“Muchas veces nos quejamos de que nuestros hijos no nos escuchan y solo les hablamos para dar órdenes o regañar”

Si os decimos que las palabras que usamos son importantísimas en la educación que damos a nuestros hijos e hijas, probablemente todos asintáis y reconozcáis esta afirmación como cierta. Sin embargo, muchas veces no nos paramos a reflexionar la repercusión que estas palabras, la forma en que las decimos o cómo nuestros hijos las perciben puede afectar en esas personitas que se encuentran en pleno desarrollo.

Sobre la importancia de las palabras y expresiones que usamos con nuestros hijos, sobre el viaje tan maravilloso que supone la educación y muchos otros aspectos nos hablará la maestra Carmen Guaita en la ponencia que dará en nuestro evento online en HOMENAJE a la EDUCACIÓN.

Hemos hablado con ella para que nos dé algunas claves sobre lo que ella misma llama “La relación más profunda de nuestra vida“.

1. Carmen, como ya sabemos, la autoestima de los niños y niñas no es “auto” hasta los 6 años. Hasta entonces, su percepción de ellos mismos dependerá exclusivamente de lo que nosotros les transmitamos… ¿qué tenemos que tener en cuenta para transmitirles una imagen positiva de sí mismos y ayudarles a construir una buena autoestima? 

Me parece muy importante que esté ajustada a la verdad. Quiero decir que los miremos mucho para descubrir cómo son, cuáles son sus rasgos de personalidad y sus puntos fuertes. Y estos puntos fuertes, que son los grandes tesoros sobre los que ellos deben edificar, se los diremos y les diremos cuánto nos gustan. La autoestima es la conciencia del propio valor, no una fantasía, y para poseerla uno debe de conocerse bien. 

2. Pero a veces, muchas de ellas sin quererlo, acabamos utilizando las conocidas “etiquetas” (qué bueno es, qué lista, qué desastre, qué mala…) que no hacen más que limitar a nuestros hijos… ¿cómo podemos evitar las etiquetas en la educación de nuestros hijos?  

Recordando cuánto nos siguen doliendo todavía las que nosotros tuvimos. Recordando que con frecuencia hemos luchado para demostrar a nuestros padres y a nosotros mismos que no éramos como decían aquellas etiquetas. 

Cada persona es total y absolutamente única, distinta de cuantos hayan existido antes y de cuantos vendrán. Ese es el tesoro y la premisa para mirar a nuestros hijos. Debemos mirarlos con orgullo y con asombro precisamente porque no se ajustan a ninguna etiqueta. ¡Y nosotros tampoco! 

3. También es muy interesante el tema de las ideas preconcebidas que tenemos, muchas de ellas que asimilamos nosotros de pequeños, como por ejemplo refranes (p.ej.: los que se pelean se desean) o aprendizajes como si te pegan, pega, etc. ¿Necesitamos deshacernos de ciertos esquemas educativos que tenemos interiorizados para no trasladárselos a nuestros hijos? 

Claro que sí. Pensemos, por ejemplo, en el daño que puede hacer a una adolescente que esté dando los primeros pasos en una relación tóxica escuchar o tener grabado en la memoria algo tan terrible como “quien bien te quiere te hará llorar.” Y desde luego debemos ser muy críticos antes de apropiarnos de las frases hechas y los estereotipos. Hay que parar y pensar: “En realidad ¿qué estoy diciendo?”. La irreflexión es, seguramente, la primera causa de las meteduras de pata educativas. 

4. Además de las palabras, también es muy importante cómo les transmitimos estas palabras, ¿verdad? El tono, la actitud, la finalidad… incluso las veces que lo hacemos. Por ejemplo, si queremos que nos hagan caso, puede que repetirles 50 veces que nos obedezcan y hacerlo gritando no sea la mejor solución… 

Desde luego que no, aunque somos humanos y vamos a gritar alguna vez. La clave está en comprender que educa, sobre todo, la mirada: la de ellos sobre nosotros porque siempre observan lo que hacemos; la nuestra porque al mirarlos les hacemos llegar nuestra opinión sobre ellos y nuestro amor. 

Y debemos aprender a usar las palabras. Todas las palabras. También las de estar felices y decirlo, o las de sentirse bien y decirlo. Muchas veces nos quejamos de que no nos escuchan y solamente les hablamos para dar órdenes o regañar. 

5. En los últimos meses, muchas veces hemos tenido que buscar bien y cuidar las palabras que hemos usado para explicarles a nuestros hijos todo lo que estaba pasando… hay quienes han optado por “decorar” un poco la realidad, otros han preferido contarles qué estaba ocurriendo, otros han evitado tratar el tema… ¿cómo podemos actuar ante situaciones como esta sin infundir miedo o estrés a nuestros hijos? 

Me parece que con la verdad, teniendo en cuenta la edad, sin dramatismos ni exageraciones. Ya les mentimos bastante, y de hecho cuando nos descubren en una mentira se les va terminando poco a poco la infancia. Ellos saben un montón de lo que está pasando porque, aunque nos gustaría, no somos su única fuente de información. Me parece fundamental escucharlos a ellos: ¿Qué piensan? ¿Qué sienten? ¿Qué soluciones se les ocurren? No les hemos escuchado y tienen mucho que decir.  

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Si te ha gustado esta entrevista a Carmen Guaita, no dudes en ver la ponencia que nos ofreció en nuestro último evento en Madrid:

“Lo que aprendemos de nuestros hijos”, por Carmen Guaita

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Marina Borràs

Cuando era pequeña me sentaba a diez centímetros de la televisión para ver las noticias todas las mañanas antes de ir al cole. Cuando crecí un poco, se dieron cuenta de que la razón por la que me acercaba tanto al televisor era porque necesitaba gafas, aunque yo prefiero pensar que por aquel entonces ya había encontrado mi pasión: de mayor quería ser periodista. Y así fue. Estudié periodismo y comunicación política, y sigo formándome en los temas que me apasionan: educación, igualdad de género y nuevas tecnologías.

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