De oveja a león

Cuando nuestros hijos e hijas se enfrentan a situaciones nuevas, no sólo se sienten inseguros, sino que además… lo muestran. ¿Por qué no ayudar a nuestros hijos e hijas a creer en sus competencias, a ser “león”?.

Cuando nuestros hijos e hijas se enfrentan a situaciones nuevas, o  situaciones que suponen cambiar de estrategia para conseguir nuevos y mejores resultados, no sólo se sienten inseguros, sino que además… lo muestran. Y lo hacen de diferentes formas: con enfados, con tristeza… desde una actitud pasiva, o limitante. Esto responde al rol de “oveja”, que sigue al rebaño sin tomar decisiones que le animen a cambiar las cosas, o a ser protagonista de su vida. ¿Por qué no ayudar a nuestros hijos e hijas a creer en sus competencias, a ser “león”?.

Cuenta la fábula que en un lugar muy lejano, donde aún llegaba la cigüeña a repartir los bebés a sus mamás, había un gran rebaño de ovejas esperando la llegada de sus bebés. Carneritos dulces  y delicados deseando encontrarse al calor de sus mamás, fueron llegando poco a poco, servidos del pico de la cigüeña que los entregaba a la oveja correspondiente. A todas menos una.

Tan sólo una oveja se quedó sin cordero, y a cambio, recibió una cría de león. ¡¿De león?! La cigüeña había confundido el paquete, entregando un león donde debería haber un cordero. Cuando trató de enmendar su error y devolver al leoncito a su destino, tanto la oveja como el “salvaje” animal se rebelaron contra la cigüeña hasta que la hicieron marchar. Así fue como el cachorro de león vivió y se crio en un rebaño de ovejas, creyendo que era una oveja, y actuando como una oveja. Aunque no mostrase muchas dotes de oveja, sólo su mamá le aceptaba como uno más: emitía un extraño gruñido que poco se parecía a la forma de balar del resto del rebaño, y mientras todas las ovejas se burlaban de él por ello, a la orgullosa madre le parecía un sonido entrañable. Y al león, poca opción le quedaba para reconfortarse, más que el abrazo incondicional de su mamá.

El león iba creciendo. Y a medida que lo hacía, su mamá seguía siendo el único miembro del rebaño que le aceptaba tal y como era sin  resistencias ni burlas, sin cuestionar nada de su cachorro. Tampoco le enseñaba a defenderse de las ovejas que le empujaban o le criticaban su aspecto, o su forma de hacer las cosas. A él le hubiera gustado sentirse parte de ese grupo de ovejas que jugaban y se reían juntas mientras paseaban por el prado, sin tener que salir malparado cada vez que se acercaba amistosamente a alguna de ellas; pero se conformaba con la compañía de su mamá, y poco a poco esas burlas dejaron de hacerle enfadar. Ella  le enseñó a asumir que esa era la situación que tenía que vivir, y que ella lo iba a proteger…¿siempre?

Una noche, cuando todo el rebaño dormía, se acercó con sigilo un lobo. Éste, agarrando con su enorme boca a la mamá del pequeño león, la apartó del resto de ovejas que dormían plácidamente en el prado. Cuando la mamá pidió socorro a gritos, el león, sin pensárselo dos veces, sacó sus garras, y con un tremendo rugido que hizo temblar hasta los árboles de alrededor, asustó tanto al lobo que éste huyó lo más rápido que supo.

La madre del nuevo héroe se emocionó comprendiendo la naturaleza de su “cachorro”; y el resto de ovejas vitorearon con fuerza su hazaña: “¡Bravo por la oveja-león!”, “¡Nos ha salvado del lobo!”, “¡Así se hace, oveja-león!”. Valorando cuánto podría aportar a todo el rebaño siendo un león. Al fin, el cachorro de león destapó su naturaleza, oculta durante tanto tiempo por no tener oportunidad de descubrirse.

Y se descubrió fuerte y poderoso. Y se sintió capaz de todo cuanto se propusiese.

Sólo tenía que encontrar la oportunidad de hacer algo por sí mismo para descubrir quién es realmente, y darse cuenta de su capacidad para afrontar con éxito situaciones tan importantes, como fue salvar a su mamá del temido lobo.

 

 

 

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Raquel De Diego

Soy Trabajadora Social, Coach especialista en coaching para familias y parejas (www.conciliafam.com), y formadora de educación emocional y procesos de cambio. Con una experiencia de más de 10 años trabajando con familias desde el ámbito de la intervención social y el coaching sistémico, llego al convencimiento de que cada uno de nosotros lleva a, al menos, parte de su familia consigo. Somos parte de nuestros padres y hermanos, tíos, abuelos…Y eso hace que nuestros hijos lleven parte de nosotros con ellos. En la infancia afloran los deseos y sueños que de adultos desarrollaremos.

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