Los terrores nocturnos suelen aparecer hacia los 4 años y pueden durar hasta los 12. Se dan en un 40% de los menores. Aunque puedan parecer situaciones alarmantes, en realidad no revisten de mayor preocupación ni gravedad, aunque nos suelen inquietar por la situación tan desagradable que vive el pequeño.
¿Por qué se producen los terrores nocturnos?
A medida que el niño va desarrollando su mente y su mundo se va volviendo más complejo, estos cambios pueden evidenciarse en la alteración del sueño. Una forma de exteriorizar sus miedos transitorios son los terrores nocturnos que son similares a una pesadilla, pero mucho más intensos y con situaciones de miedo real.
¿Cómo saber que mi hijo los sufre?
Los terrores nocturnos pueden estar acompañados de algunos síntomas que harán saltar las alarmas como, por ejemplo:
- Miedo intenso
- Un grito atemorizante
- Sonambulismo
- Sentarse en la cama
- Mirar fijo, con los ojos muy abiertos
- Sudar, respirar, tener el pulso acelerado, la cara ruborizada y las pupilas dilatadas
- Patear o pegar
- Dificultad para despertar y, si se logra, el niño/a suele estar confuso/a
- No recordar el suceso a la mañana siguiente o tener pocos recuerdos del sueño
- A veces los niños salen de la cama, y corren por la casa o tienen una conducta agresiva si se le impide el paso o se les trata contener
¿Podemos evitar que nuestro hijo sufra terrores nocturnos?
La mayoría de los expertos alertan de que el cansancio puede contribuir a causar los terrores nocturnos. Si nuestro hijo tiene falta de sueño, probemos a llevarle a dormir más temprano y establecer un horario más regular para ir a la cama. En lo posible, evitar los ruidos a la hora de dormir u otros estímulos que podrían alterar el sueño del niño.
Además de esto, el psicólogo Rafa Guerrero, en un directo en nuestra cuenta de Instagram, nos instaba a validar las emociones de nuestros hijos, a escucharlas y respetarlas siempre: “Si un chiqutín sufre un acontecimiento traumático (que puede ser que le haya ladrado un perro en el parque o que se haya asustado mucho por algo) y le decimos frases del tipo: “no es para tanto”, y no le consolamos, es muy factible que este susto afecte a su descanso y sufra episodios de pesadillas o terrores nocturnos. Cosa que posiblemente no pasaría si hubiéramos validado su emoción y le hubiéramos consolado”.