mi bebé no duerme, ¿qué le pasa?, ¿lo estaré haciendo bien?, no logro que coma, ¿qué puedo hacer?, ¿por qué llora? Más tarde, cuando tu hijo se va haciendo mayor, la avalancha de preguntas crece con el niño: mi hijo tiene mucho genio y me cuesta controlarlo ¿qué hago?, no para de pelearse con su hermana, ¿cómo lo gestiono? , ¿cómo encuentro el equilibrio entre poner límites y no cortarle las alas? En fin, la lista es larga…
Ser padres o madres te adentra en un mundo nuevo y desconocido en el que NO CONTROLAS AB-SO-LU-TA-MEN-TE NADA de lo que está pasando. Continuamente te encuentras con situaciones nuevas y cambiantes que no sabes cómo abordar. Vamos, que estás totalmente fuera de tu zona de confort. Algunas situaciones las manejas bien, otras te ponen a prueba y algunas otras hasta te hacen perder los nervios. Tú haces lo que puedes, y mientras tanto, todo el mundo te da su opinión (eso no hay forma humana de evitarlo).
Los niños no vienen con manual de instrucciones, eso lo sabemos de sobra. ¿Pero qué quiere decir esto? Pues que para todas estas preguntas que nos hacemos como padres muchas veces no tenemos respuesta. Y no la tenemos porque o no existen o no hay una sola respuesta. Lo que pasa es que esto entra en conflicto con nuestra sed de querer saberlo todo. Necesitamos respuestas y respuestas rápidas.
Os confieso que muchos padres que acuden a nuestros cursos de coaching vienen en busca de la “receta mágica”. Ay, ¡ojalá la tuviéramos! Pero —ojo al dato, papás y mamás— la receta mágica NO EXISTE. Cada niño es único y diferente. No puede haber una receta estándar para toda la variedad de niños y circunstancias que hay en la faz de la Tierra.
Para poder encontrar respuestas a tus preguntas primero hay que conocer a tu hijo y conocerte a ti como padre o madre (porque tú también eres único). Solemos caer en buscar la respuesta rápida y el consejo educativo (o de crianza) que nos resuelva una situación. Pero pasamos por alto que las personsa que mejor saben lo que necesita un niño son su padre y su madre (o en su defecto, su cuidador principal). En definitiva, muchas veces caemos en buscar las respuestas “fuera” cuando en realidad “dentro” de nosotros ya tenemos muchas de ellas. Por lo tanto, no tengo la receta mágica, pero te ofrezco algo mejor: TU PROPIA RECETA.
Vivir sin respuestas forma parte de ser padre/madre. Queremos controlarlo todo y sentimos miedo cuando no lo hacemos (sobre todo si se trata de nuestro hijo). El “antídoto” contra esa ausencia de respuestas es la CONFIANZA. Bendita palabra, qué fácil de decir y qué difícil de aplicar. ¿Confiar en qué? Confiar en ti y en que no necesitas tener todas las respuestas para ser un/a buen/a padre/madre. Tú sabes cómo cuidar a tu hijo y ¡eres un/a papá/mamá genial!
Confía también en tu hijo, porque es una “semilla” que ya tiene todos los recursos que necesita en su interior para crecer sano y fuerte (otro día escribiré un post sobre esto). Desde la confianza vives estas situaciones con más tranquilidad, más creatividad y más aprendizaje. La responsabilidad no es sólo tuya, sino que viendo a tu hijo como una semilla puedes compartirla con él.
Aquí te dejo algunas ideas que a mí me ayudan a sobrellevar la multitud de preguntas y la escasez de respuestas:
- Tómate un respiro de vez en cuando. Parar para coger aire es fundamental
- Prepárate para lo inesperado porque los hijos te salen con cosas que nunca jamás hubieras pensado
- Activa tu sentido del humor: es tu mayor aliado
- No hagas caso a nadie, sigue tu propio criterio.
- Aprovecha para aprender todo lo que puedas. Estás fuera de tu zona de confort y esto siempre es una oportunidad de
- No seas tan duro contigo mismo. Reconoce todo tu esfuerzo y todo lo que sí estás haciendo.
Tener un hijo es lo mejor que vas a hacer en tu vida ¡Disfrútalo!
Image: 9/52 Mom’s Hug. Fuente: Gordon / Flickr